Capítulo 68

129 16 4
                                    


—¡Buenos días familia! —saluda Adamaris sentándose en la mesa. Rápidamente los presentes también devolvieron el saludo y continuaron comiendo. —Oigan, ¿Por qué no me levantaron? Es súper tarde —les recrimina, tomando una de las tostadas que estaban en la mesa.

—Te veías súper cómoda durmiendo que no nos dió el corazón para acerlo —habla Maricé. —además que no es demasiado tarde, apenas son las ocho.

—Si, pero ya todos estan listo para ir al trabajo y no me gustaría retrazarlos —replica.

—Tranquila. Mónica esta encargada de la tienda hasta que nosotros lleguemos.

Adamaris no continúo alegando, sabía que era una batalla perdida tratar de razonar con su familia por lo que continúo desayunando. En ese momento, María entra a la casa y se aproxima a su encuentro, sin sentarse a la mesa.

—Buenos días familia, que bueno que los encuentro reunidos a todos porque tengo una noticia que darles. Una noticia importante.

—¿Pasa algo? —le pregunta Alan, dejando de comer y enfocando su mirada en la mujer.

—Si, ¿Hay algo que va mal? —pregunta Maricé.

María inhala y retiene el aire, sintiendo su corazón retumbar en su pecho.

—E decidido que  voy a regresar a la casa de mi ex suegra —anuncia.

—¿Qué? —dijeron al unísonomo, los tres con la misma expresión de sorpresa y perplejidad en sus facciones. Luego, Alan  añade. —¡Estás loca! ¿Por qué? ¿No me digas que Roberto esta nuevamente intimidandote?

—¡No, no! A decir verdad, desde hace un tiempo lo estaba pensando marcharme a otro lugar, pero como Roberto se va a ir a los estados unidos  yo decidí que ya era tiempo de volver.

—No estoy de acuerdo con eso —dice Alan, sin poder evitar sonar autoritario. —sería muy riesgoso si ese hombre no dice la verdad.

—Se va hoy, de hecho se acaba de despedir de nosotros. Creo que esta vez si es en serio —explica María.— y la verdad yo no quiero seguir siendo un estorbo.

—Ay no, no digas eso —habla Maricé llendo a su encuentro hasta abrazarla. —aquí nadie hace peso, y la casa se siente siempre alegre. Además sin Carlitos todo se va a sentir tan silencioso, tan vacío.

—Si María, nosotros encantados de tenerlos a ustedes —se le une Adamaris. —y de verdad nos preocupa tu seguridad.

—Ya les dije que todo a a estar bien —asegura la morena sin apartar su abrazo.—pero doña Berenice no se puede quedar sola, es una señora de edad y alguien debe cuidarla si su hijo no esta. Además, Roberto  se comprometió a  enviar dinero apenas consiga empleo allá a donde va, y yo no puedo dejarlos, no cuando ellos dejaron su vida... por seguir mis sueños y aunque ustedes digan lo contrario somos demasiadas personas para una casa tan pequeña —insiste. Alan abre la boca dispuesto a contradecir sus palabras, pero rápidamente María continuo.—¿O crees que no noto lo incómodo que es para ti Alan dormir en el sofá? Todo para darnos a nosotros una estancia cómoda. Estaré bien, ustedes son mis jefes jamás los dejaré ni ustedes a mi. Necesito su apoyo en esto, por favor.

Alan esta vez no la contradice así que su ceño se suaviza un poco. Adamaris como su tía se encuentran sollozando, aún sin poder procesar su desición. La estancia queda en silencio por algunos minutos, solo los sollozos invaden el lugar. Silencio que fue rápidamente cortado por Alan.

—¿Y cuándo te mudarás?

—Bueno yo, creí que podría tomarme el medio día libre mientras pasó las cosas de Carlitos a la casa. ¡Ya ven que no son muchas cosas tampoco! Solo nuestra ropa y algunos juguetes.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora