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No tenía deberes, eso era bueno. Me puse a pensar todo lo que había sucedido hoy. Se podría decir que me había ganado una enemiga... Bueno, yo era su enemiga, para mi ella no era nada.

Me preocupaba el hecho de que fueran las nueve de la noche y mi madre todavía no hubiera llegado. ¿Tanto se tardaba en limpiar una oficina? Como mi madre adelantara la fecha y empezara hoy a trabajar... no se lo perdonaría.

- ¡Estoy en casa! - gritó una voz desde el piso de abajo - ¡He traído la comida!

Que suerte, no tendría que esperar a que mi madre cocinara, estaba muerta de hambre. Me puse el pijama y bajé al comedor.

- He comprado la que te gusta - dijo pasándome una hamburguesa y sentándose a mi lado. - ¿Cómo te ha ido el día?

- Emmm... - ¿le contaba lo de Tracy o no? - Bien.

- Me alegro. Sabes... - se había puesto un poco nerviosa de repente -, mañana vendrá mi jefe con su familia a cenar a casa. Necesito que seas amable con él.

Claro, ahora entiendo el porqué de las hamburguesas. Solo quería pedirme un favor. ¿Ser amable con ese tío? ¿Enserio?... Ni de broma, vamos ni borracha le sonreiría al hombre ese.

- Vendrá con su esposa y su hijo.

- Que interesante... ¡Ah! Me acabo de acordar que mañana por la noche iba a ir a un sitio con Judith - dije rezando para que colara.

- No puedes.

- Claro que sí, ni loca quiero ver a ese hombre en mi casa.

- Ese hombre es mi jefe. No entiendo porque le odias tanto, el no te ha hecho nada.

- Claro que si, él ha destrozado mi familia - dije en un susurro inaudible.

- Mañana te pondrás el vestido blanco que te regaló tu abuela y bajaras a cenar si o si.

Me levanté de golpe de la silla. Si para esto me había llamado ya podía irse a la... no, no... tampoco voy a decir eso, pero me niego a ver como ese hombre pisa el suelo de mi casa y encima con su familia. Pobre del hijo y la esposa que tenían que convivir con él. Subí a mi habitación y me metí en la cama.

Se me hizo un poco difícil dormir ya que estaba planeando algún plan para que ese tío no deseara volver a esta casa nunca más. No se me ocurría nada lo suficiente racional e eficaz... Estúpida imaginación.

Me costó mucho levantarme al día siguiente, no tenía ganas ni de apoyar un pie en el suelo, solo quería volver a dormir... cerrar los ojos y desaparecer. Sabía que mi madre estaba enfadada y no subiría a levantarme, así que esta era la oportunidad perfecta para decir que el despertador no había sonado y quedarme dormida. Pero no podía hacerlo, con suerte mi madre no me había castigado ayer, y si hacía eso, estaría un mes sin poder salir o algo por el estilo.

Me vestí y bajé a la cocina. Me tomé un vaso de leche y disimuladamente miré si mi madre estaba en el comedor, pero no estaba ahí. Seguramente estaba durmiendo así que deje el tema en paz.

¡Ahora que me acuerdo! Judith había dicho que quizás vendría a buscarme en coche. Dios, por favor que venga. Las ganas de caminar esas 20 calles desaparecieron el primer día de clase. Con la esperanza de encontrar el coche de Judith aparcado delante de casa, salí a la calle.

- ¡Nicole! - gritó la voz de Judith. Pero, ¿dónde estaba? - ¡Detrás tuyo, tonta!

Me giré, Judith había aparcado en el pequeño garaje de mi casa. ¿Llevaría mucho esperándome? Subí rápidamente al asiento del copiloto y me abroche el cinturón.

- Por fin sales. ¿No te había dicho que vendría? - preguntó Judith mientras ponía en marcha el coche - ¿Porque tienes esa cara, es que no has dormido?

