Narra Erik
Llegué a la oficina antes de que saliera el sol. Era temprano, muy temprano. Eso me aseguraba que no tendría que cruzarme con nadie. Solo uno que otro guardia en la puerta y Juan en la recepción, siempre puntual, siempre en su lugar, como una especie de guardián silencioso de este edificio.
—Buenos días, señor Erik —me saludó con una leve inclinación de cabeza.
Le devolví el saludo, sin detenerme a conversar.
No estaba de humor para intercambiar palabras vacías. Mi mente ya estaba ocupada, cada rincón de ella pensando en el diseño que debía terminar, en los plazos que se acercaban y, sobre todo, en Reed.
Pasé por su escritorio, esa pequeña área que ella había hecho suya con sus dibujos y bocetos esparcidos. No pude evitar detenerme por un segundo. Ver su espacio vacío, sin la energía que siempre irradiaba cuando estaba allí, me hizo sentir algo incómodo. Algo en mí se tensó al recordar la última vez que hablamos.
Me acusó, ella verdaderamente pensó que le había robado su diseño. Me había mirado con desconfianza. Como si yo fuera capaz de algo tan ruin. Pero a pesar de que le doy mil vueltas en mi cabeza simplemente no puedo entender por qué eso me duele tanto. No debería importarme lo que piensa alguien que apenas me conoce, pero... es Reed.
Solté un suspiro frustrado y seguí caminando hacia mi oficina. Tal vez, si la hubiera esperado, si la hubiera escuchado, le habría podido pedir una explicación, Pero no lo hice. Simplemente me marchó, llevándome toda oportunidad de aclarar lo que había pasado.
Desde entonces, no la he visto, y ese vacío se siente más pesado de lo que me gustaría admitir. Cuando llego a mi oficina, cierro la puerta y me dejo caer en la silla de cuero, frente a mi escritorio.
El aire aquí es diferente, casi asfixiante a veces, pero es donde me concentro. Aquí puedo sumergirme en mi trabajo, bloquear el ruido del mundo exterior y, por un rato, escapar de todo lo demás. Incluso de mis propios pensamientos.
Abro la laptop y saco los papeles y bocetos que he estado desarrollando. El concurso es importante, quizás más de lo que debería ser. He estado trabajando en este diseño por semanas, puliendo cada detalle, ajustando cada línea.
Mi obsesión con la perfección ha sido tanto una bendición como una maldición, pero al menos aquí en la oficina puedo dejar que esa obsesión me consuma.Aquí, rodeado de papeles, proyectos, y los ecos distantes del edificio vacío, puedo mantener todo a raya, al menos por un tiempo.
Mis dedos vuelan sobre el teclado mientras ajusto las últimas correcciones en el diseño. Pero mi concentración se quiebra por un pensamiento insistente: ¿Debería quedarme hoy? Sé que Reed vendrá eventualmente. Tal vez hoy sea la oportunidad de hablar con ella. De preguntarle porqué llegó a creer que yo podía robarle su trabajo.
Pero también sé que hay una parte de mí que duda. ¿Realmente quiero enfrentarme a ella ahora? ¿Quiero ver su expresión cuando me diga que simplemente no confía en mí? Parte de mí quiere saber la verdad, pero otra parte, una más oscura, solo quiere que se dé cuenta de su error sin que yo tenga que intervenir. Es un conflicto interno que no he logrado resolver.
Mis ojos se desvían al reloj en la esquina de la pantalla. Es temprano, todavía queda mucho tiempo antes de que ella llegue. Podría terminar este diseño, salir de aquí y evitar cualquier confrontación. O podría quedarme, armarme de valor y esperar a que ella llegue.
Los pensamientos en mi cabeza daban vueltas y vueltas, recordé que mi padre salió temprano esta mañana así que decidí buscarlo en su oficina
El camino hasta su oficina me resulta familiar, casi automático. Ahí empezó lo que un día fue un sueño para mí.
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No te alejes de mí
RandomGabriela es una joven soñadora que trabaja como secretaria en una prestigiosa empresa de arquitectura. Aunque disfruta de su trabajo, sueña con algún día convertirse en arquitecta para poder ayudar a su familia. Sus días en la oficina son rutinarios...