Capítulo 25.

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Me desperté temprano aquella mañana, el sonido de los pájaros siendo lo único que rompía el silencio me recordaron que no estaba en la ciudad. Me giré en la cama y noté que ya no estaba tan cansada como la noche anterior. Había algo reconfortante en volver a mi hogar.

Al levantarme, me puse una chaqueta ligera y salí al salón. Allí, vi a Erik, quien seguía medio dormido en el sofá, con una mano cubriéndose los ojos para bloquear la luz de la ventana.

—Buenos días —susurré, tratando de no reírme.

Erik se incorporó lentamente, frotándose el cuello con una mueca. Claramente, el sofá no era lo más cómodo del mundo, pero, por orgullo, nunca lo admitiría.

—Buenos días —respondió con una sonrisa entre perezosa y apenada.

—Lo siento por no avisar a mi madre que venías —dije con una risa contenida— me puse tan emocionada anoche que olvidé decirle, y ella no preparó el cuarto de invitados.

—No te preocupes —contestó jugando con mi cabello tratando de parecer relajado, aunque el dolor en su cuello lo traicionaba—Tu hermana se divirtió bastante viéndome acurrucado aquí. Estoy bien, de verdad.

No pude evitar reírme. Sabía que, aunque no lo admitiera, el sofá le había dejado bastante incómodo. Me acerqué y me pare tras de él, mientras le masajeaba ligeramente su cuello.

—Mi madre aún no se ha levantado, y no quiero molestarla con el desayuno —dije después de un rato—. ¿Qué te parece si te llevo a uno de mis restaurantes favoritos? Podríamos caminar un poco y enseñarte más del pueblo.

Los ojos de Erik se iluminaron tomando mis manos que lo masajeaban y jalándome más cerca de él inclinando su cabeza para darme un beso.

—Suena perfecto, vamos.

Después de prepararnos, salimos de la casa, y aunque Erik intento subir al auto decidimos caminar hacia el centro del pueblo, me gustaba que aquí todo quedaba cerca y no había tanto tráfico, me encantaba el paisaje, el aire fresco, pero la mejor parte fue poder caminar con Erik y que me tomara de la mano.

A medida que caminábamos por las calles empedradas, me sentí más tranquila, más libre de los pensamientos que habían estado pesando sobre mí. Pronto, llegamos a una pequeña montaña que daba una vista preciosa del paisaje. El cielo era azul y claro, y el aire tenía ese frescor que solo se encuentra en lugares así.

Nos sentamos en un banco de piedra, uno que había estado allí desde que era pequeña.

—Este lugar es increíble —dijo Erik, mirando hacia el horizonte—No sabía que creciste en un lugar tan hermoso.

—Es fácil de pasar por alto si no prestas atenciones —respondí, encogiéndome de hombros— Cuando era pequeña, no lo apreciaba tanto. Siempre soñaba con salir de aquí, ver el mundo más allá.

—¿Y ahora?

—Ahora lo veo diferente —dije, sonriendo— Creo que todo tiene su belleza si te detienes a observar.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la vista, hasta que Erik rompió el silencio.

—A veces siento que mi vida en la ciudad es demasiado rápida. Todo pasa en un abrir y cerrar de ojos, y cuando finalmente puedo detenerme, me doy cuenta de que ya ha pasado demasiado tiempo.

—Lo sé —respondí, pensando en todo lo que habíamos vivido desde el concurso— Últimamente todo ha sido un torbellino, especialmente con el trabajo. A veces me pregunto si estoy llevando las cosas bien o si solo estoy siguiendo la corriente.

No te alejes de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora