DUOLOGÍA COMPLETA - Philip es un joven mago impetuoso que nace para salvar al mundo de la destrucción. El mago Klaus que ayuda a los inquisidores a encarcelar a los magos, quiere dominar el mundo de los vivos y el de los muertos. Klaus se vuelve inm...
Al pensar en el Rey Albert, lo que Juan no imaginara es que en el palacio ya había un niño en camino. Las parteras reales se preparaban para la hora del parto de la reina. Aun después de una gestación complicada, un retoño nacería aquella noche y la reina Mariele sentía las primeras contracciones. Los gritos eran oídos por toda la corte y las oraciones eran hechas por todo el palacio, pidiendo que de esta vez el pequeño bebé naciese con salud, ya que, si un heredero no llegase, el rey enloquecería. Todos sabían que el embarazo era de alto riesgo y aguardaban ansiosos el nacimiento.
Mientras tanto, en la Floresta Sombría el mago se bañaba en el río. Salió, se puso las ropas y sintió una inquietud surgir en la superficie de las aguas. Intentó apartarse, pero perdió el equilibrio cuando el río comenzó a crecer, de forma continua, tomando forma, para espanto del mago. Delante de él, una imagen cristalina ser formó. La figura de una mujer se asomó frente a él, clamando por el hechicero:
- ¡Juan Otts! - Susurró, como si su voz burbujease. - Soy Elheonora, madre del niño que salvaste de las manos del perverso brujo Klaus. Él tiene sed de poder y vendrá atrás de ti, ahora que sabe que tienes el Libro de las Almas. Una criatura tenebrosa, venida de las más profundas tinieblas le auxilia. Te pido que cuides de mi Phillip. Sé que guardas un gran dolor desde que perdiste a tu familia y tienes toda la razón de sentirte así, pero te imploro que protejas al pequeño como si fuese tuyo. Dale los últimos años de tu vida, cuidándole con atención, porque el amor es la mayor herencia que podemos llevarnos en esta vida. Nosotros llevamos el amor al mundo en el que estamos y lo dividimos con tu familia, que está bien. Eso puedo garantizártelo, pues Agathor y yo estamos cuidando de ellos. En cuanto a Phillip, sé que tu intuición te llevó a escoger al Rey Albert como protector humano de Phillip y te digo que estás acertado. Pero el tiempo corre más deprisa que las aguas de este río, y si tardas mucho perderás la oportunidad perfecta. La reina Mariele está a punto de parir a un bebé, pero su vientre esta maldecido por los dioses. El bebé no conseguirá sobrevivir al parto. Te pido que estés allí a la hora y cambies a los niños. Es importante que esto ocurra, no sólo para que mi hijo se salve, sino para que el reino no caiga en desgracia. - Juan abrió los ojos de par en par frente a tan magnífica revelación.
¿Será que perdería la oportunidad? Convencido de su misión y dispuesto a ayudarla, respondió:
- Ve en paz, reina maga. Daré mi sangre para enseñar a tu hijo a ser un gran guerrero brujo - Dijo Juan, con la cabeza baja en señal de respeto a tan evolucionado espíritu - y te agradezco mucho por cuidar de mi familia. Diles que siempre les amaré.
Elheonora se derramó en el río, como si fuese una catarata desapareciendo sin dejar vestigios. El mago oyó un susurro sonar en el oído diciéndole que no perdiese tiempo y después el silencio del bosque volvió.
- ¡Tengo que hacer algo urgentemente!
Juan salió del agua y se arregló como pudo. Cogió a Phillip, le envolvió en su manta de pelo de conejo, preparó un hechizo de transparencia corpórea y se fue...
En instantes atravesó el portal que creara, llegando al cuarto de la reina en el momento en que el parto ocurría. Tres parteras estaban agachadas, frente a la reina Mariele, que gritaba entre las sábanas, manchadas de sangre.
Juan extendió la mano y se hizo invisible, envuelto por una luz azul como si fuese un aurea. Las contracciones aumentaron y las parteras le pedían a la reina que hiciese más fuerza para que el bebé saliese.
- ¡Ay mi Dios infinito! Cómo duele...
- Más fuerza - Decía la partera que dirigía el parto.
La reina gritaba de dolor y otra mujer le ponía una toalla tibia sobre la frente para intentar aliviarla, sin éxito. La cabeza del niño salió por fin, en medio del líquido caliente. En algunos minutos el bebé nació, pero había algo equívoco, ya que sólo el silencio de la expectativa envolvía el aire del cuarto. ¿Dónde estaría el lloro del pequeño?
Mientras tanto, el rey caminaba impacientemente en la sala del trono, casi gastando el suelo por donde andaba. Estaba muy preocupado con el nacimiento del heredero y la salud de la reina. Una figura de un ángel esculpida en la pared estaba allí para proteger a la familia real; bancos tapizados en azul y pies dorados habían sido puestos en las cuatro esquinas para recibir a los visitantes de otros reinos que ciertamente vendrían para ver al príncipe o princesa que nacería. Todo estaba listo, a la espera de buenas nuevas.
En ese instante, antes de que la fúnebre verdad fuese descubierta, el mago extendió el brazo. De repente, todo cambió... El tiempo paró y las personas se quedaron estáticas. Los únicos que se movían eran Juan y Phillip. El bebé abrió los ojos. El mago le miró y sonrió.
- Estarás bien aquí, príncipe de los magos. Que los Dioses te acompañen...
Puso al niño, que también había nacido hacía poco tiempo, sobre la cama. Pasó las manos con delicadeza sobre el bebé mortinato, cogiendo la sangre y la placenta, frotándolas sobre Phillip, que quedó con la apariencia de un niño que naciera allí, en aquel exacto momento. Miró al bebé que no abriera los ojos para aquel mundo.
- Es una niña... ¡Qué pena que el destino quiso su muerte, dulce criatura! - Dijo, con lágrimas en los ojos.
Se limpió las manos en las toallas de las parteras y cambió a Phillip por la niña, en medio de la sangre fresca y las manos de las parteras. Enseguida, envolvió el pequeño cuerpo para darle un entierro decente y se acercó a la ventana. Pasó el dedo sobre el vidrio con movimientos circulares y, diciendo algunas palabras mágicas, creó un portal para volver a la Floresta Sombría. Antes de atravesar el pasaje, chascó los dedos y todo volvió a lo normal en el cuarto del parto. Pensó:
- Creo que mi plan ha salido bien y el niño será bien cuidado. Vigilaré siempre para que todo salga bien.
Pero lo que Juan había olvidado era que Klaus sentía el poder cuando utilizado. El peligro era inminente y podría destruirlo todo.
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