Arriba

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Aquella noche, después de regresar del colegio, Malati anuncio que ya no tenía sentido seguir yendo al colegio si iba a casarse dentro de unos meses. ¿Tenía que ir?, preguntó.

Periamma la miro con aprobación.

- No, por supuesto que no. Hablaré con tu padre. Puedes quedarte en casa y perfeccionarse en la cocina.

Malati se mostró encantada. Yo no podía entender como funcionaba su cerebro. ¿Que tenía eso de casarse que tanto le entusiasmaba? Yo no quería pensar en ello, pero ella se pasaba todo el tiempo sin dejar de pensar en otra cosa.

Desenrolle una estera de bambú que estaba en el rincón de la sala de mujeres y arrastre una de las mesitas bajas para usar como pupitre. Me senté en el suelo con las piernas cruzadas y empecé a hacer mis deberes.

Periamma se giro de inmediato hacia mí.

-¿Que haces por las tardes?

- ¿Que quiere que haga?- pregunté.

- Tienes que tomar lecciones de música con el profesor de Malati.- mi cara de sorpresa debió ser muy evidente porque enseguida ,e lo aclaró- Thatha ha insistido. Después de la lección de música y los deberes, puedes ocuparte de Mangalam, el bebé de Chinni, hasta la hora de cenar. No quiero ni oír al bebé. Después de cenar...

La corté.

- Después de cenar tengo que lavar. Ya lo sé. No tiene que volver a decirmelo.

- no me respondas niña desagradecida. Con las facultades ,en tales que hay en tu familia, seguro que necesitas que te lo recuerden. Hemos salvado a tu familia de verse en la calle. No lo olvides ni un segundo.

Murmuré entre dientes que estaba segura de que ella nunca permitiría que yo lo olvidara, pero entonces vi las ojeras que tenia amma en los ojos y me callé sintiéndome culpable.

Pensé un momento en lista ojos de Raja aquel último día en Bombay. ¿Me echaría de menos?¿Quien viviría ahora en nuestra casa? No una niña que trepada a los árboles, de eso estaba segura.

Regrese a mis deberes escolares. Cunado terminé, guarde los libros. Oí la voz de Malati que cantaba en las escaleras y fui a reunirme con ella.

El profesor de música estaba sentado con las piernas cruzadas frente a mi y Malati. Las plantas de sus pies encallesidas apuntaban hacia nosotras asomándose por debajo del borde sucio y marrón de su veshti- una prenda tradicional que llegaba hasta el tonillo- , que una vez fue blanca y ahora amallireaba. Estábamos sentadas con la espalda erguida, escuchando la voz que surgía de su cuerpo de buitre, pues sus hombros se elevaban a la altura de sus pómulos.

- Vidya, no estas atenta- dijo, con una mirada de preocupación en su cara llena de arrugas-. Malati ya ha conseguido cantar varnams. Tienes mucho que aprender. Si no prestas atencion, ni siquiera avanzadas al nivel de geetham, ¿y que dirá la familia del chico cuando vengan de visita?

Yo tenía ganas de decirle que precisamente por eso odiaba las clases de musica: porque era en provecho del futuro novio, de manera que cuando nos viniera a ver su familia, pudiera comentar nuestros talentos domésticos, es decir, lo bien que cantábamos, la suavidad de nuestro tono de voz y lo bajo que manteníamos los ojos y cabeza cuando cantábamos. Quería decirle que su clase incluso me hubiera llegado a gustar si nos enseñará música para disfrutarla personalmente y no para amenizar y mejorar la calidad de vida de los hombres cuando nos convirtiera mostrar en sus esposas. Pero se mordió el extremo de su bigote blanco y ralo con tanta tristeza que me mordí la lengua e  intente cantar por él.

Después de la clase, fui al encuentro de Chinni Chithi y le dije que me ocuparía del bebé.

- lo siento- dijo Chinni Chithi- no quería cargarte con más trabajo.

- esto no es trabajo- comente con énfasis- Mangalam es un bebé encantador. Será un placer ocuparme de ella.

Chinni Chithi me respondió con una sonrisa tímida.

- Gracias- contestó-.

Hice girar mis dedos delante de la cara de Mangalam y ella balbuceo. La cogí suavemente y la mecí. Chinni Chithi volvió a agradecérmelo mientras se escabullia hacia la cocina.

Al cabo de unos minutos, Mangalam se había dormido en mis brazos. Me alegro que durmiera tan profundamente, pero era aburrido quedarse contemplando la. Ojalá me hubiera llevado mis libros. Los echaba de menos. Si hubiera podido leer mientras Mangalam dormía, las horas hubieran pasado mucho más deprisa.

Volví a coger al bebé y salí de la habitación. Saque la cabeza por el comedor y vi a Malati, Sarasa Chithi y periamma cuchicheando juntas. Las evite y me dirigí hacia la parte delantera de la casa y me quedé al pie de las escaleras, pensando en que otra cosa podría hacer aparte de recorrer de arriba abajo ese tramo.

Entonces recordé que la casa tenía una biblioteca. Appa me había dicho que era su parte favorita de la casa. No había vuelto a pensar en ello hasta ahora, pero nunca la había visto (estaba en el piso de arriba). Nunca se me había ocurrido buscarla durante los veranos, porque siempre traía algunos libros para leer y cuando los acababa, ya estábamos de vuelta en Bombay. Pero ahora era diferente. Había venido aquí a quedarme y no tenia la posibilidad de jugar fuera. Los libros me ayudarían a traspasar los límites de la casa, al menos mentalmente.

La escalera permanecía en silencio y sin nadie. Pero estaba prohibida. La barrera entre ambos pisos de la casa permanecía desierta salvo ala hora de comer, cuando los hombres descendían a nuestro reino. Solo los hombres usaban la escalera. Si alguien me pillaba subiendola, ¿que me haría periamma?

Coloque el pie en el primer peldaño con vacilación. Me preguntaba si mi corazón la tira con tal fuerza que despertaría al bebé. La agarre firmemente con una mano, me recogí la falda larga con la otra y empecé a ascender lentamente.

Al llegar arriba, había una puerta y un pasillo largo. La puerta probablemente daría a la sala de estar de los hombres, así que tome el pasillo. Estaba en silencio.

Al final del pasillo, se presentaba otra elección. Dos puertas: una decorada y tallada, de palo de rosa, la otra más funcional, de madera de  teca. Aplique la oreja a la puerta de palo de rosa. Silencio. Silencio también tras la otra puerta. Me incline tanto como pude. El bebé se agitó. Me puse tensa, pero la pequeña no lloro. Una mirada rápida a través de la mirilla me reveló que la puerta de palo de rosa daba a un estudio. El estudio de Thatha. Eche una mirada fugaz, allí estaba, sentado de espaldas a mi escribiendo sobre un escritorio con persiana.

La puerta de teca se abrió con facilidad; era una habitación cubierta de libros. Había toda clase de libros: libros en rústica, gastados como si tuvieran al menos un siglo de antigüedad, tomos encuadernados en piel repujada con letras de oro en el lomo; libros de arte, libros de religión, libros de historia, antologías poéticas, atlas, novelas.

Recorrí de una punta a otra la estancia, contemplando los libros con placer. La biblioteca era mayor de lo que hubiera imaginado. Habrían tardado décadas en reunir semejante colección. ¿pertenecerían todos a Thatha?¿era el quien los había ordenado tan pulcra mente, clasificando los por temas?

En un rincón había una escalerilla amarilla de madera con la pintura desconchada. Quize subirme en ella para leer los títulos que estaban en los estantes superiores, pero no podía con Mangalam en brazos.

En el otro extremo había dos ventanas estrechas, a través de las cuales se deslizaba la luz del sol a hurtadillas, como un ladrón con ictericia. A la derecha había una ventana grande y un asiento bajo  lo bastante grande para sentarme y lo bastante amplio para poner a dormir a la bebé. La próxima vez le traería unos cojines y le haría una cómoda cama. Con un poco de suerte, hoy dormiría en mi regazo. Un libro encuadernado en piel con letras en oro en el lomo atrajo mi atención. Era Oliver Twist. Recordé el comentario de Kitta y sonreí. En el otro extremo de la biblioteca, el viejo reloj del abuelo hacia tictac suavemente.

Saque el libro del estante y lo deje situado debajo de la ventana, para poder leerlo hasta que la ultima luz del atardecer se hubiera extinguido. Haber encontrado ese lugar era como un sueño. Encendí las lámparas y leí hasta que el reloj dio las siete y media, lo que me recordó que tenía que bajar y servir la cena a los hombres.

La Escalera ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora