Capítulo XIX

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Cati

Los rayos del sol entraron por la ventana, haciendo que me despertara. Vi que Alan no estaba, pero había una pequeña nota sobre su almohada:

Pequeña, fui a comprar algo para desayunar. Vuelvo pronto.
                                 Te amo.
                                                     Alan.

Dios, ¿Puede alguien hacerte sonreír tan estúpidamente y ser tan feliz? Éste chico podía hacerme sentir millones de cosas en un sólo segundo. Jamás creí que podía experimentar algo parecido.

Creía que las películas románticas eran puras tonterías, que era imposible que al ver a la persona que amabas sientieras que todo el mundo se desvanece y que el tiempo se detiene en sus ojos. Pensé que eran tan cursis, y ahora que encontré a esa persona que me provoca sentirme así, ya no me parecen estúpidas, las entiendo. Quería mucho a Ben, lo amaba, pero nunca sentí ni siquiera la mitad de lo que Alan me hace sentir. Lo veo, me sonrojo y tiemblo.

Sentí la puerta de la entrada abrirse, y me levanté sin hacer ruido para esconderme en el baño. Me puse abajo de la ducha y cerré la cortina.

- ¿Cati? - escuché como Alan me buscaba en el cuarto. Me tapé la boca con las manos para no reírme

Entró al baño para ver si me encontraba ahí. Sentí la puerta abrirse y cerrarse, no me encontró. Solté una risita y abrí las cortinas para ir a buscarlo. Estaba por salir, cuando escuché que alguien llamó a la puerta. No podía escuchar muy bien, pero era la voz de una mujer, quizás era la señora que limpia, no estaba segura. Se oían pasos viniendo en dirección al cuarto, así que me quedé callada y muy quieta cuidando de no hacer ningún sonido.

- Ya te dije An, lo nuestro nunca tuvo valor alguno. Quizás para ti si, y no sabes cuánto lo lamento - le dijo Alan con un tono bastante serio. En tu cara bich.

- Debiste pensarlo antes.

- Lo se, y lo siento, pero entre nosotros no hay nada ¿De acuerdo?.

- ¿Cuando me dijiste que me amabas también fue mentira Alan?.

- No recuerdo habertelo dicho.

- Lo hiciste, fue la primera noche que pasamos juntos, en la cabaña de mis padres. ¿No te acuerdas? Me dijiste que me amabas, que era muy importante en tu vida, me dijiste - escuché a Anastasia sollozar - ¡DIJISTE QUE NUNCA ME DEJARÍAS!.

- ¡Y NO LO HARÉ! - gritó Alan - No lo haré, jamás me iré de tu lado, pero no de la forma en que piensas.

- De acuerdo, pero ya no puedo más Alan, ya no...

- ¿Qué quieres decir?.

- Que ya no puedo conformarme con tu amistad, lo hice muchos años y ya no puedo - escuché como el sonido de sus zapatos hacían eco por el pasillo, alejándose. Y luego la puerta cerrarse bastante fuerte. Entonces salí, y me encontré con Alan, parado, tratando de asimilar qué era lo que había pasado, y sin dudarlo lo abracé. Tardó un poco en corresponderlo, pero luego lo hizo pegandome más a él.

- Ella estará bien - susurré en su oído. Nos separamos y fuimos a sentarnos en la cama.

- Ani no es muy fuerte, ha pasado por muchas cosas difíciles y temo que pueda hacer algo.

- ¿Qué podría hacer? - pregunté preocupada.

- Ani perdió a su hermana menor, a Kate, de leucemia a los trece años. Kate sólo tenía cinco. Fue un golpe muy duro, para ella y para toda su familia. Ani entró en una fuerte depresión y cayó en malas juntas, comenzó a drogarse - suspiró - Su abuela falleció tres semanas después, se suicidó. Luego su madre enfermó y casi la pierde. Después de dos años de rehabilitación, Ani dejó de consumir, pero nunca volvió a ser la misma. Cualquier cosa, por más mínima que sea le afecta en gran medida, ¿entiendes?.

- Claro que entiendo, no soy una bruja sin corazón. Y también entiendo por qué ella se fijó en ti.

- Lo se, siempre temí que eso pasara, yo siempre la quise mucho, la quiero, y tal vez yo también me confundí en algún momento, tal vez yo también vi amor donde sólo había una muy buena amistad, sólo hay que darle tiempo para que ella pueda verlo - acarició mi mejilla - Se que lo hará, pero no puedo dejarla sola.

- Nunca te pediría que lo hicieras - me sonrió.

Comenzamos a basarnos, y entre caricia y caricia, terminamos en la cama.

- Oye me gustaría hacerte el amor ahora mismo pero tengo mucha hambre - dijo con ese tono pervertido que me vuelve loca.

- Entonces lo dejamos para después - le guiñé un ojo y salí de la habitación, tratando de caminar sexy, pero se que me veía ridícula.

Terminamos de desayunar y prendí mi teléfono celular que había tenido apagado desde anoche.

Treinta llamadas perdidas de mi mamá, siete mensajes de voz, diecisiete llamadas de mi padre, veintitrés de Jason y ocho mensajes de voz. Esto no era bueno.

- ¿Qué sucede? - preguntó Alan al ver mi cara.

- No lo se, algo tiene que haber pasado.

Abrí el último mensaje de voz de mi hermano.

Jason - Mensaje de voz

Hola Cati, ya ni siquiera se cuantas veces te llamé o cuántos mensajes te hemos dejado. Hubo un problema, de seguro que cuando escuches esto nosotros estemos en Argentina. Tranquila, le dije a mamá que te quedaste en un Hotel, Llámame en cuanto escuches esto.

¿Argentina? ¿Por qué? Sin perder más tiempo le marqué a mi hermano para saber qué había pasado. Ya me estaba preocupando bastante.

*Llamada Telefónica con Jason*

- Cati... - su tono de voz era alarmante.

- ¿Que sucede?.

- Cati, tienes que estar tranquila, sólo tie...

- ¡Ya dime!.

- Es Benjamin.

- ¿Que pasó? Dime Jason.

- El...

- ¿EL QUÉ? - le grité desesperada.

-  El... Se suicidó Cati.

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora