Capítulo 7

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Aún seguíamos dentro del pueblo, el bus en el que regresaría también estaba detenido al parecer era verdad que las carreteras estaban bloqueadas, decidimos buscar un lugar cercano a la salida para poder irnos en el momento que abrieran, después de un rato de silencio incómodo en el tráfico decidí romper el hielo.

—Puedo preguntar ¿Como fue su experiencia cuando estudiaba arquitectura? —pregunté, esperando que eso iniciara una conversación.

Erik soltó un leve resoplido, hizo un leve movimiento con la cabeza, sin apartar la vista del camino.

—Buena —dijo, sin ocultar su escepticismo—. Aunque no es una carrera fácil.

—Lo sé —repliqué rápidamente intentando mantener la conversación—, pero a mi también me gusta sabe, siempre ha sido mi sueño desde pequeña. Cuando era niña, solía construir pequeñas maquetas de casas con cartón. Mis padres decían que era una etapa, pero para mí siempre fue algo más y pues aquí estoy.

Erik hizo una mueca.

—Bueno, a ver si el sueño se convierte en realidad —dijo, y noté un dejo de sarcasmo en su voz.

Intentaba comprenderlo juro que lo hacía, pero no podía creer que un hombre no pudiera ni mostrar un poco de empatía, parecía que todo el tiempo estaba enojado, con el mundo, con la vida, hasta con él mismo. No me dejé intimidar. Decidí cambiar de tema, con la esperanza de entenderlo mejor.

—Usted era uno de los mejores arquitectos de la ciudad, muy reconocido siempre lo encontraba en las revistas —dije—. ¿Por qué dejo de trabajar en la empresa?

Por el rabillo del ojo pude notar como Erik se tensó visiblemente, talvez ya lo había cansado escucharme o talvez esa pregunta no fue de su agrado.

—Nunca dejé de trabajar —corrigió—. Solo me mudé a la empresa en Italia. Intentaba pasar más desapercibido allí.

—¿Desapercibido? —repetí, intrigada—. ¿Por qué querría eso?

Él frunció el ceño, sus nudillos blanqueando alrededor del volante.

—No es algo de lo que quiera hablar, Señorita Reed —dijo con un tono final, cerrando la conversación.

Mire mis manos sobre mis piernas, sintiéndome un poco culpable por haber insistido. El resto del viaje transcurrió en un tenso silencio y permanecer en el tráfico no lo hacía para nada mejor.

Mi forma de entretenimiento se basa en ir viendo los carros en frente de mí, otros por la ventana, a veces viendo el camino que dejábamos atrás por el retrovisor y por unos momentos desviando la mirada hacia Erik. Su perfil endurecido no pasó desapercibido ante mi mirada, me di cuenta que mamá tenía razón cuando me decía que a veces no sabía cuándo mantener el silencio, pero que también sabía cuándo hablar y disculparme, aunque a veces la actitud de ciertas personas no ayudara con ello, a pesar de ello aún quedaba un par de horas en el viaje y muchos días trabajando juntos en la oficina.

—Lamento haberle incomodado con mis preguntas —al escuchar nuevamente mi voz lo vi espabilar un poco, estaba sumido en sus pensamientos al parecer — mi madre solía decirme que hablo mucho cuando estoy aburrida.

—Vaya que lo hace —respondió con desdén.

—Bueno al menos se disculparme también —parecía que este hombre abría la boca para sacarme de mis casillas.

—No haría falta si no molestaras.

—¿Eso es lo que piensa de mi? sabe trabajar para usted, es un completo dolor de cabeza, no entiendo cómo se soporta usted mismo.

No te alejes de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora