Capítulo 8

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Entrar al NightMexico fue como entrar al cielo. Al menos así lo veían Adamaris y Maria, el bar estaba increíblemente lleno a reventar pese a que es grande, y sus invitados eran la cúspide de las estrellas más reconocidas de la farándula Mexicana. Con razón habían muchos paparazzis en la entrada.

A Adamaris y Maria se les abrió la boca y tuvieron que moverse por que la multitud era tanta que empezaban a empujar para poder circular.

—¡ESTO ESTÁ DE POCAS! — grita Maria a su acompañante.

—¡¿AH?! — le preguntó Adamaris a Maria.

—¡QUE ESTO ESTÁ...! — su amiga dejó la frase en el aire cuando su mirada se posó en varios rostros conocidos —. ¡OH POR DIOS! ¡OH POR DIOS! — grito enloquecida,  dando saltos de la emoción —. ¡¿ESA NO ES SARA CORRALES Y-Y MAITE PERRONI? O-OH ¿ESE ES PONCHO EL DE RBD Y CAMALEONES? ... ¡OH POR DIOS! ¡ADA! ¡ESTAMOS MUERTAS Y NO NOS DIMOS CUENTA!— Maria daba gritos de alegría, pero Adamaris no lograba escucharla por lo alto que estaba la música.

Pronto se vio arrastrada por su amiga y cuando se dio cuenta de sus intenciones, freno de golpe, obligando a su amiga a detenerse y girarse a mirarla.

—¡¿ESTAS LOCA?! ¡¿QUE HUEVOS HACES?! — le pregunta Adamaris aterrada.

—¡¿TU QUÉ CREES?! ¡NECESITO SUS AUTOGRAFOS! ¡CARLITOS NO ME CREERA SI LE DIGO QUE...! —y volvió a dejar la frase a medias cuando otro famoso paso a su lado —, ¿ese es... Daniel Arenas? — susurra cohibida, sin apartar la mirada —,  enloquecere si no obtengo su autógrafo — Adamaris tuvo que volver a frenarla pues Maria iba ir detrás de Daniel.

—DETENTE MARIA Y RECUERDAS LO QUE VENIMOS HACER. ES NUESTRA PRIMERA NOCHE COMO INCOGNITA Y TÚ LA QUIERES DESPERDICIAR POR IR DETRAS DE ESAS PERSONAS — le recrimina.

Maria miro a su amiga apenada y suspiro.

—Bueno, tal vez en otra ocasión —se dijo tratando de animarse —. ¡A DISFRUTAR!— grito, alzando la cabeza.

Adamaris le regaló una sonrisa.

—VAMOS A LA BARRA— pidió.

—VAMOS.

Caminaron entre la gente. Maria dos pasos delante de Adamaris. Al llegar a la barra se sentaron en dos sillas que acababan de desocupar y Adamaris inclinó la cabeza en busca de su hermano.

—Bienvenidas, ¿que desea...? — Alan se descolocó al reconocer a su hermana —. ¿Bolita? ¿Maria? Pero que pring...

—¡Dos whisky en las roocas, por favor! — pidió Maria haciendo reír a su amiga por la manera tan graciosa en pedirlo.

Alan la mira mal.

—¡Ja, ja, ja! No van a tomar eso— sentencia.

—Alan, por favor...

—¡No, Adamaris, no!.

—Bueno, entonces que sugiere el señor — dijo sarcástica Maria —. Que bebamos agua— al ver la duda plantada en el rostro de Alan, Maria abrió exageradamente la boca y lo apuntó—. Serás...

—¡HAY YA! ¡DETENGANSE USTEDES DOS! NO TENGO TIEMPO PARA PELEAS, SERA UNAS MARGARITAS, ¿ESO SI PODEMOS TOMARLO? — lo último se lo dijo a su hermano.

Alan torció una sonrisa tensa. La verdad es que el preferia que ella no bebiera.

—En seguida — anuncia y Adamaris se voltea hacia el lugar.

En verdad que era amplio y grande. Constaba de tres plantas, las dos primeras conectadas por medio de una escalera. Sus paredes estaban pintadas de morado y negro y el suelo era de baldosas negras y blancas. La esfera giratoria colgado desde la tercera planta iluminaba el lugar de diferentes colores.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora