7. Aina

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- Oh vamos, estás de coña otra vez. No me lo puedo creer- me enfadé.

¿Por qué jugaba con ese tipo de cosas? No podía entender cómo era tan sumamente infantil. Pero su rostro se tensó y se volvió mucho más duro que segundos atrás. Qué va. No podía estar hablándome en serio. Comencé a notar como la sangre abandonaba mi cara. No tengo muy claro de dónde iba a parar, pero mi cara estaba casi peor que la pared sobre la que me había apoyado, tras tropezar con varios muebles de su habitación. Y Eligoth seguía en la misma postura. No se había movido ni un solo milímetro. ¿Pretendía que no me asustase? ¿Qué estuviera cómoda a su lado? ¡Por el amor de Dios, me acababa de confesar un asesinato! El caso es que, apoyada en la pared, en su habitación, no tenía muy claro si huir o preguntarle (menuda moral la mía, si se me pasaba siquiera por la cabeza preguntarle por lo que había hecho).

Mi mente desvariaba totalmente entre diferentes escenarios. Era un asesino. Eso estaba, aparentemente claro. Pero no había especificado a cuántos había matado. ¿Uno? ¿Más de uno? Eso sí me daba miedo preguntarlo. En el fondo, me pregunto por qué no salí corriendo en el mismo instante que pronunció aquellas malditas palabras. Por supuesto, estaba asustada de él. Eligoth me daba miedo. Me daba pánico por lo que me había contado, por el estado de su habitación al amanecer ese mismo día. Empecé a sospechar que su interés por mí era hacerme daño y yo, tan estúpida, me había fijado en él y me gustaba. Me gustaba mucho. Incluso me había planteado intentar algo con él. Había caído en su trampa. Soy tan ingenua que me creí que estaba soñando conmigo. Mi enfado inicial (al pensar que era una broma) había pasado al pánico y ahora, vergüenza y rabia. Traté de calmar mi respiración acelerada pero Eligoth se movió y, aunque pretendía que no notase del todo mi estado, todo empeoró.

- Di algo... -casi me lo estaba suplicando.- Lo que sea.

Yo no era capaz de hablar. Abrí la boca pero ¿qué iba a decirle? Volví a cerrarla y salí corriendo.

Corrí y corrí hasta llegar a casa y ya en la puerta me di cuenta de que no tenía ningunas ganas de entrar, de verme sola, en un lugar donde no estaba a salvo. No me sentía a salvo en ningún sitio. Él parecía tener el poder mágico de saber exactamente dónde estaba yo. Estaba muy alterada y cada instante que pasaba y yo recordaba todas las cosas que le había dicho, que había compartido con él, que habíamos pasado la última noche "juntos", era peor. Me sentía desnuda frente a él. A pesar de que ni siquiera estaba ahí en ese momento. Era como si Eligoth lo supiera todo de mí y yo... ¿qué sabía yo de él? Ahora mismo dudaba de que lo que me había contado fuese verdad o solo una forma de que confiase en él.

Suspiré y levanté la cabeza. Hacía un rato que había comenzado a caminar sin ningún rumbo fijo por la ciudad y ya era muy de noche. Llevaba horas caminando y mi estómago empezó a quejarse por mi abandono. Caí en la cuenta de que no había probado bocado desde... desde el desayuno con Eligoth. Por un instante, se me pasó hasta el hambre pero, sinceramente, duró poco. Parecía que empezaba a recuperar mi humor habitual, a pesar de todo. Me coloqué algo de música y fui en busca de algún lugar de comida rápida.

Seguro que os imagináis que las canciones que iban saliendo no eran las más adecuadas para mi estado de ánimo, pero así funciona. Solo me salían canciones de esas para regodearme en mi dolor. "Tú y yo no somos dos, somos almas atrapadas en tu piel". Así me sentía y que Paula Rojo me lo recordase con su preciosa voz no me ayudaba mucho. Se me escapó un nuevo suspiro. Estaba totalmente atrapada en su mundo, en él. Y ahora que me había soltado esa bomba no tenía muy claro que pudiera escapar, o me convertía en cómplice totalmente por no haber corrido, como cualquier persona normal, a denunciarlo. "Tuve miedo a querer. Quise más, sin poder". Ya estaba bien, ¿no? No podía engañarme a mí misma. Me había enamorado de Eligoth, quería tener algo con él y no me di cuenta de que nunca podría tener nada con él (como bien claro me dejaba la canción esta). Al presionarlo solo había conseguido que se encerrase en sí mismo y me soltara algo con lo que yo no podía lidiar. "Los papeles se cambian, y te digo que esto ya se terminó. Y ahora sufres como yo". O eso me gustaría decir.

Me pillé algo para llevar en el Burger King y fui comiendo mientras volvía a casa por fin. Y, de repente, al girar la esquina, ahí estaba. Casi me atraganté. Dejé de comer, un poco sorprendida (aunque no sé por qué. Ya sabía que tenía alguna forma de localizarme, ¿no?). Estaba asustada de nuevo, demasiado cerca de él, temiendo lo que podía hacer y, sin embargo, se le veía demasiado herido, demasiado débil. Iba a decirle algo, a preguntarle algo, a lanzarme y zanjar el tema, a quitarme un gran peso de encima...

Y Eligoth se desmayó. 

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