Parte 9 La empleada.

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Sábado 26 de abril de 2014

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Sábado 26 de abril de 2014.

12:48 hrs.

En casa de Gibrael, se prepara comer junto con Rebeca.

— ¡Buenas tardes Rebeca!

— ¡Buenas tardes señor Gibrael! ¿Desea que le sirva la comida?

— No, todavía no, necesito hablar lo que te dije hace ya un tiempo.

— ¿De qué vamos hablar señor?

— No me hables de usted, tutéame, si te incomoda pues intenta explicarlo.

— No puedo hacerlo señor.

— Hablemos pues.

— Lo escucho.

— Ya te dije antes de contratarte lo que harás cuando vaya a las reuniones ¿verdad?

— Si señor, claro que recuerdo.

— Mañana será tu prueba de fuego, ya sabes, actuaremos como si fueras mi pareja, obviamente sin llegar al extremo; haremos una obra de teatro, al ir a la recámara, fingiremos estar haciendo el amor; aunque nosotros platicaremos de cosas chuscas y de lo que queramos.

— No habrá besos ni toqueteos ¿Verdad?

— No, en la noche te platico más para que no te agarren de bajada.

— Muy bien señor.

— ¡Háblame de tu! No quiero y me quedes mal, acostúmbrate soy tu jefe, pero considérame tu amigo, y eso es en serio, la confianza no se da, se gana, y tú ya te estás ganando la mía.

— Tiene razón, ningún jefe me ha tratado como usted.

— Sigues igual ¡inténtalo!

— Lo haré para no hacer... Hacerte quedar mal.

— ¡Gracias Rebeca, muchas gracias! Al rato me voy, tengo un pendiente con una editorial, ellos quieren ver lo que llevo escrito, si llego tarde, te duermes. No es necesario tu servicio y menos después de las nueve.

— Te dejaré la casa como un espejo.

— De acuerdo.

— Te serviré la comida.

— ¿Y tú, no comerás conmigo?

— No estoy acostumbrada a comer en la mesa del patrón.

— Pues comerás en mi mesa, no acepto un no.

— Gracias por dejarme comer contigo.

— Comerás como toda gente en la mesa con su amigo.

— Gracias muchas gracias.

— Si se puede saber dime una parte de tu historia.

— ¿Cómo dice?

— Necesito conocerla mejor, pues compartiré tiempo con usted ya que usted se encargará de esta casa y si no lo desea, pues no, con el tiempo puedo conocerla.

— Le contaré, espero y no aburrirlo. Mi padre murió en un accidente automovilístico,mi madre y mi padre murieron en un accidente automovilístico. Estuve en un internado; me cuidó una monja del convento santo Ángel, hasta la edad de catorce pues ella murió. Al cumplir los dieciocho años salí de ahí y tuve que trabajar para mantenerme; deje de estudiar y cuando ella murió trabaje remendando ropa y así de poquito ahorraba para vestirme. Ya no fui a ninguna escuela hasta que cumplí los dieciocho años estudie corte y confección y fui a clases de comida china, creo y lo demás ya lo sabe.

Las cuatro caras de un asesino... ¿Existen crímenes justos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora