3. Aina

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Me desperté sobresaltada y confundida. Miré a mi alrededor. Estaba en mi habitación, pero no recordaba cómo había llegado. Había tenido un sueño muy raro con ese chico. Estábamos en un pub y... Espera. No fue un sueño. De verdad había salido con Aritz y Ruth. "Piensa, Aina." Me dolía la cabeza. Me tumbé de nuevo y me quedé mirando al techo. Eligoth (así dijo que se llamaba) se había presentado y largado como un auténtico capullo. Sí. Luego... ya. Después nos habíamos acercado a él para presentarnos. En mi opinión, no debimos. Todo me daba vueltas. "Me he pasado bebiendo". Decidí ir a la cocina a comer algo y tomarme una pastilla para todo mi malestar.

¡Sorpresa! Estaba ahí plantado, desayunando tranquilamente como si estuviera en su casa, como si nos conociéramos desde hacía años y se quedaba tan pancho el tío. Me hervía la sangre a su lado, y no solo por lo atractivo. Reconozco que era muy guapo, pero cuanto más lo conocía más estúpido me parecía. Iba a ponerme a gritar cuando me acercó una bandeja con el desayuno listo. El mío. Junto con algo para el dolor de cabeza. Recordé que había vuelto a casa misteriosamente. Y Eligoth estaba aquí. No podía ser. "¿Me ha traído?". Me moría de la vergüenza y a la vez, seguía muy cabreada.

- Gracias- murmuré mientras me sentaba enfrente de él y empezaba a comer. "Qué bueno", pensé, "Hasta sabe cocinar".- ¿Es que tú lo sabes hacer todo?

- Sí, soy un partidazo. No sé por qué esperabas menos de mí.- dijo burlón. Se estaba riendo de mí. Otra vez.

Puse los ojos en blanco, fastidiada y seguí comiendo callada. Lo miré de reojo, entre molesta y agradecida. No estaba segura de qué era lo que pesaba más en ese momento. Se levantó estirándose, lo que me llevó a volver a pensar que era todo un maleducado y creído. Seguramente sería el típico guaperas que las trae a todas locas, que lo sabe hacer todo perfecto y que tiene de todo en la vida. De libro, vamos. Se puso la chaqueta y se fue hacía la puerta.

- ¿Te vas ya?- le pregunté. Mi cerebro me traicionaba. ¿No estaba, acaso, deseando que se marchara?

- ¿Quieres que me quede?- sonrió. Me daban ganas de tirarle algo cuando me respondía con otras preguntas. Y a esta no sabía qué responderle, así que siguió hablando.- Tengo cosas que hacer, además de traerte a casa borracha y asegurarme de que no te mueres antes de la cuenta. Pero gracias por invitarme.

Se fue. Empecé a quejarme. Me sacaba de mis casillas. Le grité a la puerta y todo. Y me llevó unos diez minutos serenarme y decirme a mí misma que no merecía la pena ponerme así por Eligoth. "Gracias por invitarme". Resoplé. En el fondo le estaba agradecida de que me hubiera acercado a casa. No recordaba haber bebido tanto, pero me imagino que después de que él decidiera ser amable un rato quise aprovecharlo. ¿Cuándo volvería a verlo así? Por lo visto era una incógnita. Ni él mismo lo sabía.

Un rato después empecé a sentirme mejor de mi resaca. La primera como universitaria. Me puse algo de música y me puse a limpiar el piso. Parecía que mis compañeros o seguían durmiendo o se habían ido. Suspiré. Tendría que hablar con ellos sobre Eligoth, ya que había pasado la noche en casa, por lo visto, y no les había dicho nada. Me reí imaginando la cara que pondrían al llegar y encontrárselo en el sofá. Porque habría dormido en el salón y no conmigo en mi habitación. Mi rabia creció de nuevo. "Maldito Eligoth".

Así me pasé la mañana y a la hora de comer, mucho más calmada, me preparé una ensalada. No tenía muchas ganas de comer después de todo, pero al menos compartiría un rato con mis compañeros. Les pregunté, algo tímidamente, sobre si Eligoth les había molestado y, cómo no, segunda sorpresa del día. No le habían visto. Habían vuelto a casa después que yo y no lo habían visto. "¿Habrá sido capaz de quedarse en mi habitación?". Pues a la mierda mi calma. Y yo no soy así, pero en ese momento tenía ganas de matarlo. En el juicio alegaría locura transitoria y me rebajarían la condena. Merecía la pena.

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