- He estado toda la noche pensando en un plan malvado - dije riendo - y te prometo que no te miento.

- ¿Un plan malvado? ¿Para que?

- Mi madre ha invitado a cenar a su jefe... ya te he dicho lo que pienso sobre él. Vendrá con su esposa y su hijo.

- ¿Y no quieres venir a mi casa para evitar ese momento de mal gusto?

- Créeme, ya le dije que iría a tu casa y casi me mata... Estoy prácticamente obligada a ir.

- Bueno, mira el lado bueno...

- Esto no tiene ningún lado bueno, Judith.

- ¡Claro que si! Puedes decirle a tu madre que tu aceptas ir a la cena si ella te deja ir este sábado por la noche a la fiesta que se hace en la playa.

- ¿Habrá una fiesta en la playa?

- Sí, desde las siete hasta que la policía nos eche de allí - contestó riendo - He ido a varias fiestas de esas y son geniales.

- No me gustan mucho las fiestas...

- Venga va, será tu primera fiesta aquí en Londres...

- Lo se... pero no creo que mi madre me deje.

- Te dejará. Tu solo dile lo que te he dicho.

- Vale, lo intentaré.

Llegamos al instituto lo suficientemente tarde como para tener que ir corriendo hasta nuestras taquillas, me daba rabia que Judith y yo tuviéramos las taquillas tan lejos la una de la otra; nos tocaba clase de Lengua... otra vez tenía que sentarme con Daniel. Por suerte cuando llegué al aula todavía no había llegado. Dejé los libros en la mesa y colgué la mochila en el respaldo de la silla, al parecer hoy me iba a sentar sola... Pero por lo visto me equivoqué. Me senté sola durante cinco minutos llenos de felicidad.

- ¿Te encuentras mejor? - preguntó Daniel... ¿Desde cuándo le importaba cómo me sentía? - Me he enterado de lo de tu taquilla.

- Eso ya es historia pasada, no me importa.

- ¿Y por qué no querías que nadie te viera llorar?

- Eso es mentira, yo no quería eso.

- No lo aparentabas cuando te lo pregunté ayer, te fuiste corriendo mientras te tapabas la cara.

- Eso es problema mío, no tuyo.

- Vale, vale... Solo preguntaba, no es bonito ver llorar a una chica.

- ¿Desde cuando tienes sentimientos?

- No son sentimientos.

- Entonces, ¿qué es? - Daniel se quedó pensativo y luego comenzó a reír. Nunca lo había visto reír, pero esa corta y cálida sonrisa era lo más hermoso que nunca antes había visto y por unos segundos me quedé embobada, mirando aquella encantadora sonrisa, que al igual que sus preciosos ojos verdes me atrapaban y me cautivaban.

- Contestaría a tu pregunta si supiera la respuesta. - se quedó unos segundos en silencio y me miró - ¿Irás a la fiesta del sábado?

- No. - dije lo más cortante posible.

- Entonces estate lista a las siete en punto.

- Te he dicho que no voy a ir - repetí.

- Iré a buscarte - contestó como si no escuchara lo que le decía.

- No voy a ir... así que no insistas. - dije ya un poco cabreada.

- Vale, como quieras, - sonrió - luego no te arrepientas.

Gracias a Dios, antes de continuar con la charla "tan interesante" el profesor entró en la clase, pero tenía tanto sueño que en ningún momento pude prestar atención al profesor. Si seguía así me iría bastante mal en los exámenes, no era la primera vez que me dormía en clase. No se porque, pero Daniel no se comportaba tan distante conmigo, seguía teniendo ese tono frío y desinteresado a la hora de hablar, pero por lo menos decía algo. Pero en mi mente seguía planeando la forma de poder ir a la fiesta del sábado sin tener que ir a la cena... Al final me dí cuenta de que tendría que asistir sí o sí a la cena si quería ir a la fiesta...

YOU & YOU AGAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora