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Ruggero.

Estuvimos bailando un par de horas más. El ambiente se volvió todavía más movido y no tuve problema en ponerme de pie y seguir bailando con ella. Además de lo alegre, distraída y relajada que estaba.

Verla así me reconfortaba muchísimo. Joder, por fin está viviendo lo que se merece. Sé muy bien que ella, además de mí, se lo pasó muy mal hace dos años. Separarnos fue una maldita pesadilla. Un infierno.

Mientras conduzco el ahora renovado y un poco menos estrepitoso Mustang, Karol descansa en el asiento copiloto después de haberlo reclinado y haberse acomodado en él. La miro de reojo, va algo despeinada y con los típicos rasgos de una persona pasada de copas. Sí, ha sido mi culpa, pero me siento orgulloso. Ahora mismo no serviría de nada que se lo dijera, pero mañana será un buen momento para recalcárselo.

Las luces de los faroles entran por el parabrisas. Karol se mueve en el asiento copiloto, cubriéndose la cara y gimiendo despacio. No puedo evitar sonreír. Y al voltear la mirada hacia ella, noto que abre los ojos y coloca su mano izquierda sobre mi pierna derecha.

- ¿Dónde estamos? - pregunta desorientada. Sus pequeños dedos están sobándose sobre mi pierna. Y aunque hay tela de por medio, juro que se siente muy bien.

- Te voy a llevar a casa. - le digo mirándola. Karol vuelve a cerrar los ojos, pero sé que no está durmiendo.

- ¿Dónde está Valeria? - vuelve a abrir los ojos. Su mirada toca la mía. Puedo saber que realmente está en un mal estado al inspeccionar sus ojos.
Aunque si ella podría contárselos, les diría que mis ojos son un tanto diferentes en este momento. O mejor dicho la mirada que tengo ahora. Que el verla "borracha", despeinada, desorientada y con esa voz que se asemeja a los gemidos… no hace más que dejarme hambriento.

- Voy a recogerla, pero quiero dejarte en casa primero.

- Quiero ir contigo.

Y ahí empezamos de nuevo.

Niego con la cabeza. Hasta estando ebria, es terca.

- Te voy a dejar en casa ¿okey? - frunzo el ceño.

- Quiero ver a mi hija.

- Y la verás. Pero mañana, en un mejor estado, después de haber dormido diez horas.

Gruñe despacio y se estira en el asiento.

- Perdoname, no quería terminar así.

Se pone de lado y vuelve a acariciarme el muslo. Lento. De arriba hacia abajo. Mi corazón palpita fuerte. Mis pantalones también lo hacen. Trago saliva y logro atrapar su mano para atraerla hacia mí.

- Fue mi culpa. - mi mano se enlaza con la suya. Su tersa piel hace contacto con la mía y es tan sutil. Encajamos perfectamente. Muevo los dedos, acariciándola.

Se queda callada, pero sé que está despierta porque ha empezado a mover los dedos sobre mi mano de la misma manera en la que yo lo estoy haciendo. No puedo evitar sonreír, y no sé por qué. Una de las cosas que he aprendido desde que conozco a Karol, es que puedo sonreír por cualquier cosa que ella haga aunque no tenga un significado. Puedo sonreír con tan solo verla. Con tan solo sentirla. Solo entonces puedo darme cuenta de cuan mal estoy por ella…

- Estás guapísimo. - giro el timón, doblando la esquina y al encontrar la calle libre, volteo el rostro para poder mirar a Karol.

Está sonriendo. Esa sonrisa un tanto traviesa que me pone bastante tenso. No deja ver los dientes, pero sí sus intenciones.

- Y tú, no sabes cuánto.

Lentamente su mano deja la mía abandonada. Debo voltear la mirada y la concentración hacia las calles de New York para seguir conduciendo, pero mis reflejos pueden captar a Karol moviéndose sobre el asiento.

Mafia Tentation 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora