Capitulo 10

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Lucía

Ya me he cansado de ayudar a Susan con sus deberes de divisiones.

No paro de pensar en Laura y sus dos hermanos, necesitamos estar los seis, y vete tú a saber donde estará el pequeño de los Connagan.

             - Lucía – Molly grita mi nombre desde el piso de abajo, y como buena hija que soy, bajo rápidamente.

Ella está en la cocina, enseñándole a cocinar a Arturo, mientras ella lo hace todo como es debido, el marido puede ponerte para comer un pez calcinado y ni se daría cuenta, en total el yin y el yen.  

            -  ¿Te importaría sacar a Dagor? – sonríe mientras corta queso en una tabla, procurando no rebanarse los dedos.

            -  Para nada – el perro aparece por la puerta, siempre está allí cuando se habla de él.

Voy a al salón, y sabiendo lo que viene después de coger la correa, Dagor se pone a saltar.

Logro que se siente y atarlo con la cuerda sin que me arrastre, es un horror sacar a este perro a pasear, en realidad te pasea él a ti más bien que tú a él. Antes de salir a la calle, me cojo mis cascos y mi música a tope me acompaña hasta la entrada

En cuanto abro la puerta comienza la carrera, Dagor se pone a ladrar a las farolas que a las diez de la noche refulgen en la oscuridad.

Al final de nuestra calle, se extiende el bosque, y bajando por la colina repleta de arboles, se acaba en el rio.

 Me desgarro el hombro tirando del perro mientras marca cada árbol. Se oye un ruido de pasos, y cuando me giro para ver quién es, me sobresalto al ver que Laura se detiene a mi lado.

             - Buenas – logro detener al perro para quedarme a su altura y no salir despedida como un cohete. – ¿Sueles correr a estas horas?

             - Hola – me responde quieta en su sitio mientras calienta. - Si – Respira entrecortadamente – ¿Te gustaría venirte algún día?

            - No me importaría, pero que no sea ningún día que hayamos tenido Educación Física.

Laura se ríe, sabe a lo que me refiero, a veces el profesor Lemoine nos hace correr hasta el agotamiento.

             - ¿Te apetece acompañarme a pasear? - Le ofrezco.

             - No le dará por mearse en mi pie, ¿verdad? – Bromea Laura mirando a Dagor mientras le huele la zapatilla.

             - No descuida, pero puede que te muerda – Digo entre risas.

Unos pasos se oyen por detrás mía y una voz grave dice:

             - Lo más probable es que le muerdas tu – Matt aparece por mi espalda y casi le meto un puñetazo por darme tal susto.

Dagor se pone ahora a oler a Matt, y mientras, él sonríe malévolamente, cosa que le da un aspecto un poco de lunático, con todas las sombras surcando su rostro.

             - Yo voy a seguir mi camino – Dice Laura apresuradamente.

             - Luego cenaremos no te entretengas mucho – Dice Matt.

Laura le da un abrazo y se larga.

Yo también hago ademan de irme pero Matt me pregunta serio de repente:

             - ¿Paseo? – Dice Matt secamente.

             - Como quieras – Estoy decidida a ser borde para que no me intimide mas.

Antes de que Mathew logre dar un paso, se escucha el ruido de agua, en este caso de pis, corriendo.

Nos miramos los dos a los ojos y vamos bajando lentamente la mirada hacia sus pantalones.

Matt mira a mi perro con odio y dice:

            -  Mierda.

Diez minutos más tarde estoy en amplio vestíbulo de la casa de mi profesor de matemáticas esperando a que lave los pantalones.

Desde la butaca en la que estoy sentada veo como una figurita empieza bajando las escaleras de la forma más extravagante que he visto en mi vida, Laura mueve los brazos como una anguila mientras utiliza tu móvil con un micrófono improvisado.

Llega al final de las escaleras y al verme ahí con la boca abierta de la sorpresa, se queda muy quieta.

             - La música – dice quitándose los cascos como si esa fuera la mejor escusa para haber bailado como loca por la casa, pero no puedo reprochárselo, yo lo hago a todas horas. – Tengo que estudiar – dice subiendo de nuevo las escaleras – nos vemos mañana.

             - Adiós – consigo decir antes de que se cierre la puerta en el piso de arriba.

La puerta del baño se abre y sale Matt con unos pantalones limpios, mira a mi perro con el ceño fruncido, que sentado al lado mío respira entrecortadamente después del paseo.

             - Siento lo del perro – digo sin poder reprimir una sonrisa.

             - No pasa nada – Dice serio – Para eso está la lavadora.

             - Sera mejor que me vaya a casa – Le digo.

            -  Claro, nos vemos mañana.

Matt se dirige hacia mi y yo me levanto, con intención de irme a la puerta el me agarra suavemente el codo y se inclina para darme dos besos de despedida pero yo desgraciadamente me aparto y nuestros labios se encentran en medio de tanta torpeza.

Me aparto apresuradamente y salgo a la calle, seguida de mi perro.

Voy a mi casa con los nervios a flor de piel como si un volcán estuviera en erupción justo en el fondo de mi corazón.

Los portadores de sueños [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora