XVIII - El Encuentro

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El brujo sombrío, escoltado por la criatura de las tinieblas, caminaba cuando se deparó con la entrada de la caverna. Suspiró ansioso con la posibilidad de poseer el libro. El brujo entró en la caverna y la encontró vacía.

— ¿Dónde está aquel viejo desgraciado? — Gritó, la voz resonando en el fondo de la gruta, llena de rabia.

Escudriñaron cada centímetro del lugar tras el objeto precioso y nada. Cogió un polvo que tenía en el bolsillo, se lo puso en la palma de la mano y lo sopló en el aire.

Era un encantamiento para revelar la presencia de objetos mágicos, pero no surtió efecto.

El monstruo de las tinieblas también miraba los alrededores con sus ojos rojos buscando vestigios de magia o seres espirituales, pero su esfuerzo era inútil.

De repente, sombras aparecieron en la entrada. Era Luna Negra que entró en la caverna con sus ojos amarillos iluminados por la luz de la Luna. Poco después de él, un ave sobrevolaba el lugar. Era el cuervo que graznaba llamando a Klaus y a Fratello. El búho de Juan surgió enseguida, clavando sus garras en la rama del árbol cerca de la caverna. Por fin, el águila cercó al cuervo, que voló directo hacia el hombro de su amo.

Como si esperase a que todos estuvieran presentes, Juan apareció en medio de la noche, entrando en la abertura de la gruta:

— Finalmente he encontrado al mago más famoso del mundo de los hombres — Comentó Klaus, disimulado con uma sonrisa. — ¿Falta llegar alguna mascota para nuestra fiesta?

— Voy a transformarte en el brujo más ridiculizado del mundo de los espíritus. Porque es para allá que voy a mandarte a ti, a tu pájaro maldito y a esa criatura que nos está acechando.

El mago percibía al replicante en la parte oscura de la caverna como una serpiente lista para dar el salto. Los ojos rojos aparecían en medio de la oscuridad y Juan podía verlos claramente.

— Para un viejo, me pareces muy valiente. Pero pienso que si fueses tan listo no habrías sido preso por los españoles que mataron a tu familia.

El mago se entristeció, recordando todo lo que le había ocurrido. La rabia, incitada por las palabras venenosas que Klaus había proferido, le enervó.

— Brujo mal amado, lo que sabes tú de mi vida no es ni la mitad de lo que pasé. Tú no tienes piedad de nadie y mucho menos tienes una familia que sienta tu falta. Tú eres un asesino impiedoso. Veo tu aura gris oscura rodeada por el más puro mal. Consigo sentir tu sed de poder que sobrepasa los límites de los sentimientos humanos y del código de honor de la magia.

— ¿Código de honor? Ni sabía que eso existiese. Basta de tonterías, viejo. ¡Dame el Libro de las Almas y te dejaré vivir!

— No sé de lo que estás hablando.

— Con el poder de la magia en mí, vi que el libro está escondido en tu caverna, así como al niño que te llevaste el día en que maté a todos los brujos del Cónclave... El miserable hijo del Rey de los Magos, Agathor. ¿Por qué le salvaste? — Preguntó, insidioso.

— ¡Basta de conversación inútil! Tú tendrás el libro — o cualquier otra información sólo pasando por encima de mi cadáver. — Dijo Juan, levantando el cayado.

El objeto irradió una luz y la criatura maligna también se manifestó. El lobo entro en la caverna y se alistó al lado de su señor. El búho observaba curioso el desarrollo de los hechos.

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