Alan
Cuando la alarma sonó, a las 6:15 am como todos los lunes, caí por completo en la realidad. Era hoy. Hoy llegaban, mi tía, Jason y... Cati. Me sentia estúpido, y nervioso. Tan estúpido por lo que me provocaba tener que verla, y nervioso porque no se de que manera iba a actuar al tenerla justo en frente de mi, al ver sus bellos ojos azules.
Oh vamos Alan, sólo es una niña, sólo es tu prima, tú puedes con ello. Me repetía eso una y otra vez en mi cabeza, pero no había manera de sentirme mejor. Me quedé sentado a la orilla de la cama, como por media hora como idiota, recordando la última vez que vi a Cati. Yo tenía trece años, y ella tan sólo nueve. Éramos unos niños. Mucho antes de eso nos llevábamos de maravilla, nos pasábamos horas jugando, y riendo. Hasta que todo comenzó a cambiar, yo cambié en realidad. Quizás fue sólo un sentimiento estúpido de un niño de trece años, pero ¿Y si no fue así?. Cati me detestaba y lo entiendo, me metí con algo que a ninguna chica le gusta que le toquen, su 'diario íntimo'. Creo que fue por celos, o por idiota, no se en relidad. Pero lo que si sabía es que esa niña provocaba algo raro en mi interior, algo que ninguna de todas las chicas con las que he estado me ha hecho sentir. Y me asusta que cuando vuelva a verla, esos sentimientos no se hayan apagado, o peor sean aún más fuertes.
Molesto tomé la toalla, y me dirigí al baño, necesitaba una buena ducha de agua fría.
El avión llegaba a las 10 am, tenía tiempo. Me vestí, con unos jeans oscuros y una camisa blanca, unos zapatos negros y mi chaqueta de cuero negra. No tenía ganas de prepararme el desayuno, así que tomé mis llaves y mis lentes Ray Ban. Bajé en el ascensor hasta la cochera, monté mi bello Mustang y conduje hasta encontrar una cafetería.
- ¿Qué desea tomar señor? - la chica me miraba como si fuera una doble cuarto de libra. Le sonreí, me gustaba aquello, me gustaba ver como las mujeres morían por mi.
- Un café doble con uno de azúcar por favor.
- ¿Desea algo para comer? - me preguntó tímidamente.
- Quizás ¿Qué puedes ofrecerme? - pregunté mirándola fijamente a los ojos.
- Oh, la la las tortitas de manteca son un un una delicia - respondió tartamudeando, sin dudas había logrado ponerla nerviosa.
- Traeme tres entonces.
- Enseguida le traigo su pedido- se giró y se fue a dejar mi orden en el mostrador y continuar tomando pedidos.
No estaba nada mal, tenía que admitirlo. Era bastante bonita y atractiva. No pasaron ni diez minutos cuando ya estaba de vuelta con mi café. Colocó con mucho cuidado la taza de café frente de mi, y luego un pequeño plato con tres tortitas al lado de la taza.
- Gracias... Mmmm ¿Tu nombre?.
- Marian - dijo con una gran sonrisa.
- Lindo nombre, gracias Marian.
Asintió sonriendome y se marchó. Disfruté el café, que por cierto estaba delicioso, al igual que las tortitas, era un buen lugar, iba a venir más seguido, sin dudas. Al terminar, mire mi reloj, 9:15 am, aún tenía que pasar por mi madre. Le hize una seña a Marian para que me trajera la cuenta.
- Aquí tiene señor.
- Oh por favor, dime Alan.
- Bueno Alan, aquí tienes la cuenta.
- Gracias Marian, otro día nos veremos.
Una vez que se fue, saqué mi billetera y dejé el dinero en la mesa, y una buena propina para la hermosa camarera. Salí del café y una vez más me subí a mi Mustang para ir por mi madre.
En quince minutos ya estaba en la mansión, eso fue rápido. Bajé del coche y subí las escaleras hasta llegar a la puerta de entrada. No alcancé a poner mi dedo en el timbre, que mi madre ya había abierto la puerta y...
- Al fin llegas niño, mira la hora que es.
- Hola mamá.
