XXXVI - Perdido

54 8 0
                                    

Phillip despertó, de repente. Abrió los ojos, sin tener ni idea de dónde estaba. Todo estaba oscuro a su alrededor y él no imaginaba qué lugar era aquel, adonde Juan le había enviado.

Juan, Verena, cuánta tristeza... ¿Cuánto sería capaz de soportar más? ¿Será que ser el portador de la magia era perder a todos los que amaba?

Phillip miró a todos los lados, intentando acostumbrarse a la oscuridad. Necesitaba descubrir dónde estaba, si allí había algún peligro real. Fue en ese instante que percibió que estaba cercado de gente, bultos parados en las más diversas posiciones. El joven mago se levantó de un salto y reculó, la espada automáticamente empuñada en las manos, listo para defenderse.

— ¿Quién está ahí? — Indagó. ¿Será que Klaus ya había descubierto dónde estaba? ¿No tendría ni un poco de descanso? Dio algunos pasos atrás, preocupado con lo que estaba pasando, cuando tropezó en algo.

Se giró repentinamente y golpeó con su espada, sin pensar. Oyó sólo el ruido hueco de la hoja golpeando la piedra. Con un suspiro, vio que era sólo una estatua de mármol, como aquellas que se ponían en las fuentes del castillo, o incluso dentro de la capilla. Phillip sonrió, creyéndose bobo por haberse asustado con aquello, y pensó que tenía que salir de allí. Dio algunos pasos hacia delante cuando, súbitamente, una claridad inundó sus ojos, cegándole por un momento. Phillip gritó, asustado, ya que era como si varios soles le cercasen, pero sin transmitir calor. Que hechicería era aquella que no conocía.

— ¡Quieto! ¡Levanta las manos! Baja la espada lentamente...

Cuando su vista se acostumbró, vio que estaba rodeado. Varios hombres estaban a su alrededor, con ropas grises y sombreros diferentes, de un paño que no sabía definir cuál era. En la mano de cada uno de ellos había una pieza de hierro, algo que nunca viera antes. No sabiendo que armas eran aquellas, si eran mágicas o no, decidió no reaccionar y obedecerles. Irguió las manos y soltó la espada, como le fue pedido. Primero necesitaba entender lo que estaba pasando.

Phillip miró su reflejo, por el vidrio de un cuadro. Se asustó al ver cómo sus facciones habían cambiado al ser tocado por el Libro de las Almas. ¿Entonces sería aquel el rostro del Hombre Fantasma? ¿Quién sería él ahora? ¿En qué se transformara? Lleno de dudas, chascó los dedos y volvió a su forma normal. Súbitamente, como si aquel conocimiento ya fuese parte de él.

Asustados, los hombres dieron un paso atrás al verle transformarse. Por lo visto ellos no eran magos o hechiceros. Todos apuntaron la pieza de hierro hacia él, y antes de que hiciesen algo, Phillip dijo:

— ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estáis apuntando esos objetos hacia mí? — Preguntó.

— Date preso por invasión de patrimonio público — Dijo uno de ellos.

Phillip no sabía lo que estaban diciendo. Se sentía perdido, acorralado, con miedo de lo que pudiese pasar. Sin que se diese cuenta, dos hombres se aproximaron y prendieron sus muñecas con dos pulseras de metal.

— Tienes el derecho de quedarte callado. Todo lo que digas a partir de ahora podrá ser usado contra ti en un tribunal...

Mientras hablaban, se llevaron a Phillip afuera de la sala. Así que la puerta se abrió su boca y sus ojos se abrieron de par en par, de espanto.

Había una cacofonía de sonidos que él no conseguía definir. Quería taparse los oídos, pero no lo conseguía. Personas de los más variados tipos, con ropas que nunca había visto, le señalaban. Mujeres con ropas justas que daban para ver sus cuerpos en todos los detalles le dejaban muy avergonzado. Pero lo que más le dejó espantado fueron las carrozas de aquel pueblo. Ningún caballo las dirigía, e iban a una velocidad que nunca imagino capaz. Los caballos también habían cambiado. Habían disminuido las cabezas y sus patas fueron transformadas en círculos negros, que giraban sin parar, causando movimiento.

Había castillos gigantescos, torres cuya altura se perdía de vista.

— ¡Vamos, muévete! Tú tienes muchas explicaciones que dar en la comisaría — dijo uno de los hombres, llevándole a una de las carrozas misteriosas.

Maravillado e impresionado, Phillip sólo conseguía murmurar una cosa frente a aquel lugar impresionante.

— ¿Dónde será que estoy? ¿Juan, adónde diablos me mandaste?

Fin

______________________________

Lee El Hombre Fantasma 2 - El Libro de los Muertos (Fantasía)

Lee también la trilogía Los Hijos del Tiempo aquí en Wattpad... (Sci-fi)

El Bisturí de Oro (Romance policial)

 La Luna de La Muerte (Sci-fi)

 La Luna de La Muerte (Sci-fi)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Hombre FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora