- ¿Crees que va a quejarse? Por Dios, le has dado una hija preciosa.
- No conoces a Ruggero… - Karol soltó un suspiro. Al mencionar su nombre, varias escenas de su rostro se le vinieron a la cabeza. Vaya… cuanto tiempo sin verle.
- Vale no tiene la culpa de esto, linda. - Carolina acomodó a Valeria entre sus brazos y la niña clavó sus ojos claros sobre ella, cruzando miradas. - Ella no tiene la culpa de lo que ha pasado con ustedes dos ¿lo entiendes? Y él… él tiene derecho a saber esto.
Las manos de Karol cubrieron su rostro. Maldición… esto era tan estúpidamente difícil. Verle. Después de tanto tiempo… joder, sus manos se humedecieron de un momento a otro y su corazón empezó a latir más. ¿Esto era lo que quería? ¿Debía hacerlo?
- No vas a echarte para atrás después de todo lo que has hecho para venir a New York. Me tienes a mí y no voy a permitir que hagas una tontería como dejar todo inconcluso. Ruggero tiene que saberlo. Sino se lo dices tú, voy, busco a ese idiota y se lo digo yo.
Karol la miró mal.
- Y tú estás mal de la cabeza si piensas que voy a dejarte hacer eso. - negó con la cabeza y caminó hasta donde Carolina se encontraba con Valeria en brazos. Karol estiró los suyos, haciendo que la pequeña Valeria actúe ante lo que veía. También estiró los brazos y se acurrucó entre los de su madre, que la cargaba ahora.
- Eso quería ver. ¿Y cuándo lo vas a ver? ¿Hoy tal vez?
- ¿Qué? ¿Hoy? ¡Acabo de llegar!
- Cuanto antes mejor. Además, mírate, estás guapísima. Apuesto lo que quieras a que Ruggero va a quedar maravillado cuando te vea. - Carolina empujó el hombro de Karol suavemente, haciendo que esta se sonroje, ilusionada.
- No lo creo.
- Vamos, ha pasado mucho tiempo.
- Sí, sí, pero…
- Pero nada. Yo me quedo con Vale y tú vas y lo enfrentas esta noche ¿okey? Sé muy bien donde puedes encontrarlo esta noche.
***
El lugar estaba ambientado con música en piano y un coro muy costoso.
Varios flashs arroparon el rostro de Ruggero. Muchas personas, que no recordaba conocer, le saludaron con la mano y otros incluso la estrecharon con él. Definitivamente esta era su noche.
Iba vestido con un smoking caro que Valentina había conseguido para él desde hace varios días de anticipación y unos zapatos italianos que se había visto obligado a comprar. Y no era para nada él, por supuesto, jamás en toda su vida se había sentido más incómodo con algo. Le provocaba desnudarse en ese lugar frente a toda esa gente que le sonreía sin conocerle y chocaba copas con él como si de sus amigos íntimos se tratara. Aunque se sentía muy honrado porque la ceremonia era a su nombre, no veía la hora de irse.
- Quiero irme. - apretó el cuerpo de Valentina, que traía un vestido amarillo que llegaba hasta el suelo y tenía un escote que dejaba mucho a la imaginación. Su cabello estaba recogido en una trenza muy elaborada que no dejaba ningún cabello a la deriva. Estaba realmente guapa esa noche.
- Lo sé… - acarició su mejilla y le brindó un pequeño beso en los labios con sabor a Champagne. Lo primero que había aprendido de Ruggero cuando lo había conocido, era que odiaba las reuniones tipo coctel. - Falta poco.
- Detesto este jodido smoking, no me deja respirar. Quítamelo.
Valentina soltó una risita.
- ¿Qué?