- Te dije que estuvieras aquí a las nueve en punto Alan.
- Yo estoy bien mamá, ¿Y tu?.
- Tenemos como una hora hasta el aeropuerto, llegaremos tarde.
- Oh basta mamá, ya basta, deja de gritar. Llegaremos bien. Vamos, sube al auto.
- Oooooh no Alan, no iremos en tu coche- La miré confundido.
- ¿Cómo? ¿Y en qué iremos?.
- Iremos en mi camioneta.
- ¿Qué? No no no, yo no conducire esa cosa, si quieres ir en ella conduce tu.
- Sabes que ya no puedo conducir, NO SEAS TAN CAPRICHOSO Y TRAE LA MALDITA CAMIONETA - me gritó - ¿Entiendes cariño?.
- Si mamá - puse los ojos en blanco, ya entiendo de dónde saqué mi carácter.
Subimos a la camioneta, si es que se le puede llamar así, por Dios, nunca creí que yo iba a conducir esta cosa. Es de mujer por todos los cielos.
Conduje al aeropuerto, llegamos cinco minutos tarde, estacione la "camioneta" y fuimos a ver si el avión había llegado ya. Atravesamos la puerta y nos fijamos en el tablero, si, definitivamente el avión ya había aterrizado. Nos dimos la vuelta y escuché los gritos de una mujer, maldita vieja loca. Cuando en un segundo escuché también a mi madre gritar, ¿Pero qué carajos le pasa?. Al buscar entre la gente, los vi. Ahí estaban. Mamá salió corriendo a abrazar a mi tía. Y Jason, vino a abrazarme.
- ¿Cómo estás maldito cabron? - me dijo riendo.
- Estoy bien rata apestosa, ¿y tu?.
- Estoy jodidamente bien. Me alegra tanto verte.
- A mi también me alegra verte - contesté - Estás mucho más alto y musculoso, ¿Qué has hecho en estos dos años que no te he visto?.
- He estado haciendo mucho gimnasio, y algo de boxeo. Tu no estás mal primito - rió.
- Por supuesto, conservo el glamour intacto- volvimos a abrazarnos y entonces la vi. Estaba abrazando a mi mamá.
Se sentia raro, se sentia bien. Definitivamente nada había cambiando desde aquella última vez que la vi, hace ocho años atrás.
Me quedé totalmente paralizado, note que todos se dirigían a la salida, cuando por fin reaccione y le toqué la espalda. Cuando se giró hacía mi, Santos cielos, los milagros que hace la pubertad. Estaba tan hermosa, había cambiado tanto, pero sus ojos, seguían siendo sus ojos, esos ojos que recordaba, tiernos y hermosos, igual que ella.
No digas ninguna estupidez, no digas ninguna estupidez, me repetía una y otra vez.
- ¿A mi no me saludas primita? - le dije con una voz rara, si seré imbécil.
- Oh, Hola Alan - respondió cortante.
- Te he extrañado aunque no lo creas- ¿PERO QUÉ DICES IDIOTA?.
- ¿Ah si? Pues yo no, de hecho no tenía ganas de venir acá para verte a ti - Auch, eso dolió.
- Pero que humor ¿No me digas que aún sigues enojada por lo que le hice a tu diario íntimo cuando tenías cinco años? - pregunté.
- Tenía nueve, y si, aún sigo enojada por eso. Gracias a ti y a tu estúpida broma, mis compañeros se rieron de mi por dos años.
- Wow, no creí que sería para tanto - respondí verdaderamente apenado.
- Lo fue, ahora si no te importa quiero estar tranquila - contestó enojada. Si que fui un idiota con ella.
Me sentia mal al pensar que se habían burlado de Cati por mi culpa. Pero el tiempo que iba estar acá, iba a hacer que cambiará de opinión.
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Cuando nos volvamos a Encontrar
Teen Fiction"[...] ¿Era difícil no? Estar con él mientras pensabas en mi, porque se que pensabas en mi, al igual que yo pensaba en ti. Te tuviste que ir, me tuviste que dejar, aunque no era lo que queríamos, lo tuviste que hacer; ahora es mi turno de marchar...