Durante dos meses estuvieron ausentes los fugitivos. En estos dos meses la señora Linton sufrió y venció el peor ataque de lo que se llamó fiebre cerebral. Ninguna madre pudo nunca cuidar a un hijo con más devoción que la que Edgar tuvo para ella. Día y noche la vigilaba y pacientemente sufría todas las molestias que unos nervios irritados y una razón perturbada pueden infligir, y, como Kenneth observó, lo que él había salvado de la tumba, sólo iba a recompensar sus cuidados creando una fuente de constante ansiedad futura —porque lo cierto era que su salud y fortaleza habían sido sacrificadas para salvar una mera ruina humana—; no obstante, no tuvieron límite su gratitud y alegría cuando se consideró fuera de peligro la vida de Catalina, y hora tras hora, sentado junto a ella, iba observando el gradual retorno de la salud física, y estimulaba su demasiado optimista esperanza con la ilusión de que su mente recobraría el exacto equilibrio y que pronto sería la misma que fue.
La primera vez que dejó la alcoba fue a principios del marzo siguiente. El señor Linton había puesto por la mañana un manojo de dorados crocus sobre su almohada; sus ojos, tanto tiempo ajenos a cualquier destello de belleza, lo captaron al despertar y brillaron felices mientras juntaba las flores con afán.
—Estas son las primeras flores de las Cumbres —exclamó—. Me recuerdan los suaves vientos del deshielo, el tibio calor del sol y las apenas fundidas nieves. Edgar, ¿no sopla el viento del sur? ¿Se ha ido ya casi la nieve?
—La nieve ha desaparecido del todo aquí, cariño, sólo se ven dos manchas blancas en toda la línea de los páramos. El cielo está azul, las alondras cantan y los riachuelos y arroyos están llenos hasta los bordes. Catalina, la primavera pasada por ahora, estaba deseando tenerte bajo este techo, en este momento quisiera que estuvieras una milla o dos por esas colinas, el aire es allí tan suave que creo que te curaría.
—Sólo iré allí una vez, entonces tú me dejarás, y allí me quedaré para siempre. La próxima primavera de nuevo desearás tenerme bajo este techo, y mirarás hacia atrás, y pensarás que hoy eres feliz.
Linton le prodigó sus más amables caricias e intentó alegrarla con las más tiernas palabras, pero ella, mirando distraídamente las flores, dejó que se agolparan las lágrimas en sus ojos y que corrieran por sus mejillas.
Sabíamos que estaba realmente mejor. Decidimos, por lo tanto, que tan larga reclusión en un solo lugar podía producir ese abatimiento, que desaparecería en parte con un cambio de escenario.
El amo me mandó que encendiera fuego en el gabinete, hacía tantas semanas abandonado, y que pusiera una butaca al sol junto a la ventana. Allí la bajó, y estuvo sentada mucho rato disfrutando del agradable calor y, como esperábamos, se reanimó con los objetos que la rodeaban que, aunque familiares, estaban libres de las tristes asociaciones que establecía su odiada alcoba de enferma. Por la tarde parecía muy cansada, pero no hubo razones que la persuadieran para volver a su habitación, y tuve que convertir el sofá del gabinete en cama y pronto estuvo preparado otro aposento. Para evitar el cansancio de subir y bajar las escaleras, acomodamos éste donde usted está ahora, en el mismo piso que el gabinete, y pronto estuvo lo suficientemente fuerte para ir del uno al otro apoyada en el brazo de Edgar. Yo pensaba para mí que se recuperaría, tan bien cuidada como estaba. Había además otra causa para desearlo, pues de su vida dependía otra; acariciábamos la esperanza de que dentro de poco el corazón del señor Linton se alegraría y sus bienes se liberarían de garras ajenas por el nacimiento de un heredero.
Debo mencionar que Isabela envió a su hermano, unas seis semanas después de su partida, una breve nota anunciándole su casamiento con Heathcliff. Parecía seca y fría, pero al final había escritas en lápiz confusas disculpas, el ruego de un buen recuerdo y reconciliación, si su conducta le había ofendido, asegurando que no lo pudo evitar entonces y, una vez hecho, no tenía poder para deshacerlo.
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Cumbres borrascosas
ClassicsLa poderosa y hosca figura de Heathcliff domina Cumbres Borrascosas, novela apasionada y tempestuosa cuya sensibilidad se adelantó a su tiempo. Con el trasfondo de la historia familiar de los Earnshaw y los Linton, la obra narra la vida de dos gene...