- Esto va a ser un poco largo.- le dije.
- Tranquilo, tenemos tiempo.- me respondió cogiendo mi mano para darme ánimos.
- Bien…- empecé.
“Cómo te dije, mi madre vendió mi alma al diablo. Vale, no fue exactamente así. Mi madre hizo un trato con ese demonio. No sé qué querría ella, lo único que sé es que él le pidió el primer hijo que tuviera. Cuando nací, ya estaba sentenciado. Aunque esperaron a que tuviera edad para entenderlo. Sobre Ali… Alouqua, apareció en mi casa como te dije. Me contó que era una de las hijas de Lilith, una de las primeras hijas de Adán. El demonio que es mi padre la mandaba para instruirme en todo lo que hoy sé hacer. Mentir, matar… todo para cumplir la voluntad de ese… de esa cosa. Ella es una mujer poderosa pero realmente no puede hacer nada contra mí si nuestro señor no se lo permite.
Yo no elegí nada de esto. Pretendía vivir una vida lo más normal que pudiera dada las circunstancias. Pretendía no engancharme de nadie porque soy muy consciente del peligro que corre esa persona a mi lado. Soy consciente de que estar conmigo te pone en peligro Aina, y entendería que te marchases, de verdad. Pero bueno, el caso es que me he enamorado. Y te han secuestrado momentos después. Eso no podré perdonármelo nunca. En fin, me he visto muy limitado porque mi trabajo aquí consiste en sembrar la ira entre la gente y por ese motivo no puedo cruzar yo solo al otro lado, dónde te llevaron.
Ahí entra en juego mi hermano. Häel vive constantemente allí. Bueno, tengo que aclararte que es solo medio hermano, por parte de padre demoníaco. Aunque él es más demonio que yo. Me ayuda a entrar y a salir cuando lo necesito. Y últimamente lo necesito mucho, puesto que estoy… llevando a cabo una revolución. Estoy reuniendo aliados para derrocar a mi padre, Amón el príncipe demonio de la ira. En su lugar, Häel tomará el trono y me liberará de mi carga.
El problema de la revolución eres tú. Häel tiene miedo de que por tu presencia a mi lado precipite las cosas de manera poco favorable. Evidentemente si se entera de lo que planeamos nos matará. Mi problema es que mi hermano quiera usarte como carnaza para empezar.”
Me quedé callado, no sabía cómo explicarle mejor a lo que nos enfrentábamos. No me había interrumpido a pesar de todo lo que le había contado.
- Bueno, pues lo haré. Si ayuda, lo haré.
- ¿Qué?- la miré asustado.- Ni hablar. Ese aire te envenena poco a poco.
- Acabas de decirlo, ¿no? Vamos de camino a una guerra.
- Voy.- recalqué la palabra- yo voy de camino a una guerra. Tú no te vas a asomar por allí siquiera. Escúchame por una vez por favor- supliqué. Era consciente de que Aina haría lo que le diera la gana y yo no podía impedírselo pero no podía soportar que estuviese en peligro de esa manera por mi culpa. Otra vez no.
- Eligoth- su voz pronunciando mi nombre me relajaba.- Está guerra a la que vamos, los dos, es por y para los dos. Te han metido en un mundo que no quieres y luchas por tu libertad. Y yo lucharé a tu lado. Siempre. Igual que tú has venido a salvarme cuando te he necesitado, yo estaré ahí cuando me necesites.
Me estaba diciendo que era capaz de bajar al infierno a ayudarme si así conseguía liberarme. Que se arriesgaría por mi. No lo había pensado de esa manera, pero la mejor forma de mantenerla a salvo era que estuviera a mi lado. Unos aplausos sarcásticos me sacaron de mis pensamientos y me hicieron saltar delante de ella, protegiéndola con mi cuerpo. Häel se rio de mí y se tiró en el sofá. Movió la mano en un gesto para que le acercará algo de beber. Siempre me hacía eso como si fuera su perrillo faldero. Cómo me molestaba. Fui a la cocina y le lancé una lata de cerveza, molesto.
- ¿No tenéis teléfono ahí abajo? – le comenté.
- Prefiero ser la sorpresa que alegra el momento. Además, tengo algo que te gustará. Espero que tu chica entienda que esto es cosa de hombres.
Puse los ojos en blanco. Me daba miedo preguntar porque a saber con lo que me salía el imbécil.
- Si tienes algo que decir, hazlo delante de ella. Me ha demostrado sobradas veces que tiene más huevos que tú.- sonreí complacido al ver su cara de molestia. Podría acostumbrarme a verle diferentes expresiones que jamás me había mostrado antes.
- No me toques las narices. – su voz se había tornado más dura.- Los moradores del sur se unirán a nuestra causa por fin.
- Je… ¿A qué precio?- miré de reojo a Aina. Estaba atenta a todo, sin intervenir.
- Por una bonita razón.- sonrió mirando a mi chica divertido, mientras la examinaba de arriba abajo.
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Adicción
Short Story¿Cómo te sentirías si ese sueño que has tenido toda tu vida empezase a hacerse real? ¿Y si además no fuese exactamente como lo habías esperado? Pues eso es lo que le ha pasado a Aina durante su primer curso en la universidad de sus sueños.