In the paradise 09.

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Cuando terminé de arreglarme baje y me dirigí hacia  el comedor, pero estaba solo. Caminé hacia una de las habitaciones de la casa, era la estancia, había un televisor grande con muchas películas en el estante, pero lo que me llamó más la atención son los cuadros que estaban colgados en las paredes, eran notas de periódicos antiguos.

Los leí cada uno y tomé una en especial.

"El rey del pop, Michael Jackson, es  uno de los artistas más vendidos del momento. Por otro lado, su prometida, Lisa Presley, muere tras un terrorífico accidente automovilístico"

Sentí un vacío dentro de mí. Sin duda no quiero imaginar  lo que sintió  Michael. Acaricie la fotografía de ellos dos, sonriendo, mirándose el uno al otro, mientras tomaban su mano, él se veía tan feliz. Ella era tan hermosa.


Mire a Michael quien estaba observando me desde el marco, su mirada era curiosa, sostuve el cuadro y él se acercó a mí

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Mire a Michael quien estaba observando me desde el marco, su mirada era curiosa, sostuve el cuadro y él se acercó a mí.


— ¿Por qué nunca me comentaste que tenías una prometida? —Dije, pero estaba segura que no me contestaría así que miré la fotografía.

—Porque nunca preguntaste—Dice con una voz tranquila.

—Ella es tan hermosa, Michael. —Dije y acaricie la fotografía. Para mirar lo de nuevo.

El solo sonrío, lo note por su mirada.

—Imagino todo el dolor de tu perdida, debió ser horrible, y como no si era muy hermosa. —Dije.

—Teníamos seis años de comprometidos. Faltaba tres meses para que nos casáramos. —Dice y suelta un suspiro.

—Daría lo que fuera, por verte tan feliz como lo eras con ella. —Dije y lo miré— Te lo mereces.

—Sé que lo harías. —Dice y pasa una mano por mis hombros en un abrazo. —Vamos a desayunar.

Asentí.

Desayunamos, Michael y yo hicimos una oración antes y después todo fue silencio, el canto de los pájaros  nos acompañaba.

Comí mi fruta y tomé mi jugo.

—Con permiso. —Dijo y se retiró.

No sé qué ha pasado. Ha dejado un poco de comida en su plato y se ha ido. Sin embargo, me dediqué a limpiar la mesa, y después secar la ropa de Michael.

Se dieron las dos de la tarde y  estaba con mi especialista y Aron en la alberca, Michael me miraba desde el segundo piso, recargado sobre el barandal de cristal. Usaba un pantalón de mezclilla y una camiseta blanca.

Y así fue durante las próximas seis semanas.

Michael cada vez hablaba menos conmigo, y cada vez extrañaba su voz.

Una tarde después de mi terapia, y después de haber acompañado a Michael en la cena, subí  a la habitación, por lo general Taylor salía cada jueves para comprar medicamentos o cosas que ocupará para su consultorio.

Salí de la habitación, y miré a Michael en el sofá mirando la chimenea. Con una copa de vino en su mano. Entre abrazando mis brazos.

—Michael ¿Podemos hablar? —le pregunté. El me miro, sus ojos estaban llorosos y rojizos.

—No tenemos nada de qué hablar, Elizabeth. —Su frialdad me dolió.

—De tu comportamiento hacia mí, Michael. —Dije con un nudo—No lo entiendo, todo estaba bien, después todo estaba mal, luego todo iba mejorando y ahora ni siquiera me contestas. No lo comprendo.

— ¿No lo comprendes? —Dice y me mira. — Lo que pasa es que abrí las puertas de mi casa para ti, y ni siquiera puedes decirme la verdad.

— ¿De qué verdad estás hablando? —Dije sin entenderlo.

—De lo que paso aquella noche. —Dice levantándose del sofá— ¡¿Por qué no me dijiste que te violo ese maldito?!

—Michael... yo...

— ¡¿Por qué no, Elizabeth?! —Lucía dolido— ¿Por qué siempre que te preguntaba acerca de esa noche, me negabas todo o cambiabas de tema? Me siento traicionado, me siento impotente, me siento como un maldito inútil. ¡Crees que no te he visto llorar todas las noches! ¿Cómo crees que me siento? ¡Te conté sobre todo lo que preguntaste y tú  me ocultaste la verdad!

Un par de lágrimas salieron de mí y mi garganta se comenzó a cerrar.

—¡Por qué no tienes ni la mínima idea del asco que me doy como mujer, porque no pude defenderme Michael, porque no pude escapar, porque me da vergüenza que tu sepas que fui violada, porque no eres mujer y no sientes la repugnación como yo la siento! ¡Porque tengo miedo, Michael! ¡Compréndeme, no seas egoísta, Michael!—Cubrí mi rostro y solté el llanto.

Mi garganta quemaba y sentí sus manos rodearme y mi cuerpo ser dirigido  hacia el suyo: —Perdona me, Beth. Soy un tonto. —Dice con un nudo en su garganta.

Lo abrazo tan fuerte como puedo.

Levanto mi rostro lleno de lágrimas y lo veo.

—Y lo más importante, porque no quería que me odiaras. No quería que me tuvieras asco, no quería que estuvieras en problemas o que pensaras lo peor de mí.

Sentí sus manos recorrer mi espalda en consuelo.

—No digas eso, Beth, nunca te odiaría o te tendría asco, pequeña. —Susurro en un tono dulce. —Perdóname, fui tan egoísta.

Negué.

—Perdona me, Michael. Prometo que no te ocultaré nada, solo abrázame y prométeme que olvidaremos todo esto.

—Te lo prometo, Beth. —me abrazó fuerte y acaricio mi cabellera.

Salimos al jardín, la noche era estrellada,  y con una luna enorme.


Estábamos sentados en un sofá columpio muy cómodo, y a nuestros pies, una fogata. Michael tenía su brazo derecho rodeándome en un abrazo, mientras que mi cabeza estaba en su pecho, podía escuchar cada respiro, cada latido...

—Cuando era pequeña mi madre murió y mi padrastro se hizo cargo de mí, recibía muchos golpes de él, comencé a trabajar desde muy joven, para poder conseguir comida, termine la preparatoria, cuando Jonathan se enteró que tenía un novio en el último año, me prohibió las salidas, y le dije adiós a mis amigas, cuando cumplí veinticuatro, decidí huir de mi casa y en menos de tres calles Jonathan me encontró y me llevó a casa de vuelta, nunca olvidaré la golpiza que me puso ese día, y fue entonces cuando no lo volví a intentar. Pasé los últimos tres años de mi vida encerrada en el sótano, como si fuera solo un objeto. —Suspiré— Cuando me di cuenta que mi vida no tenía sentido, tomé cuatro piezas de pan, un litro de agua  y cinco dólares y emprendí mi viaje. Mi cuerpo es marcado por muchas cicatrices de diferentes tamaños. Diferentes historias. —Tragué duro— No sabes lo que se siente vivir encerrada con alguien como Jonathan, siempre ebrio, siempre de mal humor, siempre atacándome, golpeándome. Y tener que soportar a sus amigos. Ser apostada por él en cada juego de póker.

Su otra mano que descansaba en su rodilla, subió hasta mi completo su abrazo. No dijo nada, solo se dedicó a escucharme.











¡Hola, muchas gracias por tu apoyo, hoy 01.07.17, eres mi primer vista, te agradezco con mi corazón entero que estés leyendo esta historia, de verdad significa mucho para mi! Te mando un fuerte abrazo y toda la paz del mundo. Con mucho amor: ¡Jackey!

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