Tarde, tarde ya es tarde.
Claro que había dejado la alarma, solo que olvide verificar si decía a.m. o p.m. estaba tan cansada anoche que fijarme en ello no fue mi prioridad, con ponerla me basto.
Baje de mi apartamento por las escaleras desde el cuarto nivel ya que a veces el elevador se atora y ya no podía perder más tiempo, metí todas las cosas en mi auto y me acomode deprisa, pero me lleve una sorpresa cuando al girar la llave, este no quería arrancar.
—¡Vamos, vamos! —le suplicaba mientras mantenía girando la llave —¿Debe ser hoy?, ¿justo hoy?
Le di un golpe al timón, pero me dolió más a mí que al auto, tomé todo lo que había metido al auto y salí corriendo a la parada del autobús, por suerte, un milagro del cielo o que ya no podía irme pero este día, justo estaba en la parada así que me adentre.
Aún quedaba un asiento libre y me deje caer en el como si de mi sillón se tratara, pero no dure ahí ni un minuto cuando una mujer mayor abordo el bus y mi lado amable no pudo evitar levantarse y ceder el lugar.
Claro que esta es la hora más recurrida, ya que todos inician su día, los que van a trabajar, los que van a estudiar, en fin, sentía como todos podían aplastarme ahí dentro.
Después de 5 paradas 32 minutos y 2 pisadas de pie llegue a mi parada y me baje, aún me faltaba cruzar dos cuadras, no podía correr muy bien pues llevaba tacones y caerme en público no estaba en mi lista de cosas que hacer antes de morir, claramente.
No quería ver la hora en mi reloj, solo iba caminando, casi trotando, intentando arreglar mi pelo, cada vez miraba el edificio más cerca hasta que al fin lo tuve frente a mí, respiré un poco más profundo.
Entre al elevador y presione el botón del tercer nivel, dentro había un espejo, así que lo usé para ver mi aspecto que a pesar de todo no se veía tan mal, o tal vez solo era mi conciencia intentando darme ánimos, me coloque algo de labial y la puerta se abrió, mis ojos se dirigieron a la persona frente a mí.
Izan el hombre del momento en el edificio, aquí no utilizan eso del empleado del mes pero si lo hicieran el estaría ahí, iba con su traje completo le quedaba muy bien justo a la medida era de color café lo que resaltaba su piel oliva, y sus ojos oscuros, pero llamativos, no tendría más de 30 años, era joven, pero muy trabajador uno de los mejores arquitectos del edificio, siempre se escuchaba su nombre cuando se hablaba de los grandes proyectos, iba junto a mi jefe el señor Torres un hombre un poco más grande él ya tenía los 45.
—Buenos días señor Torres, señor Izan —Salude al salir del elevador.
Ambos me observaron, pero Izan fijo sus ojos en los míos, no sabía qué hacía aquí, su oficina está en un nivel diferente, parecía que diría algo, cuando su teléfono empezó a vibrar, lo que lo llevo a tomarlo y responder la llamada, alejándose un poco.
—Gabriela —Hablo mi jefe llamando mi atención —Te he dejado los planos sobre mi escritorio, envíalos por correo al señor Belov a Italia lo antes posible.
—Muy bien señor.
—Venga Izan aún tenemos trabajo —apuro el señor Torres.
Izan aún estaba hablando por teléfono así que solo levantó un dedo expresando que le diera un minuto, yo decidí seguir mi camino y llegar hasta el monitor para marcar mi entrada.
Mia, una de mis compañeras, se acercó a mi corriendo cuando vio que llegue.
—¿Lo viste? —me pregunto emocionada.
—¿A quién, a Izan? —pregunte sin tomarle importancia caminando hasta mi cubículo.
—"¿A quién?" —dijo imitando mi voz y siguiendo mis pasos —claro que a Izan.
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No te alejes de mí
RandomGabriela es una joven soñadora que trabaja como secretaria en una prestigiosa empresa de arquitectura. Aunque disfruta de su trabajo, sueña con algún día convertirse en arquitecta para poder ayudar a su familia. Sus días en la oficina son rutinarios...