Capítulo 22: Dallas

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Antes de que saliera el sol, desperté y empecé a empacar todo, saqué toda mi ropa del closet y con mucho cuidado fui hasta el closet de Tyler y saqué un par de camisas que había dejado allí. Al entrar lo primero que noté fue la cama vacía, totalmente extendida, lo que me hizo entender que no había dormido aquí.

Sentí una punzada de dolor en el pecho al saber lo que estaba haciendo, me estaba escabullendo, y se sentía horrible.

Una vez tuve todo en mi maleta y cartera, llamé un taxi al cual esperé al frente de la casa, el cielo estaba tenuemente pintado de azul claro, la brisa fría acariciaba mi piel y hacía que ésta se erizara. Aún no lograba asimilar lo que había sucedido la noche anterior, pero de algo sí estaba segura, Tyler no se enteraría de la bebé que viene en camino.

Esperé alrededor de 15 minutos, antes de que una camioneta negra se parara al frente de mi. Subí mis maletas a la parte trasera y cerré mis ojos una vez que me senté en los asientos traseros del taxi. Estaba dejando todo atrás, pero sabía que tal vez sería lo mejor para todos.

El taxi me dejó afuera de la casa de mis abuelos, luego de haber bajado mi maleta y mi cartera del auto me adentré a la casa que se encontraba en silencio, dejé la maleta en la primera planta, junto a la puerta porque sabía que no estaría mucho tiempo allí y me diriguí a la cocina, en donde sabía que mi abuelo estaría leyendo un periódico y tendría a mi abuela a la vista por la ventana de la cocina, mientras ella regaba sus preciadas flores.

Tal y como lo supuse, mi abuelo estaba sentado en silencio leyendo su periódico y mi abuela regando sus flores. Saludé con un simple 'hola' al ver que ellos no se percataban de mi presencia. Reí fuertemente al ver a mi abuelo saltar de su silla del susto, sus ojos bien abiertos y una de sus manos arrugando el periódico entre su pecho.

—¡¿Y DE QUÉ TE RÍES TU?! CASI ME MATAS DE UN INFARTO, AÚN NO HE HECHO MI TESTAMENTO ASÍ QUE DE NADA TE SERVIRÍA MATARME AÚN. —gritó mi abuelo al verme reír frenéticamente.

Cuando al fin recobré la compostura (y el aliento), me preparé para despedirme.

—Abuelo, me voy hoy mismo a Dallas. Conseguí un vuelo hoy. —le sonreí.

En ese momento mi abuela entró a la cocina con su típica expresión siempre-tengo-que-hacer-todo-yo en la cara.

—¿Qué sucede? —preguntó quitándose los guantes de jardinería.

—Le estaba diciendo al abuelo que me voy hoy mismo a Dallas. Conseguí un vuelo hoy así que sólo vine a despedirme. —ambos intercambiaron miradas antes de acercarme a mí.

Mi abuelo fue el primero en abrazarme, susurrándome al oído que me cuidara. Luego siguió mi abuela, se veía poco convencida por mi repentina y rápida despedida pero me abrazó al igual que mi abuelo.

—Lamento ser tan dura contigo algunas veces, sólo quiero que seas una mujer de bien. ¿Sabes eso, no? —preguntó a mi oído.

—Sí, lo sé. Gracias por todo. —le respondí antes de alejarme de ella. — Como les dije, sólo vine a despedirme, llamaré a un taxi para que me venga a buscar.

—Si quieres yo te llevo hasta el aeropuerto. —ofreció mi abuelo.

Negué con una sonrisita en los labios, ¡cómo iba a extrañar a ese viejo que me sacaba mas de una sonrisa! —No, tranquilo. Primero daré unas vueltas por la ciudad.

—Realmente no sé cómo lograste persuadirnos hasta que te dejáramos ir cuando quisieras a la ciudad, mi plan para este verano era mantenerte encerrada aquí pero al parecer no funcionó. —gruñó mi abuela, volviendo a su estado de ánimo habitual.

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