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Nos quedamos en silencio, pero no era incomodo. Por otro lado, con todo esto se me había olvidado que mi madre empezaba a trabajar hoy. Me repugnaba la idea de que se encontrara en el mismo lugar que el tío ese, pero no había forma de evitarlo. No quería seguir pensando en eso, y menos cuando la cabeza me daba tantas vueltas. Necesitaba dormir, estaba agotada, y todo por una gota de sangre. Tenía que aceptar la propuesta de Daniel, le diría que me llevara a casa. No tenía ganas de que Judith y Katy me hicieran preguntas. No quería que me preguntaran si estaba bien ya que, obviamente, no estaba bien. Estos eran los momentos en los que me gustaba estar sola y relajarme, pensar y luego dormir. Estar conmigo misma, eso quería.

- ¿Y? - preguntó Daniel en busca de una respuesta. - ¿Quieres que te lleve?

- Si. - respondí mientras me ponía de pie. Seguía mareada, pero no tanto como antes.

Por suerte Daniel aparcaba su coche en el aparcamiento del colegio. Nunca había estado ahí, es más, ni si quiera sabía que existía. Me preguntaba por que Judith no aparcaba su coche ahí, ella que siempre se complicaba la vida para encontrar un sitio en la calle. Reconocí el Jeep negro de Daniel a bastantes metros de distancia, era uno de los coches más grandes que había ahí.

Me senté en el sitio del copiloto y mientras me abrochaba el cinturón encendí la radio. Un poco de música no me vendría mal. Tenía que avisar a Judith de que estaba de camino a mi casa, ya que ella iba a esperarme para llevarme. Apoyé mi cabeza contra el cristal y cerré los ojos. Pensaba dormir los pocos minutos que durara el viaje, tal vez eso era lo que necesitaba para estar mejor. El coche se puso en marcha y fuimos camino a mi casa. No se cuanto tardamos en llegar ya que me dormí al instante. Creo que la sangre no fue el único motivo por el cual me encontraba mal, quizás también era por la falta de sueño.

- Ya hemos llegado - me avisó Daniel mientras me abría la puerta. La luz me dio en los ojos y los cerré con fuerza. Me desabroché el cinturón y salí. Ya me encontraba mejor; el dolor de cabeza y el mareo habían cesado. Por lo visto, esos 10 minutos de viaje fueron más que suficientes como para que el dolor desapareciera por completo. Caminé hasta la puerta de entrada y la abrí.

- Adiós - dije tratando de no sonar muy fría -. Nos vemos mañana, ¿vale?

- ¿No vas a invitarme a entrar? - preguntó con una sonrisa.

Antes de que pudiera contestarle, él ya estaba en el comedor. Suerte que mi madre no estaba en casa porque si no... estaría muerta. ¿Por que quería entrar Daniel? No podía decirle que no, él se había ofrecido a llevarme a casa, lo mínimo que podía hacer era eso; invitarle a entrar.

- ¿Quieres algo? - le ofrecí mientras me dirigía a la cocina.

- No gracias - contestó -. ¿Que quieres para comer?

- ¿Como que que quiero para comer? - pregunté entre risas mientras me llenaba un vaso de agua.

Daniel dio una vuelta por la cocina, mirando que había en la nevera y en los armarios. ¿Que pretendía? ¿A caso pensaba cocinar?

- ¿No tienes hambre?

- Si, pero...

- ¿Te gusta la pizza? - me interrumpió -. Hay suficientes cosas aquí como para hacer una.

- Daniel... ¿Que haces? - pregunté mientras veía como sacaba las cosas de la nevera.

- He pensado que a lo mejor te gustaría comer algo echo por mi, además, tengo hambre. - dijo con una sonrisa. Suspiré. No había más remedio que dejar que hiciera lo que quisiera. Me senté en el sillón mientras él intentaba hacer una pizza. Espero que sepa lo que hace, no me apetecía tener que ir a comprar todo lo que malgastara. Si mi madre pregunta, le diré que pensaba hacerle una sorpresa pero que tenía tanta hambre que acabé comiéndomelo yo.

Ya que tenía tiempo libre decidí mandarle un mensaje a Judith, ella ahora estaba en medio de la clase de Matemáticas pero siempre dejaba su móvil en vibración por si acaso. Al parecer estaba bastante aburrida ya que no tardó ni dos segundos en responderme con un "vale, mejórate". Un estruendo se escuchó en la cocina. Solo esperaba que los platos siguieran con vida. Entré en la cocina con los ojos cerrados, me daba miedo ver lo que había pasado.

