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Un dolor de cabeza insoportable, una taza de manzanilla caliente y una aspirina.

Karol se puso de pie. Bastante esfuerzo había hecho para abrir los ojos y asimilar la hora en la que se encontraba. Jodida resaca. La cabeza le dolía a mil y sentía todavía el sabor de los chupitos de anoche. De algo estaba segura, ese dolor de cabeza solo se lo podía haber proporcionado una persona en el mundo. De la cual no se sentiría jamás avergonzada en terminar ebria: Ruggero Pasquarelli, su otro dolor de cabeza.

Buscó en los cajones algo cómodo para ponerse. Después de pasar minutos rebuscando entre braguitas y sujetadores, encontró lo que necesitaba y lo colocó sobre su hombro. Caminó a pasos lentos y dormidos hacia la puerta del baño personal, pero antes hizo una parada transcendental en el espejo que se ubicaba dentro de una de las puertas del ropero.

- Por Dios. - se dijo a sí misma al analizarse frente al espejo. Trató de acomodarse el cabello para que este pareciera aceptable ante su mirada. Segundos después, al no encontrar resultado, bajó la mirada hacia lo que traía puesto. Podía recordar que por nada del mundo habría salido con esa camiseta dos tallas más grandes que ella. Pudo reconocer de inmediato, gracias al olor fuerte y delicioso que desprendía, que se trataba de una camisa de Ruggero. Bajo esta no había nada que le cubriera las piernas y solo sus braguitas de color rojo le hacían compañía.

Entonces… intentó caminar a un paso un poco más rápido.

Una fricción interna le hizo soltar un gemido suave. Se sentía expuesta y un ligero dolor entre las piernas le susurraba que tal vez era lo que ella se estaba imaginando. Esto solo podía significar una cosa…

Antes de que sus pensamientos volaran más allá, Ruggero entró a la habitación con Valeria en brazos. Este traía el torso descubierto y unos pantalones, mientras que Valeria vestía una bata rosada que le daba hasta las rodillas. Ambos entablaban una conversación sobre cereales de chocolate. Par de niños.

- Mira quién ha despertado. - dijo Ruggero a Valeria. Esta juntó las manos en un aplauso dulce, que fue acompañado por un: "mami" enternecedor. - Se te han pegado las sábanas.

Se acercó a Karol y le besó la boca rápidamente. Al mismo tiempo, Valeria se aferró al cuello de esta.

- No ha sido mi culpa. - Karol lo miró mal.

- Ya lo sé nena, tengo que tener cuidado la próxima vez.

- Sí, porque tienes muchas cosas que aclararme.

Ruggero enarcó una ceja a la vez que iba soltando una sonrisa sexy y perturbadora.

- ¿Sí?

- Sí, tonto.

- No digas esas palabras frente a ella.

- ¿Ahora te has vuelto educado?

- ¿Yo? Siempre. En cambio tú… - Ruggero soltó una risita victoriosa al atrapar con las manos las bragas de conejito que Karol traía en el hombro.

- ¡Deja eso! - gritó ella, ligeramente ruborizada. Maldición, casi nunca usaba esas bragas tan infantiles.

- A tu mamá le gustan los conejos. - Ruggero enarcó una ceja y Valeria sonrió acurrucándose en el cuello de Karol. Esta soltó aire desacomodándose todavía más las mechas de cabello que le caían sobre las mejillas. Frustrada dejó a Valeria sobre el borde de la cama y le quitó a Ruggero las bragas de conejo.

- ¿Estás molesta? - preguntó él, sin poder evitar una sonrisa preciosa que mostraba sus perfectos dientes.

- Dime tú, no recuerdo nada de lo que pasó anoche y de pronto no puedo ni caminar.

Mafia Tentation 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora