Capítulo XIV

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Alan

Ya era sábado, pasó más de un día desde que me decidí por ir a buscar a Anastasia al departamento para que me explicara el por qué de su comportamiento. Salí de allí con más preguntas que respuestas, y después de pensarlo y volver a repetir en mi cabeza una y otra vez sus palabras, me di cuenta de todo. Ahora entiendo, sus ojos llenos de lágrimas, su reacción, esperaba que le dijera que estoy enamorado de ella. An estuvo enamorada de mi todos estos años y yo jamás lo noté. ¿Cómo pude ser tan idiota para no haberme dado cuenta?.

A pesar de que nunca vi a Ani como algo más que una amiga, es la chica que cualquier hombre quisera tener, es bonita, inteligente, divertida, es todo una mujer. Quien se gane su corazón sería el más afortunado del planeta, y siempre fui yo, y en vez de amarla como ella se merece, lo único que hice fue lastimarla. Si seré idiota.

Pero a pesar de todo, no tengo tanta culpa, ¿Verdad?. Si fui un completo idiota, porque el haber estado íntimamente con ella, el haberla besado, hizo que su ilusión creciera, pero yo nunca me imaginé que An me amaba, siempre creí que ella lo hacía con el mismo propósito que yo, sacarnos las ganas y listo, ahora me doy cuenta que no era así. Pero aparte de todo eso, yo no elegí a quién amar, no elegí a quién darle mi corazón, el que siempre le perteneció a Cati, como tampoco elegí enamorarme de ella. ¿Creen que si se pudiera elegir a la persona a quien le ibas a entregar todo de ti, hubiera escogido a mi prima? Claro que no, habría elegido a Anastasia, sin dudarlo. Pero eso lamentablemente no se puede.

Hoy iríamos a los parques de Orlando, los cuatro, Jason, Cati, An y yo, definitivamente sólo seríamos tres.

Cati

Había llegado el día, por fin. Jason y yo estamos ansioso por conocer Disney World, es mi sueño desde niña, y siempre terminé posponiendolo por alguna razón, pero hoy finalmente cumpliría mi sueño.

Me levanté de la cama, 9 a.m. Me di una ducha con agua caliente, cepille mis dientes y salí del baño para buscar qué ponerme. Me decidí por unos jeans negros, unas botas marrones, una camiseta negra mangas largas y un suéter beige. Arriba iría mi tapado largo, una bufanda blanca y un gorro del mismo color, hoy si que hacía frío, hasta habían pronosticado nieve. Me pregunto por qué a mamá se le ocurrió venir en invierno, cuando en Argentina hay un hermoso verano.

Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina para desayunar. Me encontré con Jason, que ya estaba comiendo, monstruo gordo.

- Se despertó la bestia - dijo en tono burlón.

- El gorila ya está comiendo todo a su paso, típico - contesté sonriente.

- Ja ja, que graciosa - dijo con ironía. Le sonreí triunfante.

- ¿Café señorita? - me preguntó Erika, una de las empleadas domésticas, creo que la más joven de todas, no le hago más de veinticinco años.

- Si, por favor - me sirvió una taza - Y, no me digas señorita, dime Cati ¿Si?.

- Claro Cati - me sonrió asintiendo con la cabeza a lo que respondí con el mismo gesto.

- ¿Ansioso? - pregunté a mi hermano.

- Más que un niño en Navidad ¿Y tu?.

- Más que Jason Romariof en McDonald's - respondí y ambos reímos.

Escuchamos la puerta abrirse, sabía quién era.

- ¡Hooola familia! - saludó Alan entrando a la cocina. Sus ojos se clavaron en mi, no lo miré pero podía sentirlo, tenía mis ojos en la taza de café.

- ¿Qué hay hermano? - saludó mi hermano golpeadole la espalda, hombres.

- ¿Todo bien y tu? - repitió el típico saludo, jamás entenderé por qué hacen eso.

- Estoy tan emocionado que no te imaginas, me muero por subirme a cada montaña rusa que vea, aunque me congele en el intento - los tres soltamos una carcajada, pero es que era cierto, con el frío que hacía, seguro nos quedaban los mocos como a Sid de la Era de hielo.

- No te preocupes primo, si te congelas, yo me congelo contigo - reímos nuevamente. Alan dio la vuelta a la mesa hasta quedar a mi lado - Hola preciosa - me saludó con un beso en la frente, todo el frío que tenía se me fue de repente, podía sentir mis mejillas arder.

- Hola primo - contesté haciendo un esfuerzo descomunal por no tartamudear, le sonreí y el me devolvió la sonrisa, esa sonrisa que puede derretir a cualquiera.

Controlate Catalina.

Cuando nos volvamos a Encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora