Así fue mi rutina diaria durante las dos semanas siguientes: trabajo, colegio, música,biblioteca, y más trabajo. Y media hora de pie en la sombra escuchando retazos de noticias en la radio. Informaban de la guerra, que cada vez se acercaba más a nosotros y en la que cada vez participaban más países, y de los combatientes indios por la libertad, que siempre estaban saliendo de una cárcel para entrar a otra, a menos que fueran torturados o ahorcados entre una y otra.Yo solo veía a appa y a Kitta a las horas de las comidas,pero Kitta no podía hablar mucho y los ojos de appa nunca parpadeaba en señal de reconocimiento.
Las niñas del colegio me ignoraban, a pesar de los esfuerzos que yo hacia para ganarme amigas. Así que me concentre en mis estudios. Aunque a pesar de destacar en todas las materias, la señorita Rao seguía odiandome.
La biblioteca era mi única bendición. Cada vez que subía las escaleras, mi corazón se agitaba. Durante todo el día, ansiaba las felices horas que pasaba en aquella hermosa estancia. Mi culpabilidad respecto al destino de appa era demasiado pesada para cargar con ella hasta allí arriba y aprendí a dejarla abajo, en algún lugar de la planta baja.
Me alejaba de la casa caminando por un sendero pavimentado de libros, y cada tarde, Mangalam dormía profundamente en la cama que yo le hacía en el asiento situado bajo la ventana.
Intenté leer todos los libros que recordaba haber visto en las manos de appa. Conocí a gente de la que el había hablado: Tagore, cuyo concepto de libertad trascendia todas las nociones anteriores de la palabra; Sarojini Naidu, cuya poesía cantaba y resplandecía; Ramana Maharishi, cuya profunda filosofía no era capaz de entender muy bien.
La tarde después de leer a Ramana Maharishi, busque algo diferente, una lectura ligera y fácil. Hacia bastante tiempo que no había leído una buena novela. Mis ojos se posaron en un título de un lomo gris: Hans Brinker y la historia de los patines de plata. Me intrigó. ¿Patines de plata? Lo saque del estante. Era demasiado grueso para ser un cuento de hadas.
Había un insecto disecado en la tapa. Sople sobre el suavemente y empeze a hojear las páginas amarillentas. Transcurría en Holanda y había descripciones de paisajes cubiertos de nieve. Me acomode en el asiento de la ventana y comenze a leer.
La historia trataba de un chico llamado Hans y de su hermana pequeña, que vivían junto con su madre y su padre, que se parecía a appa: un hombre valiente cuyo cerebro había sufrido una lesión al intentar impedir que un dique se desbordara. No hubiera acordado de bajar de no ser porque la luz comenzó a disminuir, imposibilitando me la lectura.
Al día siguiente en el colegio, ansiaba regresar a la lectura de aquel libro. Incluso pensé en bajarlo a escondidas por la noche. Tuve que ser acopio de todo mi auto control para no correr ese riesgo. Hans y su hermana eran pobres y pensaban participar en una carrera, cuyo vencedor conseguiría un par de patines de plata. Pero era solo una de las tramas de la historia. Uno de los personajes era médico, un hombre de mal carácter, pero bueno. ¿Ayudaría al padre de Hans?
Al tercer día, cuando acabe el libro, sentí como si oyera las campanas del templo repiqueteando en mi cabeza. El médico había operado al padre de Hans y lo había devuelto a la normalidad. Hans no había ganado la carrera, pero su padre había recuperado la memoria.
Coloque el libro en el estante y cerré los ojos. Me prometí que volvería a despertar appa. Estaba lesionado por culpa de mis acciones, pero podía reparar el daño. Le devolvería a la normalidad y así podríamos regresar a Bombay.
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La Escalera Prohibida
Historical FictionEsta novela desarrollada en la India narra la historia de una chica de 15 años que hará lo posible por cumplir su sueño que es asistir a la universidad. Escrita por Padma Venkatran