- ¿Que haces? - preguntó Daniel. Abrí los ojos... No había pasado nada, tan solo se le habían caído unas ollas. Me senté en la mesa y me quedé observando lo que hacía.

- ¿Cómo va la comida? - pregunté.

- Bien, tan solo me falta la salsa. ¿Sabias que soy un gran cocinero?

- No, lo cierto es que todavía no lo sabia. - Daniel se puso delante mío y estiró su mano para coger una de las cucharas que había en la mesa. Su cara estaba a centímetros de la mía y en sus labios se curvó una sonrisa. Eso me puso muy nerviosa, él tenía su mirada clavada en mis ojos y yo solo intentaba mirar para otro lado. ¿Por que tardaba tanto en coger la cuchara? Levanté la vista y me encontré con esos ojos verdes, esos que conseguían hipnotizarme.

- Em... yo... - no sabia que decir, me había quedado sin palabras y podía sentir su respiración. ¡¡Que salga ya de ahí!! - Creo que me he dejado la tele encendida.

Daniel se apartó y bajé de la mesa. Eso había sido muy incomodo. Nunca pensé que... No, no, no. Él no te iba a besar, Nicole. Has sido tu la que te has sentado justo al lado de las cucharas, él solo quería coger una, nada más.

Me estiré en el sillón esperando a que la comida estuviera preparada. Seguía pensando en lo que había ocurrido hace unos minutos... ¿Como iba a mirarle a la cara? En ese momento preguntaba por que narices lo había dejado entrar en casa.

Diez minutos más tarde, la pizza ya estaba echa. Para ser un chico de 18 años descontrolado, Daniel cocinaba muy bien. Cómo me daba mucha pereza poner la mesa, comimos en el sofá viendo la tele. Intentaba hablar lo menos posible, sabia que a él no le daba vergüenza, sabía que ya se había olvidado de lo cerca que había estado de mi. ¿Que hubiera pasado si me hubiera besado? ¿Le habría dejado hacerlo?... !YA BASTA! Tenía que dejar de pensar en eso.

- Y bueno, ¿Que te ha parecido? - preguntó mientras recogía los platos.

- Estaba bueno. - contesté -. Eso déjamelo a mi, tu solo tráeme los platos.

Daniel dejó los platos en la mesa de la cocina y yo me coloqué el delantal. Los platos los lavaría yo, así que él se sentó encima de la mesa, dónde hace casi una hora, había estado yo. El me observaba lavar los platos sin decir nada. Odiaba hacer eso. Nunca me había gustado limpiar, y si por mi fuera, todo estaría sucio en casa, pero mi madre lo mantenía todo muy limpio.

- Bueno, me tengo que ir - me avisó -. Me alegra que te gustara lo que te he preparado. Sabes... no es fácil encontrar chicos como yo.

- Me he llevado una gran sorpresa - dije con sarcasmo mientras le acompañaba hasta la puerta.

- Bueno, adiós Nicole, nos vemos en el instituto.

Me despedí de él con la mano. Me daba mucha vergüenza darle un beso en la mejilla así que no lo hice. Nada más cerrar la puerta, subí corriendo a mi habitación y casi tiro la puerta del portazo que di. Me estiré boca abajo y ahogué un grito en la almohada. Estaba confundida, no sabía que me pasaba. ¿Que me pasó cuando le miré a los ojos? Simplemente sentía que no estaba en ninguna parte, me sentía como en las nubes. Sabía que él no quería nada conmigo, siempre hablaba con esa voz... fría y desinteresada y muy distante, sea con quien sea. Cuando le miré, solo sentí protección, nada más. Y todo esto por sentarme al lado de las cucharas, él no lo había echo a posta, él no quería acercarse a mi de esta forma. Lo había tenido tan cerca, pero tanto tanto...Cerré los ojos intentando recordar exactamente como había ocurrido todo. Y con todo esto había una pregunta que no quería responder, que todavía no me había formulado y me daba miedo la respuesta que pudiera salir. ¿Me gustaba Daniel? ¿Sentía algo por él? No, no podía... sentir nada más que un gran cariño. Él se había convertido en un gran amigo, pero solo eso. Esto había sido solo una equivocación, seguramente él ni se acordaba...

YOU & YOU AGAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora