Madrás

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Durante nuestra última noche en Bombay, permití que Raja entrara en mi habitación. Se sentó a los pies de de mi cama y hundí mis manos en el suave pelo de su cuello durante toda la noche. El sabia que era una despedida, pero no aulló. De vez en cuando me lamía. A la mañana siguiente llame a Rifka.

- Vidya!!!- exclamo encantada-. Temía telefonearte y molestarte. Sabia que llamarías en cuanto todo volviera a ir bien. Es maravilloso escuchar tu voz. Te he hechado mucho de menos. ¿cuando vas a regresar al colegio?

- nunca.- dije.

Note su conmoción en el silencio elocuente que recorrió el cable telefónico.

-¿que?- pregunto-¿es que las cosas no van mejor?

- no- dije. Mi voz carecía de emocion- todo ha cambiado. Completamente.

- hace tanto tiempo que no te veo. ¿puedo visitarte ahora?

- Rifka, hoy nos marchamos a Madrás- dije- quería que lo supieras antes, pero no he sido capaz. Era demasiado difícil.

-¿porque?- preguntó asombrada-¿que ha sucedido?¿por cuanto tiempo os marchais?¿cuando partis?

- Carecía de la energía para responder a rodas esas preguntas.

- te escribiré- le dije.

- te echare de menos.- Rifka hizo una pausa-. ¿Vidya que sucede? Dímelo. Por favor. Quiero ayudarte.

- Hirieron a mi padre. Eso te lo dije verdad? Ya no puede trabajar. Así que tenemos que trasladar nos a Madrás y quedarnos en casa de mi abuelo.

- ¿vas a vivir en casa de ese clan para siempre?

- si- dije- no tenemos elección.

Rifka volvió a sumirse en un silencio helado.

- no puedo creeelo- arguyó finalmente- lo siento. ¿cuando te marchas? ¿podriamos ir a la estación y despedirte?

- no quiero que veas a mi padre, Rifka, por favor. Te lo explicaré después, no podría soportarlo. Te escribire desde Madrás. Te lo escribiré todo en una carta.

- de acuerdo- dijo suavemente- esperaré noticias tuyas.

- gracias Rifka. Te echare de menos. Mucho.- colgué.

Bala maama nos acompaño anla estación para emprender el viaje que nos llevaría hasta la familia de appa. Acaricio la cabeza de Raja antes se que abandonaramos la casa.

- no te preocupes por el- me comentó- lo cuidare bien hasta que puedas volver a tenerlo contigo.

Intente sonreír. Quería darle las gracias a Bala maama por hacer ver que no nos hibamos para siempre. Pero la conversación con Rifka me había deprimido y no dije nada.

Bala maama cargo con nuestras maletas hasta nuestro compartimento y permaneció en el andén hasta que el tren empezó a moverse.

Kitta me ofreció el asiento de la ventana sin tener que pelearme por el. Mire al exterior mientras el tren avanzaba serpenteando entre los ghats de color esmeralda. A veces, una mota de carbón procedente de la locomotora se me metía en el ojo, pero no me giraba para pedirle a gamma que soplara en el para sacarla.

Esperaba a que el viento se la llevara y entonces se me llenaban los ojos de lagrimas, pero estas no podian llegar hasta mi garganta para arrancar esa frialdad de mis sentimientos. Todavia no podia llorar.

Los letreros de los andenes de oas estaciones desfilaban pasando del hindi a escrituras que no reconocia y despues, finalmente, al tamil. Recorde que, una vez, appa habia escrito mi nombre en seis lenguas indias distintas, las escrituras que conocia. Ahora el estaba sentado entre amma y Kitta y, de vez en cuando, gemia sueavemente.

Nadie nos esperaba para recibirnos cuando llegamos a la estacion de Madras; nuestras ropas estaban cubiertas de polvo de carbon y mugrientas por el sudor.

Tomamos un autobus rojo y largo y jos desplomamos sobre los descoloridosasientos de vinilo. Se notaba la diferencia con los vlandos y mullidos asientos del Austin. El autobus olia a sudor.

Appa dormia, su cabeza daba cabezadas sobre el hombro de Kitta. Ahora ta no llevaba vendas, pero tenia la cabeza magullada y deformada. La gente le miraba, le señalaba con el dedo y susurraba.

El autobus fue traqueteando por las calles llenas de baches, paso delante de pequeñas tiendas de te', de los grandes edificios publicos construidos    con ladrillod rojos y de unos grandes cháles. En Madrás no habia viviendas de varios pisos, aunque en Bombay eran comunes.

El autobús adelantó a una   jutka, una carreta cubierta tirada por dos caballos, y continuó torpemente hasta una parada que había frente a un gran templo. El conductor anuncio la parada: " Mylapore". Me quede mirando la intrincada filigrana del gopuram, la cúpula del templo.

- esta es nuestra parada- recordo amma.

La multitud se apartaba mientras nosotros íbamos abriéndonos camino hacia el exterior. Bajé del autobús y casi tropecé con un hmbre que empujaba una carreta cargada hasta arriba de melones.

- ven kanna- me dijo amma.

Fui a la zaga de ella y de appa. Kitta nos guiaba entre unas calles estrechas y bulliciosas.

Entonces nos detuvimos los cuatro detrás de un miro bajo y encalado, contemplando la gran casa amarilla con la azotea de hormigón donde el destino de nuestra familia se fundiria con el de las familias de los hermanos de appa, el mayor, periappa; su mujer, periamma, y su hija, Malati; los dos hermanos menores de appa y sus esposas, Chinni Chiti y Sarasa chithi, y sus hijos. Appa tenía una hermana, pero hacia micho tiempo que se había trasladado a vivir con la familia de su marido. Mi abuelo, thatha, era el patriarca del clan; mi abuela habia muerto de parto hacía años, antes de que yo naciera.

Las putiagudas y oscuras hojas de un árbol de mango rozaban la casa. La puerta principal estaba abierta. El interior era un espacio sombrío- salónes amplios y vacíos, sin nada mas que esteras de paja, ni mesas ni sillas-, a pesar de que thatha era lo bastante rico para permitírselo. Thatha creía que los brahmanes tenían que llevar una vida sencilla.
Para el, eso significaba que debíamos tener las menos posesiones posibles.

La verja chirrio cuando la abrí. Amma me siguío, tomando a appa de la mano. Le miré, intentando descubrir en su rostro algun signo de reconocimiento, pero no fue asi. Kitta cerro la verja y cargamos con nuestras maletas hasta la escalera principal.

Mi abuelo aparecio en la veranda. Me quede mirandole. En todos los veranos que habiamos pasado en esta casa, el bunca habia salido a recibirnos. Normalmente estaba encerrado en su estudio. Casi nunca se comunicaba directamente, y menos con sus nueras.

- bienvenidos- dijo thatha, tendiendo una moano hacia su hijo- Venkat, bienvenido a casa. Los ojos de appa miraron de arriba abajo a su padre sin entusiasmo.

La Escalera ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora