Capítulo XXI

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Cati

Las horas pasaban tan lentas que parecían de una película. La sala velatoria estaba repleta de gente, de flores blancas y en el centro del salón, se encontraba el féretro, ahí estaba Ben, parecía dormido, parecía que sólo estaban filmando una muy pesada broma. ¿Por qué te fuiste así? ¿Por qué no pediste ayuda Benjamin? Tantas veces quisiste hablar conmigo y yo no quise escucharte, ahora me arrepiento. Todos cometemos errores, y no justifico tu error, pero te perdono, y te perdonaría un millón de errores más a cambio de tenerte de vuelta.

Mis lágrimas caen, una tras otra, sin cesar, mojando mi vestido negro. Alan está a mi lado, sosteniendo mi mano, pero lo siento tan lejano, tan ajeno a todo esto. No se como voy a seguir con él, ¿Cómo? Si lo único que tengo en mi cabeza es a Benjamin, y no se cuanto tiempo voy a estar así, quizás siempre, quizás lo no supere en unos años, pero éste dolor y ésta culpa que carcome mi corazón me consume.

Cora, la madre de Ben, se pone de pie, y se acerca hacia donde me encuentro sentada, frente mío, levanto mi vista encontrándome con sus ojos, llenos de lágrimas, como los míos, se podía apreciar el puro dolor de haber perdido a su hijo menor.

- Catalina... - susurró. Sin pensarlo dos veces me puse de pie y enredé mis brazos en su cuello, uniéndonos en un llanto sufrido. Cora siempre me quiso y trató como a una hija más, y yo también la quiero y respeto un montón.

- Como lo siento Cora, yo... - no pude seguir hablando, me quebré.

- Yo también lo siento mi niña, Benjamin te amaba tanto y se que tú también lo amaste pequeña.

- También lo amé, mucho... - otra vez un fuerte abrazo y más lágrimas. Así es esto, dejaste tanta tristeza Ben, te llevaste muchas sonrisas contigo, la mía es una de ellas.

Un par de horas después, cerraron el féretro, Cora de aferró al cajón, gritando que no se lo llevaran, que no se lleven a su hijo, era una escena tan penosa, que escondí mi cabeza en el pecho de Alan, no quería ver aquello.

Una vez estuvo el cajón en la camioneta, con una gran corona de flores arriba, una de las muchas que le habían acercado, de toda la gente que te apreciaba Ben, de todos aquellos que te querían. La camioneta salió rumbo al cementerio, y detrás de ella un sinnúmero de coches en caravana, para despedirte.

Querido Ben, en el cielo te busco y espero encontrarte, busco tu sonrisa y tus ojos en cada rincón del firmamento. Sé que me escuchas, estoy segura. Jamás me podré perdonar el no haberte escuchado, no poder despedirme de ti. Me has dejado un vacío enorme, que nunca podré llenar. Voy a extrañar todo de ti, y te pensaré cada día de mi vida. Te recordaré bien, con la alegría que te caracterizaba, con la sonrisa que en su momento me enamoró. Te quiero...

Alan

Llegamos al cementerio, el sacerdote dió una pequeña misa. Al finalizar sus padres y hermanas, familiares y amigos más cercanos se acercaron, incluída Cati, y dejaron en el cajón algunos una flor blanca y otros un objeto. Note que Cati se sacó una cadenita que llevaba en su cuello, siempre la llevó, la tiene desde la última vez que la ví cuando éramos niños, era una llave de oro. Una vez que dejó su cadenita, caminó hasta donde estaba yo nuevamente, pero no tomó mi mano, ni me abrazó, como hizo en todo el camino hasta llegar acá. Estaba fría y distante, me recordaba a la Cati que llegó hace unas semanas a Florida, entendía que estuviera así, entiendo que le duele horrores lo que le pasó a Ben, pero algo en ella era extraño, algo se había roto.

Una vez terminó el entierro, la gente comenzó a irse, todos y cada uno, menos Cati. Me quedé detrás de ella por varios minutos, quizás una hora,  no quería molestar, quería darle su espacio, pero el sol ya había empezado a bajar y no podíamos seguir en el cementerio. Me acerque lentamente hasta llegar a su lado, tomándola por los hombros.

- Es momento de irnos pequeña... - le hablé con dulzura, ella sólo asintió con la cabeza, se dió la vuelta y se alejó, la seguí hasta el coche. Cati se sentó en el asiento del copiloto, cerró la puerta y se colocó el cinturón de seguridad. Di la vuelta y me subí también, le dí una mirada de reojo antes de encender el motor, sus ojos se encontraban perdidos mirando hacia fuera, entonces arranqué. El camino hasta la casa de mis tíos fue en un silencio absoluto.

Al llegar aparque el coche en la entrada de la casa, no alcancé a parar el motor, que Cati ya se encontraba fuera del auto. ¿Que le sucedía? Y no hablo de lo que pasó con Ben, hay algo más allá de eso, y me preocupa. Me bajé y subí las escaleras hasta la puerta principal. Al entrar, me encontré con Jason sentado en el sofá, con Cati en su falda como una niña pequeña, ella llorando y él tratando de calmarla, acariciando su cabello. Ese debería ser yo, pensé. Yo tendría que consolarla, yo tendría que estar ahí. Me sentí mal por eso.

Mis tíos salieron a mi encuentro, en el velorio sólo cruzamos un par de palabras. Mi tío se acercó a mí, diciéndome al oído que quería hablar conmigo. Me hizo un ademán para que lo siguiese, y así lo hice. Fuimos  hasta la cocina, él sacó dos vasos y una botella de un caro whisky​, lo agradecía, necesitaba algo fuerte.

- Cati está muy triste hijo, y tengo miedo de que caiga en una depresión.

- Cati es una chica fuerte tío, va a salir de esto.

- De eso no tengo dudas, pero necesito ayuda, tu ayuda.

- Lo que quiera.

- Quiero que te lleves a Cati contigo, por un tiempo, que se distraiga, se han llevado bien últimamente - Claro que mi tío nunca se imaginó que era la mejor noticia para ambos.

- Claro, aprecio que me confíe su cuidado, tenga por seguro que no dejaré que nada le pase.

Seguimos hablando, por un par de horas. Me dijo que sacara los boletos de avión para mañana mismo y así lo hice, Cati y yo nos iríamos a Florida mañana. Una buena entre toda esta tristeza. Me disculpé con mi tío y me retiré. Tenía que verla, quería decirle.

Corrí subiendo los escalones, llegué hasta su habitación y golpeé su puerta.

- Adelante - se escuchó. Me adentré, viendo a Cati recostada en su cama.

- Hola mi vida - le dije mientras me acercaba. Me senté en el suelo, para poder ver mejor su rostro.

- Hola - dijo tratando de sonreír.

- Adivina princesa, tengo buenas noticias que darte.

- Dime - contestó sin ánimo, repito, lo entiendo, no puedo esperar más.

- Mañana volveremos a Florida, vendrás conmigo princesa. La pasaremos genial te lo aseguro, haré todo lo que esté a mi alcance para verte sonreír de nuevo, te promet...

- No me iré contigo Alan - me interrumpió.

- ¿Qué? - pregunté confundido.

- No iré contigo, me quedo aquí.

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora