Capítulo III

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Cati

Y ahí estaba yo, en el puto aeropuerto, esperando el vuelo para ir a un lugar al que no quería ir. Y que en realidad no era el maldito lugar al que íbamos, y tampoco me molestaba ver a mis tíos, ni siquiera a mi estúpido primo, me molestaba el momento en el que teníamos que irnos. Si hubiera sido en tres meses, o seis meses no me hubiera importado en lo absoluto, pero si me molesta ahora que me quiten las, quizás, últimas vacaciones que pasaré con mis amigos antes de que cada uno empiece la Universidad, y también para estar con Ben.

Pero qué más da, no tengo decisión según mi madre, y en lo que conlleva términos legales tenía toda la razón. La única alternativa que había estado pensando, no me salió, y era que mi padre no firmara los papeles para que yo saliera del país, pero cuando le dije, su respuesta fue que él ya había firmado como unos cinco meses atrás. Genial. ¿Nadie iba a preguntarme nada acerca de todo esto? ¿A nadie le importaba qué era lo que yo quería? No, parece que no. Y no quiero ser egoísta, pero vamos, merezco un poco de reconocimiento. Terminé con el mejor promedio el colegio, logré una beca para una de las universidades más prestigiosas del mundo, estudiaré leyes para seguir con el negocio familiar, siempre he hecho todo al pie de la letra, ¿Y no me dan la posibilidad de opinar de lo que pienso?. No me parece justo.

*Los pasajeros del vuelo 1054, favor de abordar por la puerta número 6".

Y ahí estaba, el llamado hacia la pesadilla. Juro que aún tenía las esperanzas de que algo pasara, que una tormenta de nieve llegara y que se cancelaran los vuelos o que apareciera un troll gigante y destruyera el avión. Pero obviamente nada de eso iba a pasar, la primera porque estábamos en pleno enero y la segunda porque lamentablemente los trolls no existen.

Atravesamos la estúpida puerta número seis, caminamos por un largo pasillo, hasta llegar a otra puerta, y ahí estaba el avión. Lo abordamos, y en menos de veinte minutos, sonó por los altavoces la voz del piloto presentándose y pidiendonos que abrocharamos nuestros cinturones y disfrutaramos del vuelo.

Jason estaba coqueteando con las azafatas como lo hacía cada vez que viajabamos, y mi madre leía uno de sus libros. Y yo, bueno, hacía lo que podía para no pensar. Iba del lado de la ventanilla, sin dudas volar es algo increíble, así que disfruté de aquella hermosa vista y deje que los problemas se quedaran en la nubes.

"Queridos pasajeros, ya hemos llegado a destino. En unos minutos podrán bajar del avión. Gracias por volar con nosotros."

Me desperté con el sonido de los parlantes que anunciaban que ya habíamos llegado. Rayos. Me relaje tanto que me terminé durmiendo.

Bajamos del avión, y fuimos en busca de nuestras maletas. Al darnos vuelta escuché como mamá gritaba, y empecé a buscar entre la gente alguna cara conocida y ahí estaban: mi tía Herm, tan hermosa como siempre, y estaba él, Alan. Mamá corrió a abrazar a la tía, Jason y Alan se dieron un fuerte apretón de manos, seguido de un abrazo y golpes en la espalda, que seguro dolían mucho, ¿Por qué los hombres se saludan de esa manera?. Una vez que la tía se despegó de mamá, se voltio hacia mi y volvió a gritar. Dios mío, iba a volverme loca. Puse la mejor cara que pude, después de todo también me alegraba verla.

- ¡Oh santo cielo Cati, cariño, estás tan grande y hermosa! Mírate cuánto has crecido mi niña - me jaló hacia ella y me dio un fuerte, demasiado fuerte, abrazo.

- Yo también me alegro mucho de verte tía, te ves tan bien como siempre - le dije una vez que recuperé el aire.

Una vez terminados los saludos, nos dirigimos a la salida, para ya por fin ir a "casa". Cuando sentí en mi espalda dos toques y cuando me di la vuelta estaba él.

- ¿A mi no me saludas primita? - me dijo con su sonrisa seductora.

- Oh, Hola Alan - le dije lo más seco que pude y seguí caminando.

- Te he extrañado aunque no lo creas.

- ¿Ah si? Pues yo no, de hecho no tenía ganas de venir acá para verte a ti.

- Pero que humor - dijo sarcasticamente - ¿No me digas que aún sigues enojada por lo que le hice a tu diario íntimo cuando tenías cinco años?.

- Tenía nueve, y si, aún sigo enojada por eso. Gracias a ti y a tu estúpida broma, mis compañeros se rieron de mi por dos años.

- Wow, no creí que sería para tanto.

- Lo fue, ahora si no te importa quiero estar tranquila.

Maldito niño rico, tenían razón las personas al decir eso, por niños ricos como él nos metían a todos en la misma bolsa.

Y así comenzaron mis vacaciones...

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora