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Un año después.

Jeong Jungkook, hijo del formidable Jeon, finalmente había vuelto a casa. Podía sentir el conocimiento en lo profundo de su ser, llenándose todas las partes de su alma excepto una y reafirmando la decisión que había tomado un año atrás en una lluviosa noche de Boston.

De pie en la cubierta superior del Nauti Wet Dreams mientras navegaba lentamente por el Lago Cumberland, respiró profundo y relajado y sintió que algo dentro en su interior poco a poco se aflojaba aún más. Cierta tensión interna, una profunda añoranza que al fin se había detenido.

Su padre se había ido de Kentucky años antes, mucho antes de que Jungkook hubiera nacido, y se había limpiado el polvo de las montañas de Kentucky de los pies. Desafortunadamente, como a él le gustaba afirmar, algo de eso había logrado adherirse a sus hijos.

Una de sus hijas y también su único hijo, habían vuelto a Kentucky.

Las montañas se elevaban a su alrededor como brazos reconfortantes, anidándolo dentro de un fuerte y abrigado abrazo. Un susurro de brisa se movía por entre los árboles y encima de los hombros sudados de Jungkook, mientras que los calientes rayos de sol le bronceaban más aún la piel una vez pálida.

Se sentía más fuerte aquí, más responsable. Se sentía como si, por primera vez en treinta y dos años, finalmente fuera él mismo.

El sol le había decolorado el grueso cabello marrón oscuro casi a marrón claro, oscurecido la piel y puesto pequeñas arrugas en el rabillo del ojo. El duro trabajo físico de ayudar a su hermana y su marido a edificar su casa y reconstruir el bar que había sido incendiado por un pirómano el año anterior, le había perfeccionado los músculos y esculpido el cuerpo.

Estaba en buena forma antes, pero ahora se sentía en su mejor momento. Se sentía revitalizado y vivo.

La casa flotante que había comprado en el puerto deportivo Mackay era perfecta. Una casa flotante que satisfacía la necesidad de apartar la conformidad y abrazar esa vena de fiereza gitana que su padre siempre había mirado con el ceño fruncido. Le daba paz. O por lo menos una gran parte de la paz que había estado buscando.

Por primera vez en su vida, Jeong Jungkook estaba cerca de encontrarse satisfecho. Si existía alguna pequeña y molesta preocupación que continuaba aguijoneándole, entonces luchaba por ignorarla. Nada era perfecto. Ninguna vida era completamente plácida, pero él estaba tan cerca como nunca había estado de eso.

Si lo perseguían sueños de una mujer, de una noche de la que no estaba muy seguro y de un placer tan perfecto que no podría ser real, entonces trataba de dejarlos atrás.

Aparte de esa noche, de esa mujer, finalmente había encontrado un lugar al que pertenecía.

Ahora comprendía por qué su hermana había luchado contra la insistencia de la familia para que regresara a Boston cuando las personas de este condado se habían vuelto en contra de ella por un corto tiempo. Porqué la gitana dentro de ella se había revelado y había regresado a donde las montañas alentaban esa chispa de fuego rebelde en su interior.

Él entendía cosas ahora que nunca había comprendido antes y las penas que una vez habían llenado su vida comenzaban a desvanecerse.

Todas menos una.

Sacudiendo la cabeza, se negó a permitirse contactar con ese pensamiento de nuevo. Estaba bajo el sol, el agua lamía el barco mientras navegaba suavemente a lo largo del canal. Por encima, un águila surcaba los cielos y llamaba a gritos a su compañera mientras un coyote lo observaba con desconfianza desde la orilla lejana.

Los ciervos pastaban en un pequeño claro cerca del agua enfrente del coyote, como si se burlasen de su incapacidad por alcanzarlos a tiempo para una comida. Le recordó a la mujer en quien se negaba a pensar y a los meses que había pasado tratando de encontrarla.

ㅡ 𝕷𝖚𝖘𝖙𝖋𝖚𝖑 𝖐𝖎𝖘𝖘𝖊𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora