El Cuervo Negro II

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Me miro un momento antes de volver los ojos hacia la calle.

-no es seguro.

Di un puñetazo en el salpicadero.

-no me dejas hacer nada!!- grite- hablas de libertad y a mi no me das ninguna. Lo único que quieres es que me case y librarte de mi. Voy a escaparme.

Me sorprendió oír su risa.

-¿a donde iras?

- a lo mejor me uno a los combatientes por la libertad- conteste en serio.

- entonces de acuerdo- dijo sonriendo.

-¿de acuerdo?- pregunte sorprendida.

- si, si quieres, ¿pero porque no esperas un poco?- seguía sonriendo.

- esperar a que?-

- esperar a acabar la universidad.

-¿que?- pregunte esbozando una sonrisa tonta en la cara.

Aparto un momento sus ojos de la carretera para mirarme.

- todavía no se lo digas a tu madre, de acuerdo se lo diré yo mismo. Mas tarde.

-¿puedo ir a la universidad appa?¿de verdad? Nunca me imagine que seria tan fácil.

- de verdad- tenia una mirada de satisfacción, como cada año cuando me daba un regalo de cumpleaños.

Eche mis brazos alrededor de su cuello.

Cuidado estoy conduciendo- dijo.

El aire de la playa penetraba por la ventanilla. Yo tenia ganas de gritar, de reír, de llorar de alegría, todo al mismo tiempo.

-¿feliz?- me pregunto.

- mas- conteste- mas que feliz. Mucho mas que simplemente feliz.

¿cuanto tiempo me había pasado preocupandome innecesariamente por la universidad? Me quede mirando al frente, soñando.

De noche, el halo de luz que formaba la ciudad resplandecía tanto que lo llamaban «el collar de la reina». Por la mañana, no era mas que un conjunto de edificios altos erguidos como soldados, pero incluso los edificios viejos corrientes me parecieron repentinamente hermosos.

- appa- dije- ¿como sabias que quería ir a la universidad?

- no te días mucho de mi verdad? Te he visto cada día durante los últimos quince años.- se echo a reír y yo con el.- así que ¿a que universidad quieres ir?- preguntó.

- la verdad es que no lo se.

Por extraño que parezca, nunca lo había pensado. La universidad me parecía tan improbable que ni siquiera me había molestado en que me gustaría estudiar ni donde.

En aquel momento, ni siquiera importaba. Me sentía ligera como un rayo de sol. Iba a ir a la universidad de algún sitió para estudiar algo. De momento, eso era suficiente.

La dicha que me embargaba ahogo por completo un extraño sonido que provenía del exterior del coche: un ruido como un murmullo que tomaba velocidad y ganaba intensidad, un rugido que no era el batir de las olas en la playa.

La Escalera ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora