Jueves 26 de junio de 2014.
22:50 hrs.
En el bulevar King Wavet, en los distritos de las residencias privadas, cada casa la separaba un jardín, la entrada era adoquines blancos y negros como un tablero de ajedrez, tiene una barda perimetral; era un hermoso lugar para poder vivir. Había una caseta de vigilancia con un guardia, cámaras por cada poste de lámparas. Por ahí pasa un auto negro a baja velocidad, el guardia ignora el auto, para él era muy común todo lo que pasaba, pues era un ambiente muy tranquilo. El auto siguió hasta un punto atrás de la barda, se estaciona junto a un árbol con abundante follaje, esa parte era un poco oscura, bajo del existía una inmensa sombra que hacia juego con el color del coche. Un tipo baja y trae puesto uno lentes infrarrojos para poder ver en la oscuridad, se pone una mochila militar negra llena de equipo que el individuo utilizaría. Trepa por el árbol, sube hasta el nivel de la barda de tres metros. Observa el lugar, es un patio grande con una fuente en el medio, suelo tapizado de camino de piedras blancas, había islas con césped y flores; una escalinata de dos escalones cubiertos de madera llegando a un solar con un columpio a la orilla para dos personas, hay una mecedora y una hamaca; adorna la puerta de trasera de fina madera dos colgantes que desbordaban unas guías hacia abajo. Dos ventanas laterales con una media luna con vidrios biselados sobre el marco con cristales transparentes. El hombre observó todo, ata una punta de una cuerda a un brazo del árbol y lanza el cordel hacia dentro del patio que miró. Baja y camina hasta llegar a la puerta; las luces están apagadas, El abre la puerta con una llave de la casa. Él no hace ningún ruido, pareciera que como si fuera un gato buscando a su presa. Ve con su visor la sala camina despacio y en silencio, escucha un auto acercándose, se quita el visor, va hacia una ventana que mira la calle, mueve un poco las cortinas y ve estacionarse frente a la casa un auto deportivo con una pareja en el interior. Se quita de ahí y prepara dos pistolas lanza dardos, activando el láser y se pone el visor infrarrojo. Apunta con dirección a la puerta principal de entrada de la casa muy quieto. La puerta se va abriendo entra la pareja, y antes de que uno de ellos encendiera la luz el hombre que los esperaba dispara los dardos insertándolos en sus cuellos, caen en unos segundos dormidos por el somnífero. El hombre de negro cierra la puerta, levanta el cuerpo inerte de la mujer y la sube por la escalera a la recámara; vuelve por el cuerpo del hombre y lo pone cerca de la mujer. Le pone un calcetín hecho bola dentro de la boca de ambos, los sella con una cinta gris, a ambos los desnuda. El hombre de negro se quita el visor y enciende la luz, saca una herramienta y quita el abanico de techo dejando sólo las varillas que lo sostienen, pasa una cuerda entre ellas; ata al tipo dormido y lo levanta dejándolo colgado de las manos, después ata sus pies a las patas de un ropero pesado, quedando con las piernas abiertas, dejándolo desde abajo atado. A la chica la amarra a un sillón con las piernas pegadas a sus manos quedando abierta de piernas pues las manos y los pies los tenia adheridos de cada lado del sillón, también le ató el cuello al sofá quedó casi acostada. Él mueve el sillón, y la chica queda casi bajo el tipo colgado, el matón se sienta en un sofá y pone la televisión. Una hora después, empieza a ver movimiento de la pareja dormida. El hombre de negro saca unas cosas de su mochila; pone todo sobre un mantel de hule sobre la cama. Ve que abren los ojos y la pareja gime, se agitan sin poderse mover. El hombre de negro se ríe, todo estaba listo para continuar. El hombre unta un lubricante anal en un falo artificial extra grande, y se lo introduce a la mujer, la vagina de la chica se humedeció pues el hombre le puso también un juguete vibrador en el clítoris, poco a poco la va metiendo y sacando, él no paraba de reír; parecía que ella gozaba. La chica pone sus ojos casi en blanco pues tiene un orgasmo, moja el falo abundantemente El juguete que sacó de la vagina de la chica intenta introducírselo al ano del hombre que estaba colgado. El tipo cerró sus ojos con fuerza al sentir algo en su trasero, el hombre de negro batalló y cuando pudo se lo mete lentamente hasta donde pudo llegar el falo, el colgado gimió con fuerza, pues lo habían desflorado; lo saca con sangre y heces fecales, Se desmaya, se podía ver la lagrimas que brotaron de los ojos de quien fue violado. El hombre de negro lo despierta con una cápsula de cristal con amoniaco rompiéndola, y al inhalarlo despierta. La chica intentaba moverse no lo podía hacer, ella esperaba algo similar a lo que miró, brotaba de su rostro un sudor y un llanto que se asemejaba a las gotas de lluvia en su cara; el hombre de negro unta de nuevo lubricante anal al falo; él le introduce a ella el juguete suavemente, ella va sintiendo como por dentro se mueve lo que le mete. El hombre de negro Juega y se ríe a carcajadas. Saca del trasero de la muchacha el juguetito que sale embarrado de excremento. La voz era diferente por el aparato que siempre trae en su cuello
― ¡Viste! me culié a tu vieja, mira como le sale la mierda, parece que le gustó; mírala como respira agitada, ve su pepa roja y sus tetas también, mira como se la meto. ¡Listo, ahora Romi mira lo que hago con Eduardo! Tú no te muevas porque mi mujer no creo que se haya movido, la carne de ella será la tuya, tu esposa verá lo que sufrirás, después seguirá ella.
Él pone el escalpelo en los testículos y corta muy despacio desde la base del ano (pleuro) hasta llegar al escroto que parte a la mitad siguiendo hacia la base del pene, hasta cortar el cuerpo completo del miembro. El tipo colgado le tiembla el cuerpo, ve como su sangre cae al piso, apretaba su mandíbula por un coraje que no podía ocultar; se aguantaba el dolor.
― Romi ¿Quieres un plátano? ― La mujer se mueve bruscamente, mueve la cabeza de un lado para el otro.
― A ya vi que no lo quieres. ¡Ah pues si! Te gusta pelado.
El tipo toma la piel del pene y lo corta en cuatro hojas quedando como la cáscara de un plátano, al colgado parecían sus ojos salírsele de las cuencas, gime a cada corte que le daban, queda el glande cubierto de sangre.
― ¿Quieres un chupirúl? Es de fresa con miel roja y con trocitos de chocolate.
Lo sacude como si fuera un pescado. ― Ya te hice una operación gratis, que bonito te ves. Tu sí que eres sangrón, mira cómo te chorreas, Romi ¿Quieres tu chupirúl? Veo que no; la neta que mal se portan conmigo. ¿Te duele verdad Alberto? Te imaginas lo que sufrió mi hijo y mi esposa al ser cortados en pedazos y mi pobre angelito que estaba en la panza de su madre. A ese bebé le tocaba vivir pero no lo dejaron, tú ya viviste treinta y cinco años, en cambio él ya iba a empezar a ver la vida de afuera. Tu mujer es una fábrica de niños pero esa quedará clausurada. ¡Aguanta! Ve lo último. El hombre saca un pegamento instantáneo y lo unta en la vagina y él oprime los labios de la vagina sellándolo, después saca una aguja a la que le pone un hilo grueso de algodón que había empapado con alcohol y procedió a cocer la vagina. Metía la aguja muy despacio en las vulvas vaginales; la chica gemía del dolor. Termina y continúa con el ano. La chica tiembla y se escucha un gemido fuerte al sentir cada puntada. Selló sus genitales cociéndolos; la chica se desmayó. El colgado estaba perdiendo sangre, ya estaba respirando como si el aire fuera pesado, su cuerpo colgaba como un tapete; ya tenía los ojos entrecerrados, parece que le queda poco tiempo de vida, aunque mira lo que le hacían a su mujer. La sangre coagulándose en el camino que llevaba en sus muslos, caía de entre sus piernas una cascada de unos hilos espesos y con olor a cobre y hierro. Le corta la piel y se la hala quedando una especie de cinturón; el colgado soltó un último pujido, muere desangrado y del dolor al serle retirada la piel. El asesino continuó cortando las tiras de piel quedando el cuerpo sin piel a excepción de las manos y pies. De las tiras el hombre de negro las limpia, las vuelve a cortar en tiritas y hace una trenza, haciendo un nudo en las puntas y al terminar queda como si fuera un cordón largo y trenzado. Lo pone donde la chica estaba en el sofá, la mujer aún seguía desmayada, el hombre de negro la despierta igual que a Alberto. ― Hola, ¿Cómo te sientes?
La mujer lloraba le temblaba su vagina y su ano sufría un ardor demasiado fuerte pero soportable; gemía con ganas de gritar y no podía.
― Creo y tu esposo ya está en el infierno, porque el cielo no lo merece, si llegara a ir al cielo lo vomita; le hice lo que él hizo con mi familia, ahora sigues tú. ¡Que bonitas piernas tienes! Blancas suaves y bien torneadas.
El hombre de negro saca una hacha pequeña y muy afilada, se acerca y juega tocando la pierna derecha, como midiendo donde va asestar el golpe, va tallando la piel cortando con el filo diminutas heridas, hasta llegar a la mitad del muslo, marcándole una pequeña línea con el filo del hacha.
― ¿Estas lista?
La mujer cerró los ojos para no ver que va hacer. De pronto los abre y es cuando ve que él alza el hacha para tratar de cortarle la pierna; ella ve cuando va bajando el filoso objeto y siente el golpe llegando al hueso, gimió muy fuerte; el hombre de negro le vuelve a propinar otro hachazo y la pierna es separada de su cuerpo. Siguió con la otra pierna e hizo lo mismo. La chica no soportaba el dolor. Él hombre de negro corta también sus brazos desde el hombro. La sangre salpica el rostro de la mujer. Ella se desmaya al sentir el otro corte del brazo izquierdo. Queda en el sillón el torso de la chica, las piernas y los brazos al lado de donde está. Él toma la desata del cuello, después pone la cuerda de piel en las varillas donde ató a Alberto. Él toca el cuello de la chica y siente su latir muy leve, ata la piel en su cuello antes de que muera, lo aprieta y comienza a halarlo, el cuerpo mutilado sube y la mujer ya no siente nada, ya está muerta. Él antes de irse, abre las cortinas de la ventana y escribe en el piso un mensaje; termina y se va por donde vino. Quita la cuerda del árbol y aborda su auto, se va tranquilo y sin encender las luces hasta llegar al bulevar, toma la rúa para entrar al tráfico. Las calles solas son testigas del andar de un asesino que mata sin piedad y de una forma bestial.
ESTÁS LEYENDO
Las cuatro caras de un asesino... ¿Existen crímenes justos?
Mystery / ThrillerEs la historia de una amistad, que se quiebra por un asesino; es alguien que los odia, aunque no sepan quién es, aunque él si los conoce. Los crímenes son crueles y bestiales, son hechos por un especialista. Son asesinados por cuatro y son uno.