15. Aina

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Acababa de empezar el verano y con él mis primeras prácticas en un hospital. No estaba segura de la hora que era, pero el hospital estaba a rebosar de gente. Había cirujanos operando y enfermos que necesitaban soporte vital. Sin luz, no tendrían medicamentos ni soporte. No podíamos irnos sin más. Aparté a Eligoth de mi lado insistiéndole para que se diera prisa y subiera a la unidad donde estaba destinado. Estaba segura de que algo podríamos hacer. Pero él se había quedado paralizado. Me cogió del brazo, con suavidad. Sus ojos algo brillantes se veían bastante bien en la oscuridad.
- No podemos ayudar. Tenemos que irnos
- Ni hablar.- me opuse en rotundo- He elegido esta carrera porque quiero ayudar y este es el momento de dar la cara y hacer todo lo que pueda.
- No puedes hacer nada. Si nos quedamos morirá mucha gente- insistió. Sin embargo no decía claramente lo que estaba pasando. A esas alturas sospechaba que él ya lo sabía.
- Vete si quieres, pero a mí no me vas a mover de aquí.
            Di por zanjado el tema y me fui dejándolo solo. Me iba cruzando con la desesperación, el miedo y la impotencia de ver a alguien querido sufrir y no poder hacer absolutamente nada por remediarlo. Perdí la cuenta de las veces que me paré a atender a algún familiar asustado que pedía que revisara al enfermo del que cuidaban. Tenía ir que más rápido. Esta zona era de hospitalizados sin peligro. Estarían bien.
            Cuando por fin conseguí llegar a urgencias, todo era frenético a mi alrededor. El personal trabajaba de un lado a otro con lo que tenían, alumbrándose unos a otros con móviles, linternas… Todo era bien recibido. Algunos se preguntaban por qué no se habían encendido los generadores de emergencia para estos casos. Los técnicos habían ido a comprobarlo pero no parecía haber ninguna avería. Dios mío, un hospital sin luz iba a ser una masacre.
             Empecé a correr de un lado para otro asistiendo con lo poco que sabía hasta entonces en todo lo que pedían los médicos. Definitivamente iba a morir gente, pero podíamos evitar algunas.
              Unas horas después, seguíamos en el mismo estado de alerta, sin luz, sin máquinas. Médicos y enfermeros de otros hospitales habían acudido a echar una mano, pero no era suficiente. Necesitábamos como poco un médico por enfermo y no disponíamos de tanto personal. Suspiré agotada. Muchos de nosotros llevaba ya muchas horas seguidas trabajando y los errores no tardarían en aparecer. Yo misma llevaba un buen rato con un globo manual ayudando a un paciente a respirar. Me encontraba muy tensa: si bajaba un poco el ritmo, el paciente sufriría por mi culpa. Respiré hondo e intenté concentrarme en mi tarea. Sin embargo, no podía dejar de pensar en Eligoth. Lo echaba de menos. Además me preguntaba qué habría hecho. Le dije que se fuera pero dudaba que se hubiera marchado sin mi. Fue entonces cuando me di cuenta.
               Estaba muriendo gente y Eligoth estaba destinado en una sección del hospital de enfermos terminales. Hacía tiempo que él mismo había solicitado esa área. Esa parte del hospital era la que más riesgo tenía pero… pero por lo que él me había contado, necesitaba matar gente. ¿Esa era la forma que tenía de hacerlo? Estaba claro que sí esto era obra suya nadie podría relacionarlo jamás. Se me escapó una maldición y recé para que el paciente no me hubiese oído.
               La duda creció en mi interior. Necesitaba saber si Eligoth, el chico del que me había enamorado, era capaz de causar esta situación. Quería tener en cuenta su situación, que un demonio lo tenía sometido y lo obligaba, pero me costaba mucho pensar en él como inocente. En ese instante de tensión se me ocurrían mil maneras de solucionar las cosas, de liberarse. Igual aún me faltaba parte de la historia. Igual Eligoth aún no confiaba tanto en mí como para contarme todo lo que implicaba. No podía evitarlo, cada momento que pasaba mi ira iba creciendo. Cada vez más estaba furiosa con él.
                Me imagino que de eso se trataba, puesto que, de haber estado más atenta y menos cabreada con el estúpido chico con el que acababa de empezar a salir, me habría dado cuenta- o eso quiero pensar- de la “persona” que sonreía detrás de mí mientras se acercaba. Me giré en el último segundo, justo para ver su sonrisa curva y sus ojos rojos brillando en la oscuridad. Entonces sentí un golpe en la cabeza y después…. Nada.

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