Capítulo 71

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Alan suelta un suspiro cansado liberando la tensión de su cuerpo y esconde su rostro entre sus manos pretendiendo ocultar los sentimientos negativos  y malévolos que esconden sus pensamientos. Aún le faltan muchos ceros a la cifra que necesita alcanzar o de los contrario se verían en la extrema situación de declararse en quiebra dejando a su paso a numeros familias sin empleo, muchas deudas, e incluso  perderían la casa.

Y de solo imaginar perder la casa de sus padres la respiración se le corta de golpe y sus ojos empiezan a arder, amenazando con derramar muchas lágrimas. Había sido demasiado ambicioso y se había dejado llevar por las cifras sin imaginar las posibilidades de fracaso y todo lo que perdería a su paso.

Había sido un idiota que incluso había jugado con los sueños y aspiraciones de terceros. Sin ninguna duda sus padres estarían decepcionados si estuvieran con vida al igual que lo están su hermana, tía, Mónica y todas aquellas personas  que depositaron su confianza en él.

Justo en ese momento, los rostros desencajados y aterrados de su tía y de Mónica al enterarse de la magnitud del incendió le vinieron a la mente. Más la de la rubia que insistía que todo lo sucedió podría ser culpa de ella.

Ninguna de las dos fue capaz de decir nada y si no hubiera sido por el rápido accionar de Adamaris todos hubiesen sucumbido a un espiral de desesperación. Increíblemente fue la castaña quién se encargó de tranquilizar a la prensa, las preguntas desesperadas de los empleados y de los mismos proveedores de una manera tan impecable e implacable que lo dejó completamente admirado.

Mientras él se encontraba realizando un avalúo de todo lo perdido tras en incendio. Y hasta ese momento, el dolor de cabeza parecía aumentar.

—¿La cosa está tan mal? —pregunta Adamaris, llegando a su encuentro e interrumpiendo sus pensamientos.

Ésta tampoco podía conciliar el sueño.

Alan no se apresura a responder. Es más, sigue luchando con él internamente para no alarmar a su hermana; sin embargo, si no lo hace siente que podría explotar. Incluso le cuesta respirar sin sentir que sus pulmones y resto del cuerpo le duelen.

—Tendríamos que cederle más de la mitad de nuestras acciones —informa desalentado.

Esta vez fue la hora de Adamaris de tomarse su tiempo en responder. Aquella noticia la impactó por el riesgo que significan aquellas palabras.

—Incluso podemos perder... —se interrumpe volviendo a su hermana a la realidad; y sus ojos recorren el lugar mirando todo con tristeza hasta que su visión se cristaliza y no puede evitar ahogar un sollozo. —está casa —finaliza ahogándose con la saliva.

Adamaris queda gélida tras sus palabras y aquellas palabras la obligan también a observar cada rincón del lugar reviviendo momentos felices junto a su familia. Escuchando el ritmo de las risas alegres de su madre y de su padre, al compás de los cantos que solían cantar cuando eran pequeños.

Su pecho dolió e incluso sintió ganas de echarse a llorar, pero algo en su cabeza le exije mantenerse centrada y enfocar a todos a su alrededor. Con aquel pensamiento, agarra con fuerza la mano de su hermano y le sonríe, sin llegar a mostrar los dientes puesto que parecería falso y es en esos momentos donde debe ser fuerte por su hermano.

—Vamos a salir de esto como siempre lo hemos hecho, triunfantes ya vas a ver. Y con respecto a conseguir un socio, yo estaría encantada de ceder mis acciones con tal de no ver morir este sueño.

—Quisiera ser más positivo esta vez —comenta serio y su mano convertida en puño impacta la mesa, asustando la.—¡Si tan solo fuese asegurado el local con una poliza nada de esto hubiera pasado! ¡¿Quién me dijo que yo podría administrar un negocio si soy un simple contador?!.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora