13. Aina

13 2 0
                                    

Salí de su casa apresurada y pálida. No era que quisiera huir de él. No se trataba de eso. O al menos, era lo que me repetía constantemente. Hacía unos minutos que le había escrito a Ruth para vernos y ella no es de las que se pierden un cotilleo amoroso. Entré en la cafetería donde habíamos quedado en el centro y me senté a su lado. Me lancé a la silla más bien, dejando mi bolso con mis cosas de la facultad a un lado. Fue entonces, al verla alzar una ceja con un gesto entre cómico y extraño, que me di cuenta. Había pasado los últimos días en casa de Eligoth mientras cuidaba de un muchacho que nada tenía que ver con él, apaleado y derrotado. Ni siquiera me había peinado después de la pasada noche en vela. No me había parado a pensar en el aspecto que tenía después de todo lo que me soltó esa misma mañana.

Suspiré un poco, mostrando el cansancio que ya no podía disimular aunque lo intentase. Me pedí un café bien cargado. Lo necesitaba. Pasados unos minutos, ya con el desayuno en la mesa y segura de que no iban a molestarnos, le relaté a Ruth lo que estaba sucediendo en mi vida revuelta con la de Eligoth. Obviamente, evité contarle algunas partes como que me había confesado hacía apenas una hora que no era humano del todo, o que mataba gente por obligación. Estoy segura de que ella no se hubiera creído nada de eso. Opté por decirle simplemente que le habían dado una paliza, que había aparecido una antigua amiga suya, la pelea que tuvieron los dos y, finalmente, su confesión para mí. Le confesé, por primera vez a ella y a mí misma, que me gustaba muchísimo. Eligoth era mi primer amor correspondido.

- No debería tener miedo de él, no me ha dado motivos. Siempre me ha protegido de todo...-susurré entre sorbo y sorbo de café. Eso era lo que yo quería sentir pero no lo que sentía. Aunque sabía que se debía más a la gente que lo rodeaba que a él mismo.

- Serias tonta si no tuvieras miedo.- me soltó ella.- Es un hombre impulsivo. ¡Por Dios Aina! Estamos hablando de Eligoth. Ese Eligoth. Da repelús sólo pasar por su lado. Lo que está claro es que su confesión es totalmente sincera, por si tenías dudas. He estado preguntando por ahí y nadie jamás lo había visto comportarse como lo hace contigo.

Se me escapó una sonrisa tonta, pero no dije nada. No desconfiaba de las palabras de Eligoth. Lo que me hacía dudar, lo que realmente me preocupaba... era si yo iba a ser suficientemente buena para él. Si no le iba a provocar más problemas. Ruth no podía darme su opinión completa sin toda la historia y, aunque ella ya sospechaba que no se lo había contado todo, respetó el hecho de que no pudiera contarle más. Se trataba de su vida, de su secreto. No me correspondía a mí divulgarlo. Me preguntaba qué pensaría Ruth, que me diría si lo supiera todo. Bajé un poco la mirada hacia mi taza. Mi problema era que realmente sentía que lo único que yo le aportaba a él eran más problemas. Me sentía responsable de alguna manera de la paliza que había recibido. Porque salí corriendo... ¿Se metería en problemas por eso? ¿Por mi culpa...?

Pagamos el desayuno y salimos a pasear un poco. Necesitaba que me diera el aire. Caminamos calladas mientras ponía todos mis pensamientos en orden. Desde que Eligoth se despertó de aquel sueño inquieto y se encaró con la chica que me ayudó a llevarlo a su casa, me había contado muchas cosas, pero nada acerca de por qué o cómo se había metido en aquella pelea. Me eché a reír sin poder controlarlo. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Eligoth me acababa de contar que era un asesino en serie y yo estaba preocupada realmente por quién le había hecho daño. Negué con la cabeza, sonriendo levemente. Estaba claro que ya no podría alejarme de él.

Me reí un poco más al ser consciente de la cara con la que Ruth me miraba. Esa cara que siempre ponía cuando pensaba que estaba loca perdida. Bueno, no se equivocaba mucho. No sé muy bien cuando el final de mi primer año de carrera se transformó en una lucha por vivir una vida tranquila junto a Eligoth, en ayudarlo en todo lo que necesitase igual que él hacía conmigo, pero era lo que había pasado. En ese momento me sentí más fuerte, más segura de mí misma. Había decidido confiar en él, y él había dicho que me quería a su lado.

El resto de la mañana la pasé con ella. Me sentía mucho mejor, mucho más animada. Estaba intentado ser algo más positiva con respecto a todo lo que me estaba pasando y había decidido empezar por sentirme tremendamente feliz con los amigos que había conseguido este primer año de carrera. Por la relación que estaba a punto de empezar. Me había decidido aceptar los sentimientos de Eligoth y ofrecerle los míos por él.

Sin embargo, parecía que nada podía salir bien y que, si había alguna posibilidad de que todo se torciese, por supuesto eso iba a pasar. Empezaba a preguntarme cual fue el último día en el que nada pasó. Pero no podía recordarlo.

- Sé que no quieres contarme una parte porque es privada de Eligoth- soltó Ruth de repente, tanteándome.

- No vayas por ahí, por favor- le pedí en voz baja, algo tensa.

- No voy a forzarte a que me lo cuentes, Aina. Pero es que me he quedado con la curiosidad, ¿sabes?

- Ruth...- sonaba algo seria, pero de verdad no quería que siguiera. Creo que no se daba cuenta de lo nerviosa que me ponía esa conversación.

- Vale, vale. Pero es que no entiendo que puede ser tan malo como para que no me lo cuentes.

- Yo no he dicho que sea nada malo.-la corregí demasiado rápido.- Solo que es algo privado y suyo y me lo confió. No voy a traicionar su confianza a estas alturas- susurré la última frase, más para mí que para ella.

- Ni que fuera un asesino, mujer.

Me quedé bloqueada un momento. Lo había soltado tan de repente, tan irónica que por un segundo pensé que lo sabía. "Es imposible que lo sepa", me dije a mí misma. Me giré hacia ella, enfadada, con intención de decirle que no dijera esas cosas ni en broma. Y ahí estaba Eligoth. ¿Cuánto de esa conversación había oído? Estaba quieto, pálido, con el brazo que no tenía entablillado estirado hacia mí. Me pareció que la sombra del dolor cruzaba su mirada por un instante, tan breve que tuve que haberlo imaginado. Las palabras de Ruth no podían hacerle daño de esa manera a mi Eligoth. Ella se percató en ese instante de su presencia detrás de ella. Sí había habido alguna emoción en su mirada momento atrás, ya no quedaba rastro de ninguna. Empecé a temer que se la cargaría allí mismo, como un daño colateral a todo lo que estaba pasando. Noté que él apretaba levemente la mandíbula y tragué saliva mientras todo mi cuerpo se tensaba. Me sentía dividida. ¿Qué iba a hacer si empezaban a pelearse? Ella era mi amiga y a él lo amaba como nunca antes había amado a nadie. No sabía qué hacer ni decir para evitar el conflicto inminente.

Para la sorpresa de las dos, él bajó el brazo lentamente, como si estuviera conteniéndose, y se marchó sin decir nada, dejándome totalmente descolocada y mucho más preocupada que nunca.

AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora