Capítulo VIII (parte uno)

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Cati

Habíamos terminado de almorzar ya, la comida consistió en una deliciosa carne con crema de leche y unas papas al horno que estaban para morirse.

Al terminar de comer, me levanté y pedi permiso para poder levantarme de la mesa. Subí hasta mi habitación, ya llevaba tres días acá y no había tenido ningún mensaje o llamada de Ben, lo que me parecía extraño. Me recosté en la cama, mirando la pantalla de mi celular, suspiré, ninguna señal de mi novio. Se nota que realmente me extraña muchismo, nótese el sarcasmo.

Siento mi celular vibrar reiteradas veces en mi pecho, me había quedado dormida. Lo tomé, y con los ojos entre cerrados por la luz que la pantalla emitía, vi que era una llamada de Ben.

*Llamada entrante de Amor* el celular seguía vibrando, por una extraña razón no quería hablar con él. Dejé el aparato en la mesita de noche, ignorando su llamada. ¿Pero qué se piensa? ¿Que después de tres días sin mandarme siquiera un puto mensaje y sin responder los que yo le había enviado, iba a hacer como si nada ha pasado? Pues si piensa eso está bastante equivocado, idiota.

El celular volvió a vibrar, era un mensaje ésta vez, así que lo abrí.

De: Amor.
Cati atiende el celular, necesito hablar contigo.

Opté por responderle, estaba enojada y no quería hablar con Ben, por eso le respondí, para que dejara de molestarme.

Para: Amor.
No quiero hablar contigo Benjamin, deja de molestarme.

De: Amor.
Entonces ya lo sabes?.

El mensaje me desconcertó, ¿de qué habla? ¿saber qué?.

Para: Amor.
De qué mierda hablas?

De: Amor.
De verdad lo siento princesa, Perdóname.

Para: Amor.
Benjamin no entiendo nada. Que te perdone qué?

De: Amor.
Atiendeme el celular y hablamos por llamada.

Para: Amor.
No quiero hablar contigo, ya dime lo que tengas que decir.

De: Amor.
Cati, el día que te fuiste, yo me sentí muy mal. Salí con mis amigos en la noche, con Alexis y Esteban, fuimos a un bar a tomar. Tomé demasiado. No sabía que hacía, en verdad Cati, no lo sabía.

Para: Amor.
Qué hiciste Benjamin?. Ya dilo de una maldita vez.

De: Amor.
Bueno, está bien. Ya habíamos tomado demasiado, cuando unas chicas se nos acercaron, hablamos, nos reímos, seguimos tomando. Alexis se fue con una de ellas a los baños, Esteban se fue con la otra a unas mesas más apartadas, y yo me quedé con la última. Al principio ella no me insinuaba nada, pero luego la conversación comenzó a tomar otro rumbo, y cada vez se acercaba más a mi. Quise apartarla, lo juro, pero ella literalmente se me lanzó Cati.

Para: Amor.
Sólo dime qué pasó.

De: Amor.
La besé.

Para: Amor.
Sólo eso?

De: Amor.
Luego nos fuimos a un motel y... Bueno. Tú sabes. Como lo siento Cati.

No respondí, me quedé paralizada. No podía creer lo que mis ojos acababan de leer. Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Esto no podía ser real. Leí la conversación varias veces más, sin todavía poder creer que aquello había pasado realmente, que no estaba soñando. ¿Y si era una broma? Pensé por un instante, pero descarté la idea, Benjamin puede ser capaz de cualquier cosa, pero no de jugar con algo así.

El celular volvió a vibrar varias veces. Eran mensajes de él.

De: Amor.
Cati?

De: Amor.
Por favor respondeme. Te lo ruego princesa.

De: Amor.
Te pido perdón Cati, de verdad. Estoy arrepentido.

