- Te preparé un té. - Carolina apareció con una taza de té hirviendo y un sobrecito vació. - Voy a partirle el culo a esa zorra, te lo juro.
- Tú no vas a hacer nada ¿okey? Ella no ha hecho nada más que restregarme lo que ya sabía. - Karol tapó a Valeria con una sábana limpia y le dio un beso en la frente.
Después de todo, verla le había llenado de paz. No necesitaba más que todo eso en ese momento. Tranquilidad y ver a su hija. Era la única que no estaba enterada de ningún problema y eso le satisfacía. Le hacía estar en casa. En su lugar.
- Gracias. - Karol se sentó sobre el borde de la cama y recibió el té que Carolina le había preparado a causa de sus lágrimas. - Estoy bien. De verdad.
- ¿Hasta cuándo Karol? - le preguntó una Carolina con los brazos cruzados.
- ¿Cómo se ha portado Vale hoy?
- Tu hija es un ángel. Pero no cambies de tema. Quiero saberlo, ¿Cuándo se lo vas a decir?
- No voy a hacerlo nunca. - Karol tomó del té caliente.
- ¿Qué? - gruñó Carolina.
- Vas a despertar a Vale.
- Joder. ¡¿Qué?!
- Que no voy a decírselo. No quiero que lo sepa.
- ¿Ha sido por la zorra verdad?
- No. Es por Valeria y por mí. En dos años no lo hemos necesitado y tampoco lo necesitamos ahora. Además… Valentina tiene razón… - Carolina hizo una mueca al escuchar lo que Karol decía. - No puedo llegar de un día para otro y decirle a Ruggero que tenemos una hija. Ni siquiera sé cuál va a ser su reacción. Puede rechazarme. Puede rechazarnos a las dos y va a ser mucho peor. No quiero exponerla a ella a que se encariñe con algo que ni siquiera sé si va a pasar ¿lo entiendes? Ruggero tiene una vida hecha aquí, que no me incluye ni a mí ni a Vale.
Carolina soltó un suspiro, observando a su mejor amiga tomar esa taza de té hirviendo. A veces le desesperaba que fuera tan terca y decidida.
- Tú no puedes tomar esa decisión por ti misma.
- La he tomado desde hace mucho.
- No puedes Karol. Ruggero tiene que saberlo… por Dios, no puedes prohibirle todo esto. Además, no te estoy diciendo que entre él y tú tenga que pasar algo.
***
Ruggero se quitó la camiseta. Atrás de él, Valentina apareció, abrazándole los bíceps.
- Hola mi amor. - dijo abrazándolo y deslizando sus manos hasta abajo.
- ¿Dónde estabas? - preguntó este, colocando sus manos sobre las de Valentina y sosteniéndoselas.
- Mm… ¿desesperado por verme? - dijo y le dio un beso suave sobre el hombro desnudo.
- Sabes que sí. - soltó una mano de ella y jaló la otra para tener a Valentina frente a frente. - Sabes que siempre estoy desesperado por verte. - se relamió los labios y se inclinó para besar el cuello de esta, que sonrió ante el taco de la boca de Ruggero contra su piel. Se dejó tocar por él, mientras este hundía sus manos entre su cadera. - Estás preciosa. - le susurró con la voz dura, ronca y desesperada.
Ella encerró el rostro de Ruggero con ambas manos. Y en medio de varios besos húmedos y largos… sintió que no podía seguir ocultándole lo que acababa de hacer.
- Rugge… - le llamó. Este subió la mirada a su encuentro. Aunque no muy a gusto. Necesitaba seguir besándola y así poco a poco…
- ¿Qué pasa? - preguntó ansioso.