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Sus traviesos dedos se estiraron, acariciando más de la cuenta. Es que verdaderamente no conocía límites cuando sus dedos se perdían en el tacto más delicioso de todos. Amaba tocarla. Tocarla de todas formas. 
Su dedo índice y medio fueron a parar al borde de la prenda inferior de Karol. Esta hundió su cabeza en el hombro izquierdo de Ruggero.
Aferrándose, también abrazó el cuello de este haciendo los brazos hacia atrás. Le susurró algo que Ruggero no pudo escuchar, pero soltó una sonrisa al verla retorcerse bajo el movimiento de sus dedos sobre su vientre y pronto, también moviéndose sobre su pubis recién depilado.

- Vaya, se siente muy bien. - susurró él contra su oído. Karol cerró los ojos, tratando de aliviar su libido. Aunque con él nunca se sabía. - ¿Te has depilado para mí? - le preguntó con una sonrisa perversa.

Karol abrió los ojos de inmediato. Por Dios… ¿qué clase de pregunta era esa?

- ¿Por qué me preguntas esas cosas? - le cuestionó ella ahora. Tragó saliva y sus mejillas no dudaron en ruborizarse. De pronto se sentía pequeña, indefensa y a la vez bastante avergonzada.

- Solo curiosidad. - farfulló Ruggero. - No deberías sentir vergüenza conmigo, que he tocado cada parte de tu cuerpo. - susurro contra su oído, haciéndola temblar, cerrar los ojos y hundirse en el eco de sus palabras. - ¿O sí?

Ella negó con la cabeza. Una vez más, su cuerpo entró en calor al sentirlo acariciándole el pubis con la yema de los dedos. Una sensación adormecedora que le hacía aturdir y simplemente la elevaba en una burbuja en forma de placer. No podía controlarse. No podía decir que no ante tremenda proposición. Además… ¿por qué se avergonzaba? Ruggero no acertaba en muchas cosas, pero esa noche estaba diciendo una que probablemente Karol debía aceptar hace mucho. No tenía por qué avergonzarse con el hombre con el cual tenía una hija de dos años. Con el cual había pasado tantas e innumerables cosas. Y al cual, y sin presumir, también conocía cada centímetro de su cuerpo. Era cuestión de aliviar su pudor. Vamos…

- Tócame. - susurró ella, perdida en sus pensamientos anteriores. Sí. Lo deseaba muchísimo.

Ruggero mojó sus labios con toda la lengua. Soltó un suspiro aliviador que pronto se convirtió en un gemido desesperado. Desesperado por tocarla. Se mordió un labio mientras sus dedos hacían un bulto bastante grande entre la ropa interior de Karol y el sexo de ella. Moviéndolos, su dedo índice llegó al punto débil de su inquieta chica.

- Díctame lo que tengo hacer. - le dijo pegándose a su oído. Hablándole tan cerca que Karol sintió que moriría.

Asintió a los pocos segundos, bastante aturdida por lo que Ruggero iba a practicarle.

Sus ojos se cerraron automáticamente y elevó las caderas de la misma forma para recibir con mejor atención los dedos de Ruggero dentro de ella. Gimió suave al principio sintiendo, sin perderse de nada, como Ruggero movía su dedo índice dentro de su húmedo sexo. Sus cinco sentidos estaban puestos en cada toque. En cada movimiento. En cada entrada y salida. En cada sobe. En cada roce que deleitaba sus expectativas. Dios… era demasiado bueno. Al mismo tiempo, parte de sus sentidos también estaban alertas en otra persona. Algo en ella había cambiado desde que Valeria había nacido, y era que estaba pendiente de ella todo el tiempo. Como ahora… que deseaba tanto gritar y sabía muy bien que si lo hacía, despertaría a su recién dormida hija.

Así que se mordió interiormente la boca. "Vamos, sí podía con esto" pensó cinco segundos antes de que Ruggero introdujera un segundo dedo en su interior. El bulto entre su ropa interior se hizo más grande ahora que movía ambos dentro del sexo de Karol. Y le satisfacía muchísimo la escena. Ruggero bajó la mirada y observó atentamente cada movimiento que él mismo daba y la reacción de Karol al recibirlo. Joder. Demasiado bueno. Su erección crecía descomunalmente al ser también partícipe de cada arqueada que ella daba y al hacerlo, chocaba el culo contra su miembro. Verla era el máximo deleite que cualquier hombre podría pedir o incluso merecer. Verla derretirse era su talón de Aquiles o la Kriptonita para un hombre de acero. Era su máxima debilidad. La cúspide de todos y cada uno de sus deseos.

Mafia Tentation 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora