- Tiene dos años. - la mirada de Karol se desvaneció, perdiendo sus ojos en el suelo. Dios mío, no podía creerlo, se lo acababa de contar. - Y es la única razón por la que estoy aquí. No tengo otro motivo.
Él movió sus ojos sobre ella, observándola atónito. Cada palabra que escuchaba se impregnaba a él y lo aturdía de una manera increíble. Todo su cuerpo se había paralizado.
- Sé… sé que debí decírtelo antes, pero las cosas no estaban bien entre nosotros hasta entonces. - Karol tragó saliva. Al subir la mirada, pudo encontrarse con un Ruggero que respiraba por la boca y dejaba salir el aire bruscamente. Estaba tenso. Todo su cuerpo estaba duro y nervioso. - Por favor, dime algo… - rogó ella.
Maldición. Maldición. Maldición.
Se había imaginado tantas veces este momento y definitivamente jamás lo había soñado así.
Por Dios, le había caído como un balde de agua fría en pleno invierno. Estaba petrificado frente a ella y solo podía escuchar su respiración. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué esperaba que le dijera?
- Háblame, por favor. - suplicó y notó como la voz se le quebraba en medio de aquella palabra. Un nudo grande y duro se formó en su garganta. - ¡Rugge! - gritó desesperada al observar que no reaccionaba.
Los ojos de Ruggero se abrieron aun más al escuchar su nombre entre los labios de Karol. Su mente volaba alto. Estaba perdido. Estaba confundido. Estaba hecho mierda y sin poder comprender absolutamente nada. ¿Qué clase de broma era esta? ¿Era acaso otro de sus juegos? Dejó salir aire por la boca y todo su cuerpo se relajó en forma de liberación.
Mirándola, frunció el ceño.
- ¿A qué estás jugando esta vez Karol? - le preguntó y endureció los pómulos al terminar. Sus ojos se oscurecieron y de pronto se encontraba una vez más perdido por sus jodidos impulsos. Aquellos que no le permitían ni siquiera pensar.
- ¿Crees que estoy jugando? - farfulló Karol, elevando la voz.
- Es lo único que has hecho conmigo.
- ¡Joder! ¡No jugaría con esto! - gritó y levantó las manos.
Él tragó saliva. Sintió como sus nervios afloraban en forma de palabras…
- ¿Haces esto para que me quede contigo, no es así? Estás harta de ver como mi vida ha mejorado después de que te largaste a robar con esos hijos de puta. - silenció sus palabras y endureció la mirada. La escena le rompía el corazón en pedazos. Le destrozaba lentamente y era una tortura que jamás pensó aguantar. Pero siguió hablando, cegado por su confusión. - A saber cual de ellos te ha follado tanto que quedaste embarazada.
Sus palabras salpicaban furia. De pronto su cuerpo y su propio interior se había envuelto en llamas. No era él. No, por supuesto que no lo era. Simplemente estaba lanzando mierdas hacia ella porque no podía asimilar lo que acababa de contarle. Porque no podía entenderlo… porque simplemente jamás se lo imaginó.
Ambos volvieron a chocar sus miradas. Ambas llenas de furia, miedo y confusión.
- Fuiste tú. - se acercó a él a pasos lentos y no dejó de mirarlo ni un solo segundo. Sus palabras hicieron que Ruggero endureciera los puños. No… no podía ser cierto… - El estúpido del que me enamoré.
Él cerró los ojos. Perdía sensatez en cada palabra que escuchaba y solo acumulaba rabia…
- ¿Y piensas que voy a creerte después de toda la mierda que me hiciste vivir? - también la miró fijamente.
Ninguno de los dos bajaría la mirada. Era una guerra amplia y dura que ambos siempre habían sobrellevado. Su maldito infierno.
- Lo siento, pero no eres exactamente el tipo de mujer a la que se le cree todo.