Parte 2 La locura se va.

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Viernes 28 de marzo de 2008

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Viernes 28 de marzo de 2008.

9:45 hrs.

Los oficiales van al hospital psiquiátrico, entran y preguntan por Héctor en un módulo de información, la recepcionista les dice dónde está.

El doctor Ávila los ve. — ¡Buenos días oficiales! ¿Vienen a ver al nuevo paciente?

― Si doctor, somos agentes del departamento de homicidios.

El galeno se voltea y le dice a la recepcionista. — ¡Dulce, Háblele a la doctora Celiño por favor!

—Si doctor.

Ella la habla por teléfono al consultorio de la Doctora. — En un momento viene doctor.

—Le dice que acompañe a los oficiales, al cuarto A79, donde está el señor Héctor Antázuri.

— Lo haré doctor.

El doctor Ávila se va y el oficial Méndez le pregunta a la recepcionista

— ¿Podemos pasar a verlo?

— Esperen un momento, los llevará la doctora Celiño, por cierto ahí viene.

— ¡Buenos días oficiales!

— ¿Nos podría llevar con Héctor Antázuri Infante por favor?

— ¡Acompáñenme es por aquí!

La doctora los lleva, entran a la habitación donde está Héctor. Él sigue hincado con la cabeza abajo, sus manos juntas entrelazadas de los dedos bajo la barba como haciendo oración; abajo en el piso y frente a él una biblia y un libro de psicología.

— ¡Buenos días señor Héctor! ¿Me permite sentarme?

Le dice el oficial Méndez.

— Venga aquí conmigo a rezar.

El oficial Bañuelos le comenta a Héctor. — ¿Qué rezaremos?

— Algo para hacer que vuelvan o que descansen en paz.

La doctora los escucha. Ve que ambos oficiales se pusieron del lado del paciente.

— Hola señor Héctor soy el Sargento Méndez y él es mi compañero el oficial Arón Bañuelos, lo acompañaremos a rezar, aunque le haré unas preguntas ¿Si le parece?... ¿Sabe a dónde fueron su esposa e hijo?

—No creo saber nada, pero los voy a esperar.

El oficial Bañuelos, responde a lo que dijo el paciente con otra pregunta. — ¿Salieron a algún viaje?

— Si.

— ¿A dónde? ¿A qué lugar? — Le cuestiona el oficial Méndez.

— Si no están aquí están con Dios, porque no sé a dónde fueron ni a donde están, sólo el Divino sabe dónde están.

— ¿No sabe de su hijo nada?

— Mi hijo no está aquí, y mi bebé tampoco, ellos están con su madre. Yo no sé a dónde fueron ni a dónde están.

— ¿Tenía un bebé su esposa?

— Estaba dentro, yo no sé a dónde fueron ni a donde están.

— ¿Dentro de dónde?

— Estaba dentro, yo no sé a dónde fueron ni sé a dónde están.

— ¡Dime algo que no sea la misma frase por favor!

La doctora les dice, pues ve que no responde el paciente.

— Oficiales él no les responderá más que eso. ¡Compréndanlo por favor! Esta visita se terminó.

— Nos vemos señor Héctor.

— Vengan aquí a rezar conmigo.

La doctora cierra la puerta. — Vieron ustedes, no pudo contestar a ninguna pregunta. El paciente sufrió una especie de amnesia, tiene un trauma mental, no sabemos cómo, mañana le haremos una resonancia magnética.

— ¿Qué medicamentos le dan? — Comenta el oficial Bañuelos.

— Hasta el momento no hemos ocupado de ninguno, mañana veré si ocupa algún fármaco.

— Si en dado caso logra decir algo nos avisa, nosotros iremos a investigar la desaparición de la mujer y su hijo, alguna duda o información llame a la central de policía.

— Lo haré. ― Los oficiales se marchan en la patrulla y el oficial Méndez le comenta a su compañero.

— ABC ¿Escuchaste lo que me dijo Héctor?

—- Pues decía lo mismo, creo y ese si está loco.

— Dijo algo raro.

— ¿Qué es lo que dijo?

— Que el bebé estaba adentro, pero ¿De qué?

— Podría ser que Jennifer estaba embarazada.

— Eso es lo más lógico.

— No te preocupes, ahora iniciaremos una búsqueda de personas que no sabremos por dónde empezar.

Desde ese tiempo pasaron doce meses y nunca pudieron encontrar nada. Los oficiales visitaron todos los vecinos, hasta los clientes de Héctor, todo fue en vano; los padres de Jennifer también estaban buscando, inclusive con todos los medios de comunicación. Fue muy infructífera la lucha por encontrarlos, hasta los familiares de Jennifer hablaron a las embajadas para pedir ayuda. El juez de distrito marcó que se cerrara el caso, no había resolución de ninguna cosa que seguir. Los oficiales subieron de rango. Raúl Méndez era ya Teniente y Arón Bañuelos era un detective, ya habían cumplido para tener esos méritos. Estos recién graduados, pidieron permiso para continuar con el caso cerrado, pues habían dado su palabra a los padres de Jennifer. El juez Epifanio León concedió la responsabilidad a estos agentes y ellos estaban emocionados por su ascenso.

― ¡Felicidades Arón por tu acenso a detective en homicidios!

― Igual para ti Ruly, aunque a ti te ascendieron a Teniente.

― Yo tengo dos años más que tú en la corporación, cuando murió mi pareja, pues te pusieron conmigo, también subirás con el tiempo.

― ¡Vamos a celebrar echándonos unas cervecitas!

― Tú pagas.

― Chale, que agarrado eres Ruly.

― La neta tendremos trabajo, nos concedieron terminar el caso de la mujer de Héctor.

― Pues sí, pero por mientras vámonos a parrandear un rato y empezaremos después.

― Es verdad, porque después no podremos hacerlo a nuestras anchas.  

Las cuatro caras de un asesino... ¿Existen crímenes justos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora