2. Eligoth

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Aquel día llegué a clase, igual de aburrido que el año anterior. Era la segunda vez que repetía la asignatura de Bioquímica. Si algo animaba medianamente mi mañana en la universidad era, sin duda, observar a los nuevos que habían sucumbido a la carrera de enfermería. Como yo y otros tantos en su momento. Me senté lo más lejos posible del profesor. Me provoca alergia estar cerca de los profesores. Desde pequeñito.

Observé la clase, como había hecho los 10 minutos antes de entrar. Había un chico que se iba paseando de un lado para otro presentándose a todo el mundo cada vez que le surgía la oportunidad. Y me descubrí sonriendo. ¿De verdad me hacía gracia aquello? No entiendo por qué. Pero me hizo gracia. Con él arrastraba a una chica. ¿Sería su novia? No me importaba.

Permanecí sentado en el sitio que había elegido, quieto. No me molesté en tomar apuntes puesto que ya los tenía del año anterior. Me limité a escuchar la clase esforzándome por no dormirme. "Qué tedioso", pensé. Y en eso estaba, cuando comencé a sentirme observado. No es por echarme flores, pero soy un experto en detectar este tipo de cosas. Revisé el aula poco a poco, sin moverme demasiado. Don súper-sociable me estaba mirando, serio y quieto. Je. ¿No se iba a acercar? "Pero si conocer a alumnos mayores es lo mejor". Mi mente desvariaba. Perfecto. Necesitaba café. En realidad, no tenía necesidad de hacer amigos. Nunca la he tenido. Tardé unos minutos más en darme cuenta de que la mirada sociable del chico este, había opacado por completo la otra mirada que seguía fija en mí. La de ella. Su mirada era diferente. Si él me miraba serio, pero algo curioso, en los ojos de ella se podía ver desconcierto. Y eso me desconcertó a mí.

La clase se acabó en ese momento y yo hui, literalmente, de allí. Al salir de la facultad tuve que parar a recuperar un poco el aliento. Pero poco, eh. Cogí mi moto y me fui de la facultad. Me encantaba ir en moto por Granada. Para mí, era la mejor forma de moverse, sobre todo en los meses calurosos.

Mientras conducía de camino a mi piso, iba pensando en esos dos. En el fondo, me molestaba un poco que no se hubieran acercado a mí. Por otro lado, no les había dado la oportunidad. Aun así, me molestaba.

Dejé la moto delante del portal y subí. Vivía en un séptimo piso y el ascensor estaba roto. Típico. Empecé a subir acordándome del técnico. Por cada piso que subía una maldición diferente se forjaba en mi mente agotada. Necesitaba café. ¿Lo he mencionado ya? Entré al piso, -por fin- y tiré el casco al sofá, nervioso. De camino al baño me fui quitando la ropa y dejándola tirada por ahí. Abrí el grifo y me metí en la ducha sin esperar al agua caliente. Y allí pasé al menos una hora antes de salir y vestirme de nuevo. Comí una ensalada que había sobrado de la noche anterior y me senté en el sofá a plantearme que hacer el resto de la tarde. Mi ánimo estaba más bien bajo. Miré el reloj que tenía colocado sobre la puerta de la cocina. ¿Las 8? Bueno, pues había perdido la tarde muy, muy perdido en mis pensamientos. Es que ni me acuerdo en que pensaba con tantas ganas.

Cuando volví a ser más o menos consciente de mi alrededor, empecé a oír la tenue música. Música. Lo había olvidado por completo. En Granada, cuando empiezan las clases, empieza la fiesta. Me cambié rápidamente y me dispuse a bajar al local que quedaba muy cerca de casa.

Entré y todo el mundo se giró para mirarme. Esa chica de mi facultad incluida. ¿Qué hace ella aquí?, me pregunté y sentí la necesidad de llamarme estúpido a mí mismo. Era obvio que hacía ahí. Estaba tratando de no mirar a nadie especialmente, pero me fue imposible ignorar su penetrante mirada, así que la miré. ¿Estaba temblando? Igual se trataba de mi imaginación. Me acerqué, muy serio. No era mi intención estar tan serio, me salía solo.

- Te he visto en mi clase. – comenté, despacio, con algo de cuidado. No estaba muy seguro por qué le hablaba.

No respondió. Sus amigos se acercaron y nadie dijo nada más. Igual impongo muchísimo o se les comió la lengua el gato. Me fijé en la chica nueva que los acompañaba y me giré para irme. No tenía sentido. Yo no soy así.

- Por cierto, me da envidia ser al único al que no te has presentado – me giré, dirigiéndome al chico, sobretodo, algo divertido ahora, y me presenté- Mi nombre es Eligoth.

Me marché antes de que nadie pudiera responder. De nuevo. Ese si se parece más a mí. Me mezclé con la gente hasta llegar a la barra y me pedí algo fuerte. Allí me quedé bebiendo y disfrutando de la música, muy tranquilo hasta que él se acercó.

- Perdona. –dijo – Te has ido muy rápido tío.

- Eh...-comenté, con cara de "igual quería estar solo". No lo pilló.

- Me llamo Aritz y estas son Aina y Ruth. –las señaló.

Aina. Me fije en ella de nuevo, olvidándome de que había más gente con nosotros. Parecía que ejercía un efecto extraño en ella y eso me llamaba la atención. Merecía la pena dedicarle algo de esfuerzo por mi parte, ya que nada me llamaba la atención. El por qué me interesaba, no lo sabía. Empecé a ser consciente de que el chico no se había callado y no podía responderle porque... bueno, porque no le había hecho ni caso y no tenía ni idea de lo que decía. Traté de poner algo de atención.

- ... y por eso no me presente.- sonrió un poco.

- ¿Te estás disculpando por no haberte acercado?- me estaban sorprendiendo de verdad.

- Claro, nosotros... -empezó a hablar de nuevo pero alcé la mano y se quedó callado.

- Mira, no me importa. Era broma. Adiós.

Bebí de mi copa y les hice un gesto con la mano para que se largaran. Eso sí lo entendieron. Menos mal. Me quedé solo bebiendo y pensando. Seguía sintiendo la mirada de Aina en mi espalda, aunque no me importaba realmente. Una parte de mí pretendía unirse a ese grupo; por otro lado, me sentía bastante reacio a hacer planes en grupo. Soy un chico bastante solitario. Al fin y al cabo, esconder secretos rodeado de gente, es muy difícil.

Me acabé la bebida de un trago y me largué de allí. Había caminado como un par de calles, dando un paseo, cuando noté que alguien me seguía. Me giré un poco y observé de reojo. Cómo no. Era ella. Me di la vuelta y la miré, serio, esperando que dijera algo. Jadeaba. ¿Había venido corriendo con esos tacones?

- Has sido muy desagradable- dijo por fin y abrí mucho los ojos, sorprendido.

- ¿Esperabas otra cosa? – responder con preguntas era mi especialidad, sin duda.

- Claro que sí- estaba enfadada y eso hacía que mi curiosidad por ella creciera-. Nos hemos acercado a ti y nos hemos presentado y tú...- empezó a balbucear- tú nos has echado. ¿Qué clase de educación te han dado a ti?

- ¿En serio? – no pretendía reírme de ella, pero no lo pude evitar. ¿Estaba cuestionando mi educación? - Como me apetece estar solo, soy sincero y os lo digo claramente, ¿cuestionas la educación que me han dado? Igual eso dice mucho de ti, ¿no crees, preciosa?

Se ruborizó. Era tan pálida que, aunque se esforzaba por esconderlo, era imposible. Esperé alrededor de unos cinco minutos y no fue capaz de decir nada más. Me di la vuelta negando con la cabeza y continué mi camino. "Igual me he equivocado con ella", pensé abatido. Me había hecho ilusiones de que este año sería más entretenido que los anteriores.

Apenas había llegado al final de la calle, cuando la oí darse la vuelta y caminar arrastrando los pies. Suspiré sintiéndome bastante gilipollas y la alcancé de nuevo. Mi yo interno me susurraba que estaba a punto de darme una paliza. Y me la merecía.

- Está bien. Lo siento, ¿vale? No estoy acostumbrado a tratar con gente –me miró extrañada.

- En realidad – suspiró negando con la cabeza-. Soy estúpida, porque no nos conocemos, ¿no? No tengo por qué pedirte nada.

Decidí que era mejor callarme y no decir nada. No pretendía estropear más las cosas. La tomé de la mano y tiré de ella suavemente en dirección al pub. Se quedó callada y me siguió. Podía notar que se sentía algo satisfecha en el fondo. Mientras tanto, pensaba en los diversos motivos que me llevaban a ser demasiado amable para lo que yo soy con esa chica nueva que acababa de llegar a la ciudad. No podía evitar sentir que me sentía atraído por ella, por alguien a quien no conocía de nada y no podía dejar de pensar que podría ser algo bueno para mí. Sin embargo... ¿lo sería para ella?

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