12. ¡Juguemos!

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"No caí fácil, tú siempre fuiste el objetivo"

Capítulo 12: Inicia el juego

"Todo es culpa de mi terquedad y orgullo. Todo." Pedaleo cuesta arriba, maldiciendo cada centímetro del camino, hasta llegar a la entrada con esas puertas de acero enormes y excéntricas de la que ahora es mi nuevo hogar.

Tengo un hambre terrible. 

Seco el sudor de mi frente con la manga de mi blusa, respiro hondo y presiono el intercomunicador, esperando que alguien me deje entrar a esta fortaleza.

—Soy yo. Ábreme—Exhalo casi sin aliento a la voz del altavoz de la pequeña caja. 

—¿Quién yo?—Una voz jovial me responde, y frunzo el ceño. Llegué a esta casa ayer, pero asumí que deberían saber quién soy. 

—Angelina—Aclaro sin apartar al vista de las enormes puertas. 

—¿Qué Angelina?

—Collins.

—No tenemos ninguna persona registrada con ese nombre —responde la misma voz con un tono burlón—. ¿Quiere intentar con otro nombre?

—Marc te puede decir quién soy, ¿puedes buscarlo?

—Marc está ocupado. 

Aprieto los dientes y los puños sobre el manubrio de la bicicleta, resistiendo el impulso de soltar un insulto al idiota detrás del altavoz.

—¿Quiere probar con otro nombre?—Insiste y estoy más que segura que Harry está detrás de esto. 

—Angelina Kessler —murmuro entre dientes.

—Disculpe, pero no la escuché bien. ¿Podría repetirlo?

Voy a matarlo.

Inhalo todo el aire que puedo, llenándome de la poca paciencia que me queda.

—Soy la esposa de Harry Kessler. ¿Vas a abrirme o no?

—Oh, señora Kessler, disculpe, no sabía que era usted —dice con un tono que no parece ni un poco sincero, mientras las puertas se abren lentamente—Por favor, pase.

Miro el intercomunicador con mala cara, como si pudiera sentir mi desprecio, y avanzo como puedo por el largo camino de piedra hacia la escalinata.

—Maldito trasto—Mascullo bajo mientras salgo a tropicones de mi vieja bicicleta para dejarla junto a la fuente. 

—¿Quiere que se la estacione o puede hacerlo usted misma? —escucho la familiar voz del guardia de seguridad. Ahora tiene cara, y es tan molesta como su voz.

No me pasa desapercibido su tono burlón y las comisuras de sus labios que luchan por no reírse. 

—No lo sé. ¿Quieres seguir teniendo trabajo o prefieres que te despidan? —respondo con mal humor, dándole la espalda sin esperar respuesta, mientras subo los peldaños con esfuerzo. Mis tripas rugen tras cada paso, maldiciendo en mi interior a Harry, a Dannett y a mi padre por sacar lo peor de mí, inflar mi orgullo y privarme del placer de atragantarme hasta que mis tripas se sientan satisfechas o revienten en el intento.

Después de mi charla con All, compré los medicamentos que mi madre necesitaba, así que mi cuenta está en números rojos, al punto que soy demasiado pobre hasta para para pagar un mísero UBER. Hablo en serio, ni siquiera para un Didi, que es más barato.

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