A lo largo de las dos semanas siguientes, descubrí a Ivanhoe, una novela de sirve Walter Scott llena de interminables y evocadoras descripciones. La historia era romántica y acorde con mi humor. Ivanhoe era un caballero y un héroe que defendía galante mente a las mujeres hermosas.
Yo también anhelaba ir a servirla a los hombres a la hora de las comidas porque allí era donde podía ver a aquel chico. De vez en cuando me dirigía miradas, y cuando estábamos seguros de que nadie nos observaba, nos arriesgabamos a intercambiar una sonrisa apresurada. Pero octubre acabo antes de que pudiera hablar con él.
Esa oportunidad se dio a principios de noviembre, la mañana del primer día de Deepavali, la fiesta hindú de la luz. Yo estaba recogiendo flores para la ofrenda matinal, en el norte de la India, decíamos, que se celebraba la victoria del señor Krishna sobre el dominio de Narakasura, pero appa me había explicado que el verdadero significado de la festividad era mucho más profundo: era un significado de la luz espiritual que ardía en el interior de cada ser humano. Mi cesta de flores resplandecía con crisantemos amarillos e hibiscos rojos y me dirigí al bancales de hierbas aromaticas, maru y dhavanam. Su fragancia apenas era perceptible en el aire.
Tuve el repentino impulso de aspirar su fragancia. Se so e que los simples mortales no pegan sus narices a los ramos que se ofrecen a los dioses, pero no pude evitar desobedecer abiertamente aquella regla santa.
Cuando aquel aroma comenzó a entrar a mis pulmones, sentí los ojos de alguien clavados en mi cogote. Me giré. Allí estaba el chico.
- Soy Raman- dijo- el marido de la herramienta de tu padre.
** ¿Que estas haciendo aquí?**, pensé. Tal vez mis ojos me desataron. El contesto como si yo hubiera pronunciado en voz alta mis pensamientos.
- mi familia vive en Coimbatore, pero yo voy a la universidad de Madrás. La universidad en la que ahora estudia tu hermano.
El había visto como yo sumergía mi nariz en las flores. ¿como no verlo? Note que mis mejillas se sonrojaban con turbación e hice ademán de tirar las flores- me dijo.
Le dedique la mejor de mis sonrisas.
- dios no es un hombre- contesté.
- si y no- rebatio- "el ser supremo es uno y todos. Hombre y mujer. Amorfo, y sin embargo, con forma. Quienquiera que sea el devoto y cualquiera que sea la forma adorada, has de saber que yo soy adorado".
- El Bhagavad Gita- dije para que viera que sabía lo que citaba.
- ¿haz leído el Gita?- respondió con sorpresa. Hizo una pausa y después preguntó- ¿quieres poner unas ixoras en tu cesto?
Sin esperar mi respuesta, estiró la mano y arranco un ramo de flores rosas que están muy arriba, y que yo no alcanzaba, y las dejo caer en el cesto. Era más alto que appa.
- Gracias- le dije- Raman anna.- añadir la palabra anna, hermano mayor, era una señal de respeto. A mi no me gustaba como sonaba. Y parecía que a él tampoco.
- por favor, llámame simplemente Raman- concretó.
- ¿te gusta esta casa, Raman?
- son buenos al hospedarme- me contestó.
"Están obligados" pensé yo. "Eres un pariente de la familia del novio".
- si, tienen que darme alojamiento, ¿no es asi?
Una vez más, las palabras que yo callaba se habían desbordado por mis ojos, que a veces resultaban demasiado elocuentes.
- pero no puedo decir nada malo del trato que me dan aquí-.- citó un proverbio tamil: "nunca hables mal de una casa donde te han servido comida salada".
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La Escalera Prohibida
Historical FictionEsta novela desarrollada en la India narra la historia de una chica de 15 años que hará lo posible por cumplir su sueño que es asistir a la universidad. Escrita por Padma Venkatran