No podía seguir leyendo aquello. Apagué mi celular y me volví a recostar en la cama. Mi mirada se centró en el techo, en el habían estrellas, muchas estrellas y planetas, de esos que brillan en la oscuridad, ahí estaban, brillando para mi. Me hicieron sonreír. Alan las había colocado cuando éramos niños.

Otra lágrima cayó por mi mejilla, y luego otra, y otra. Y sin darme cuenta, estaba llorando, las lágrimas brotaban sin que yo pudiera detenerlas. Me dolía, dolía tanto. No lo entendía, creí que Ben era diferente, que no era como el resto. Me senté en el piso, poniendo mi espalda contra la cama, abrazando mis piernas, y las lágrimas seguían cayendo. No se detenían.

Sentí el sonido de la puerta abrirse, yo seguía en el piso, pero ya no lloraba. Quise decirle a quien quiera que fuera, que se marchara, pero no me salía la voz.

- ¡Cati! - gritó mi hermano acercándose rápidamente a mi, preocupado y lo entiendo. No era de demostrar mis sentimientos, y las cosas que me dolían, simplemente las ocultaba. Debe ser extraño para Jason verme en el estado en que me encontraba - ¿Qué pasó pequeña?.

- Jason - alcancé a decir con un hilo de voz, y mis ojos se llenaron nuevamente de lágrimas. Mi hermano me abrazó rápidamente, y en sus brazos lloré, otra vez. Jason no decía nada, sólo me abrazó más fuerte y acariciaba mi cabello. Agradecí que no dijera ninguna palabra, sólo necesitaba que estuviera ahí conmigo.

Era suficiente, no tenía más lágrimas, pero sentí un alivio inmenso. Me separé de mi hermano y éste me miró, puso sus manos en mi rostro y con sus pulgares limpió con cuidado mis ojos. Le dediqué una sonrisa que éste me devolvió.

- Tranquila hermanita, aquí estoy contigo. Se que no es el momento para preguntar qué pasó - sonreí y negué con la cabeza - y lo entiendo, te daré tu espacio, y cuando estés lista me cuentas.

- Está bien, gracias hermano - siempre hemos sido muy unidos, él siempre estaba para mi, y yo siempre estaba para él. Nos contábamos todo, y nos apoyamos mutuamente.

- Hagamos algo, ¿quieres? - preguntó con una sonrisa. Agradecía que hiciera cosas como ésta.

- ¿Algo como qué? - puso su mano en el mentón, pensando.

- Ya se, vamos a recorrer la cuidad, comemos algo y luego damos el paseo. Y no acepto un no como respuesta.

- Está bien, vamos - le dije sonriente.

- Ven - se levantó del piso y extendió sus brazos para levantarme a mi también - Ahora cambiate, y ponte aún más linda de lo que eres. Y cuando estés lista bajas ¿De acuerdo?.

- De acuerdo - me dedicó una gran sonrisa y salió de mi cuarto.

Solté una gran suspiro, y me dirigí al baño. Al mirarme al espejo era un desastre, el delineador se había corrido, y parecía sacada de una película de terror. Lavé mi rostro, y salí. Entré ésta vez en el armario, para buscar qué ponerme. Hacía frío, así que descarté un vestido que había sacado. Terminé eligiendo unos jeans negros ajustados, una camiseta negra, y un suéter color rosa. En los pies opté por unas botas cortas de tacón negras. Me peiné el cabello y lo dejé suelto, me maquillé un poco, tomé mi bolso, con todo lo necesario en él y bajé.

Jason ya estaba listo. Tenía puesto unos jeans azules, una camisa blanca, un suéter negro y zapatos negros también.

Me miró y me dedicó una tierna sonrisa.

- ¿Lista pequeña?.

- Lista - le sonreí.

- Okay, vámonos.

Nos dirigimos hasta la puerta de entrada, tomamos nuestros abrigos del mueble del costado, en dónde los guardabamos cada vez que entrábamos en la casa, y salimos.

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora