Capítulo IX

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Alan

Me desperté con sus  suaves caricias en mi cabello. Abrí un poco los ojos, lo suficiente para poder verla y que Cati no se percatara que la observaba. Y en un momento sus ojos bajaron a mis labios y luego una de sus manos los acarició con delicadeza. Oh Dios, si esto es un puto sueño no quiero despertar jamás.

Se sentia tan malditamente bien, sentir sus suaves y delicadas manos tocando cada parte de mi rostro, acariciaba mis labios como si... Vamos Cati, si quieres besarme hazlo. Pero no, que estúpido al pensar aquello. Ella sólo retiró su mano de mi boca, se puso de pie y se dio media vuelta para marcharse. No quería que se fuera, y entonces le hablé.

- Cati... - dije antes de que pudiera dar un sólo paso. Noté como ella se tensó.

- Oh Alan, perdón por haberte despertado - contestó agachando la mirada.

- No te preocupes, es una linda formar de despertar - Cielos Alan, controla tus palabras.

- ¿A qué te refieres?.

- Bueno... - metiste la pata idiota - yo sólo... Bueno me refiero a que es lindo despertar y tener a mi prima conmigo - respondí rascando mi cabeza.

- Oh... claro. Bueno te dejaré dormir, adiós - dijo dándose la vuelta.

- Espera Cati.

Volteó a verme - ¿Si?.

- No te vayas, quédate aquí conmigo - le dije casi suplicando.

Ella lo dudó unos segundos - De acuerdo - respondió finalmente, sonriendome.

- Ven - toqué el sofá para que se sentara a mi lado. Ella se acercó, mirándome,  y tomó asiento.

Y cuando la tuve ahí, tan cerca de mi, sentia que aún no era suficiente, la tenía cerca, pero yo sentia que nos separaba un gran acantilado. Ella me miró, y me sonrió, y juro que nunca en mi puta vida he visto algo más hermoso que su sonrisa, y entonces la abracé, porque quería, y porque necesitaba sentirla más cerca de mi. Cati hizo aún más intenso el abrazo, y no pude evitar que mis labios esbozaran una sonrisa. ¿Y qué? Si sentia que ahí en ese momento era inmensamente feliz, y que la vida y el destino te lo ponían demasiado difícil. Porque se que somos familia, pero eso no evitó que yo sientiera lo que estoy sintiendo ahora mismo, no pudo evitar que me enamorara estupidamente de mi prima, y la verdad que no me importa.

- Te quiero Alan - me susurró en mi oído.

¿Acaso uno puede alcanzar su máximo nivel de felicidad, y aún así seguir subiendo y subiendo hasta ya ni siquiera saber en dónde estoy? Era como estar ebrio, no sabía dónde estaba, sentia que volaba, sólo era ella.

- Yo también te quiero Cati.

Y tal vez te quiera más de lo que debería.

Cati finalizó el abrazo, y en el instante en el que su cuerpo se apartó del mío sentí un leve frío recorrer por el mío. Es increíble todo lo que ella me provocaba, todo lo que ella podía lograr en mi.

- Se que si me voy a la cama no podré dormir... - dijo.

- ¿Un mal día?.

- He tenido mejores - respondió con una sonrisa de lado.

- ¿Tengo que preocuparme? - pregunté, conocía a Cati, jamás demostraba si se sentia mal, y que me haya dicho eso si, me preocupaba.

- No, para nada.

- Como digas - respondí levantando mis hombros - ¿Qué quieres hacer?.

- Podemos mirar una película, y bueno un poco de hambre tengo.

- Ahora que lo dices, a mi también me dió hambre. ¿Pedimos algo?.

- Podemos hacer algo nosotros Alan, no hace falta.

- Yo sólo se hacer muy buenos desayunos, nada de comida.

- Okay - rodó los ojos - cocinaré yo.

- No por Dios, no quiero morir, soy muy joven y sexy - dije tapando mis ojos con una mano y haciéndome el sufrido.

- Ja, eras taaaaan gracioso - respondió con sarcasmo.

- En la nevera puedes encontrar todo lo que necesites, yo buscaré una película. ¿De qué te gustan? ¿De terror? ¿De acción? ¿De ficción?.

- Romance.

La miré con mala cara - ¿Es enserio?.

- No idiota, una buena de terror está genial.

- Esa es una respuesta inteligente primita.

Cati se encontraba en la cocina, y en verdad lo que estaba haciendo olía delicioso. Me acerqué a ella.

- Creo que eso se te quemó - le dije haciendo cara de desagrado para molestarla.

- Cuando pruebes mis spaghettis te arrepentirás de haber dicho eso - dijo amenazandome con una cuchara de madera. Yo levanté mis manos en señal de rendición y Cati sonrió.

- ¿Tendré que esperar mucho para darte mi veredicto? Porque tengo demasiado hambre Cati.

- No, en unos cinco minutos estarán listos.

Dicho eso, me acerqué al refrigerador y saqué una botella de jugo de naranja.

- ¿Quieres jugo o una Coca-Cola? - le pregunté. Cati estaba sirviendo los spaghettis en los platos.

- Jugo está bien - me sonrió - Ya está la comida.

Los dos nos sentamos en el sofá, cada uno con un enorme plato de spaghetti y dos vasos de jugo, que colocamos sobre una pequeña mesa que puse delante del sofá para que fuera más fácil y cómodo comer. Me levanté a poner la película y volví a mi lugar. Empezamos a comer.

- ¿Y? ¿Ricos no? - me preguntó cuando en menos de un minuto tenía la mitad del plato vacío. ¿Qué? Tenía hambre.

- Están pasables, le faltaron sal - contesté con la boca llena, en verdad estaban riquísimos.

- Si claro, te gustaron es más te encantaron. Aparte es tu comida favorita, ¿Verdad Alan?.

- ¿Aún lo recuerdas? - la miré realmente sorprendido.

- Claro que lo recuerdo, cuando éramos niños siempre le pedias a mi mamá que te los preparara.

- Si, ¿Eran buenos tiempos no crees? - de pronto me agarró cierta nostalgia al recordar aquello.

- Si, los eran - sonrió de lado.

Un silencio inundó la habitación, pero no era un silencio incómodo. Tener a Cati conmigo por más que no dijéramos ninguna palabra era reconfortante.

Veíamos la película, y la verdad no se en qué momento terminamos ambos mucho más cerca de lo habíamos estado. Y cuando la miré, noté que tenía salsa al costado de su boca y me reí.

- ¿Qué te sucede? - me preguntó mirándome confundida.

No le respondí, sólo pasé mi dedo pulgar para limpiarla. Y no pude evitar mirar sus labios, luego a sus ojos, y nuestras miradas se encontraron, parecía que éramos dos polos opuestos de un imán, porque cada vez nuestros rostros estaban más y más cerca, podía sentir su respiración, mi corazón latia a mil por hora.

Estábamos sólo a milímetros.

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora