4. Mente vs. cuerpo

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"La vida no consiste en tener buenas cartas, sino en jugar bien las que uno tiene."

Capítulo 4. La mente domina al cuerpo...¿Cierto?

8: 23 p.m

Salgo por la puerta  de la cocina y escudriño con recelo todo lo que me rodea:

Música. 

Risas. 

Murmullos. 

Parece que todos están disfrutando de la fiesta, sumergidos en sus propios mundos. Nadie parece notarme, excepto él... una vez más. Ahí está, ajeno a mi plan de escape. Ubicado al final del salón, con su mirada astuta y sombría clavada en mí desde que descubrió mi verdadera identidad en la boda. Esta vez, le sostengo la mirada. No sé si es el alcohol, mi imprudencia o el hecho de que voy a huir y no tendré que compartir el mismo techo con él, pero algo me ha dado esa pizca de valentía.

Su mandíbula se tensa ligeramente al darse cuenta de que le estoy devolviendo el mismo trato al mirarlo con desafío y arrogancia. Incluso a través de la distancia, puedo ver cómo aprieta el vaso de whisky que sostiene. Me obligo a ofrecerle una sonrisa audaz y altiva antes de arrebatar una copa de exquisito champán de la bandeja del camarero que pasa inadvertido a mi lado. Supongo que una de las ventajas de ser la novia es que los camareros te persiguen sin la necesidad de tener que llamarlos para disponer de un trago. 

Levanto la copa al aire sin apartar nuestras miradas, en un gesto que simula un brindis.—¡Salud!— Murmuro con un matiz de ironía, con un tono cargado de crudo sacarmo, asegurándome de articular cada sílaba con nitidiez para que él sea capaz de comprender el mensaje. Llevo la copa a mis labios, inclinando la cabeza hacia atrás, bebo su contenido de un trago mientras pienso: "Si todos los planetas se alinean a mi favor, cariño, hoy perderás otra esposa y yo, ganaré mi libertad". 

Me muerdo el labio inferior fantaseando cómo reaccionarán mi padre y él cuando descubran que me he marchado. No puedo evitar sonreír ante la idea de finalmente ser dueña de mi propia vida.

—¡Niña, pero qué haces aquí!— exclama mi madre, arrebatándome la copa vacía de las manos. Me sobresalto al sentir su presencia repentina. Si mi madre tuviera un superpoder, sería el de materializarse de la nada, lo juro. Es escalofriante.

—Te he estado buscando durante más de media hora— murmura mientras intenta arreglar mi desordenado cabello rubio con movimientos apresurados pero certeros. Me da golpecitos en la mejilla, tratando de devolverle un poco de color a mi rostro. —Estás hecha un desastre. ¿Puedes parecer un poco más entusiasmada? ¡Es el día de tu boda, por el amor de Dios!— Me retuerzo incómoda cuando intenta limpiar alguna mancha imaginaria de mi rostro.

—Mamá, por favor, déjame tranquila...  —Zarandeo mi mano para alejar las suyas como si de un mosquito se tratase.

—Los fotógrafos ya han llegado. Vienen de casi todas las revistas y periódicos importantes...

—¿La gente sigue leyendo periódicos?— Es una pregunta válida, ya hoy día todo lo encuentras en internet.

Me ignora.

—Están ansiosos por tomar una foto de la familia...—continúa con unos ojos chispeantes, como si estuviera compartiendo la noticia más fascinante y maravillosa del mundo. Es una pena que su entusiasmo no logre contagiarme.— Y de tu esposo.

—Ni que fuera Elon Musk.

—No, pero casi. ¿puedes creerlo?—Se apodera de mi codo y me guía con firmeza en dirección a la mesa donde se exhibe un pastel de aspecto extravagante.—Ser la esposa de Kessler nos vuelve a ubicar en el mapa...

SUSTITUTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora