XXVII - Revelación

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El príncipe estaba en la biblioteca escogiendo algunos libros para llevárselos a su cuarto y leer cerca de la chimenea. Aquella noche, sus padres se habían retirado a sus aposentos más temprano, nada más cenar.

Él se había quedado despierto, solitario, caminando por el palacio; los pensamientos en Verena, mientras los guardias vigilaban los alrededores. Las estanterías repletas de libros eran una invitación para que el muchacho calmara su corazón. A él le gustaba mucho leer para, además de vivir situaciones que nunca consiguiera, aprender más sobre el mundo. Phillip pasaba horas dentro de la biblioteca y era quien más la usaba, porque los manuscritos, además de los caballos, eran su pasión. Muchas veces, cuando aún era un niño, los criados le encontraban durmiendo encima de un libro y le llevaban a la cama para que reposase.

Pero aquella noche no sería como las otras. Phillip ya había escogido su libro cuando oyó un ruido estridente que le quitó la concentración. La ventana se abrió de golpe, con el viento que soplaba. Las cortinas temblaron y por un momento pensó haber visto un bulto detrás de la cortina; guiñó los ojos y la sombra desapareció. Anduvo hasta la ventana para cerrarla cuando sintió algo extraño en la piel, como si alguien le tocase la espalda llamando su atención.

Phillip se giró y se dio de cara con dos seres espirituales, traslucidos, flotando frente a él como si fuesen más ligeros que el aire. Por la primera vez se asustó, no con los fantasmas a los que ya se acostumbrara a ver, sino porque cuando miró de reojo su reflejo en el vidrio de la ventana, percibió que sus ojos brillaban, como si estuviesen pegando fuego. El joven se pasó las manos sobre ellos y no le quemaron, haciendo que entendiese que aquello sólo podría ser magia. Pura y simple. Se sintió fuerte cuando el poder se apropió de su mente como si fuese capaz de utilizar sus ojos como ventanas para el mundo espiritual. Se dio cuenta de que la llama significaba luz y le hacía ver lo que los otros humanos jamás verían.

Los dos seres se hicieron más definidos, como si estuviesen vivos allí, frente a él: un hombre con una gran barba blanca, vestimenta de color gris claro, al lado de una bella mujer con un vestido rosa claro, ambos envueltos por un aura azul.

— ¡Calma, hijo mío, no te asustes! Soy Elheonora, tu madre.

El muchacho la miró, en completa descreencia. Sabía que su madre era la reina Mariele. ¿Qué estaba diciendo aquella mujer?

— Yo me llamo Agathor y quiero decirte también que soy tu padre.

— ¡Debéis estar locos! Yo ya tengo padres.

— Nosotros lo sabemos todo, Phillip. Tú eres un privilegiado, hijo mío, por ver el mundo real y el espiritual. Y no le cuentes nada de lo que vas a oír ahora a nadie. No lo entenderán y podrán acusarte de brujería, lo que es una acusación seria que puede llevar a la muerte — Agathor le avisó.

— Debo estar soñando... No es posible que esto sea real — dijo el joven.

— Presta mucha atención a lo que voy a decirte, Phillip — Elheonora susurró.

Ellos miraron hacia la puerta que estaba entreabierta, y esta empezó a cerrarse lentamente. Phillip pensó en huir en aquel momento, pero la cerradura de la puerta se cerró silenciosamente.

— ¡Por favor hijo, escúchanos! Aunque grites ahora o golpees la puerta, nadie te oirá. Lo que vamos a contarte es muy importante para tu vida — dijo Agathor.

— Alguien muy poderoso te perseguirá para matarte. Él no medirá esfuerzos para destruirte, así como a cualquier persona que se meta en su camino — le reveló su madre.

— ¿De quién estáis hablando? El ejército de mi padre puede destruir a cualquiera que quiera matarnos.

— Este hombre que vendrá a por ti tiene gran poder y una criatura espiritual llena de trucos le acompaña. Él quiere ser el único brujo vivo sobre la faz de la Tierra y cuando sepa de tu existencia, saldrá en pos de ti tan seguro como la noche sucede al día.

— ¿Brujo? ¿Yo? — Phillip sonrió mientras sus ojos continuaban llameantes. — Podéis iros. No me creo nada de lo que estáis diciendo. Todo eso sólo puede ser un montón de mentiras... Brujería pertenece a los cuentos de hadas.

— Hemos venido aquí esta noche, querido Phillip, sólo porque te amamos. No nos es permitido transitar por el mundo real ahora que estamos muertos. Pero, si no hiciéramos nada, tu destino sería tenebroso — Replicó su madre.

— Necesitamos que nos escuches y evites que toda tu familia muera, así como ocurrió con nosotros cuando tú eras un bebé. Para tu suerte, un mago del bien consiguió cambiarte por la hija del rey Albert, que nació muerta. Eso proporcionó a tus padres adoptivos una gran felicidad y, con eso, tú ganaste un buen hogar para vivir. Ellos no pueden saber sobre esto, porque tú eres la principal razón de sus vidas — Dijo Agathor. — El mago que te salvó años atrás te contactará en breve. Su nombre es Juan. Sigue sus enseñanzas ciegamente, pues de este modo aprenderás a ser un brujo y tendrás más oportunidades de alcanzar la victoria.

— Entonces yo no soy el hijo de mis padres — Dijo Phillip, con los ojos llenos de lágrimas, perdido ante tantas informaciones. — ¡Eso es mentira! — Gritó, aunque en su corazón sintiera que era verdad.

— ¡Mi dulce muchacho! Ellos son tus padres ya que te criaron con cariño. El amor es lo que une a las personas, más que cualquier otra cosa. Ni sé si debíamos revelarte que somos tus padres también, pero pensamos por bien decirte la verdad porque esta dura para siempre y así, fortalece nuestras almas.

Phillip se quedó paralizado como una estatua frente a tales secretos. Antes de que se manifestase, sin embargo, vio que alguien, o mejor diciendo, un ser de luz, les llamaba. Ellos estaban siendo convocados para volver al mundo de los muertos.

— Es hora de despedirnos, querido mío. — Avisó Elheonora. Estate atento a todo lo que te hemos dicho. El mundo es muy peligroso y aprender a lidiar con él es la mejor forma de que sobrevivas.

— Adiós, mi hijo querido. Sé un buen hombre y que las fuerzas espirituales siempre te protejan. — Dijo su padre, Agathor.

Ellos caminaron en dirección a un túnel iluminado, que surgió de repente, haciendo que toda la biblioteca desapareciese. Se dieron las manos y caminaron en compañía del otro ser, envueltos en una luz tan intensa que cegó a Phillip por algunos instantes.

Cuando el príncipe volvió a ver, todo había vuelto a lo normal. No restaba ningún vestigio de la presencia sobrenatural. Phillip levantó la mano, retraído, para despedirse, aunque tardíamente, pero en el fondo de su alma estaba incrédulo, incluso con eventos tan fantásticos. El tiempo confirmaría que todo aquello era real. Desistió de leer aquella noche y fue a su cuarto pensativo.

— ¿Quién eran aquellos seres? ¿Serían, de hecho, mis padres? ¿Y yo, un brujo? Siento muchas cosas extrañas y no puedo contárselas a las personas, como hablar con los animales y algunas premoniciones. ¿Pero convertirme en un brujo del día para la noche? ¡Eso no puede ser verdad! ¿Y en cuanto a mis padres? ¿Será que soy un hijo adoptivo? ¿Y quién será este viejo que voy a encontrar?

Muchas dudas pairaban en la mente del muchacho, pero en breve muchas certidumbres las sustituirían.

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El Hombre FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora