El Idiota

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Appa se desplomo y cayo al suelo lentamente, como un árbol ashoka arrancado de raíz. Parecio que tardaba una eternidad en golpear contra el suelo. La mujer con la que cargaba se le cayo de los brazos totalmente desfallecida, y se quedo tendida sobre la carretera junto a el, con sus pies entrelazados con los de appa. La sangre emanaba de sus prendas como rojos capullos de loto en flor.

Me quede en medio de la calle como una estatua. Oí mi propia voz, un ronquido irreconocible que gritaba «appa, appa, appa». No podía caminar hacia el, hacia aquel bulto retorcido en que se había convertido el fuerte cuerpo de mi padre.

Llegaron unas camionetas blancas con letras rojas que anunciaban que era la policía. Vi que metían a la multitud en ellas como si fueran ganado. Iban de buena gana. Los que todavía eran capaces de caminar o podían ir renqueando se atropellaban alrededor de las camionetas esperando para subir e ir a la cárcel. Esta se encontraban atiborradas de personas que se aplastaban unas contra otras como mangos en un bote de conserva. Las camionetas se alejaron de allí repletas de manifestantes no violentos.

Ahora, la calle estaba vacía, salvo por algunos hombres y algunas mujeres, los que se habían quedado por falta de espacio y aquellos cuyos cuerpos yacían encogidos sobre el ardiente pavimento alquitranado y cuya sangre se colaba entre sus grietas negras.

Alguien, un hombre que llevaba un gorro musulmán y una barba bien arreglada - un hombre tan grande como mi padre- empezó a arrastrar a appa. Corrí tras el repitiendo la unica palabra que me quedaba en la boca: «appa, appa».

El alquitrán se derretía bajo el calor del mediodía formando charcos. Mi zapatilla izquierda se quedo pegada en el pavimento y se me salio. No deje de correr a pesar de que el pie descalzo me ardia.

Entonces un par de brazos fuertes me levantaron como si fuera una cría y una voz tranquilizadora me dijo:

- vamos a ayudarle. No te preocupes.- entramos en una tienda de campaña en la que habia muchos heridos. El cuerpo de mi padre yacía sobre una camilla. La sangre se escurria hasta el suelo. Yo no era capaz de reconocer lo que había sido su cara en aquel bulto desfigurado de carne y hueso.

- esta vivo- dijo alguien- esta vivo, esta vivo- esas palabras latieron en mi cabeza como esperanza.

Los médicos atendieron a mi padre. Nunca había visto algo así. A veces, los médicos necesitan a otros médicos, pensé tontamente. Una doctora se dirigió hacia a mi, común sari amarillo limón asomando, lo que resultaba chocante, por debajo de una sucia bata que había sido blanca.

Ni hospitales, ni ambulancias, porque si appa hiba a un hospital, los británicos podrían encarcelarlo, dijo la mujer. ¿lo entendía? La inmensa mayoría de los combatientes por la libertad eran enviados a prisión sin juicio. Y aunque alguno fuera juzgado, los tribunales eran injustos. ¿lo entendía?

Asenti con la cabeza.

Había un hospital improvisado en casa de alguien. Lo llevarían ahí y lo curarían.

-¿como te llamas niña?¿donde vives?- me pregunto la doctora.

Debí de darles mi dirección. Tuve que señalar nuestro coche, que seguía allí, en medio de la calle vacía, milagrosa e incongruentemente indemne. Alguien debió de conducirme hasta casa, porque me encontré allí. Mi madre me estrechaba contra ella y yo oía el latido de su corazón y olía su jabón y su polvo de talco de madera de sándalo. Oí la voz de un hombre que le decía a mi madre: «vuestra hija esta bien, señora, pero vuestro marido esta malherido».

Oí el doloroso silencio de mi madre cuando subimos titubea do las escaleras hasta la casa de la anciana pareja que vivía en el piso superior. Me tambalee y Kitta me paso su brazo por los hombros. La sirvienta de la casa dio un grito ahogado cuando nos vio, pero la anciana pareja se levanto y nos invito a pasar.

- mi marido esta herido- dijo amma- ¿puedo dejarles a los niños durante unos días?- entonces se fue.

La pareja de ancianos insistía en que comiéramos, y yo recuerdo mi sorpresa al constatar que tenia hambre a pesar de todo lo que había sucedido. Y porque Kitta y yo nos acordabamos de agradecerles su amabilidad con un murmullo.

Antes de dejarme caer en la cama blanca y blanda de la habitación que mi hermano y yo compartíamos hasta que regresara mi madre, dejaron entrar a Raja. Vino hacia a mi lentamente, con el rabo caído, como si se diera cuenta de que algo malo había sucedido. Coloco su hocico húmedo sobre mi rodilla y me quede dormida con las manos hundidas en su tibio pelo.

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Dos semanas después, cuando la persona que no era sino el caparazón vacío de mi padre volvió a nuestras vidas, Raja no brinco a lamerlo. Supo que ya no era el cuando por fin appa regreso caminando pero sin hablar con el mismo cuerpo de antes pero sin su mente. El cerebro de mi padre había sido aplastado de tal manera que ningún médico podía curarlo. Ahora era un idiota y lo seria hasta el día en que también su cuerpo muriera...

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Oh vaya que capitulo mas triste no creen?

Yo no pude evitar llorar la primera vez que lo leí.

En otras noticias, como están?

Yo bien, gracias a dios.

Quería agradecer por seguir la lectura hasta aquí a los que lo han hecho, de verdad es un libro muy bello con un gran mensaje.

También quisiera comentarles, para todos aquellos lectores amantes del misterio, he decidido comenzar una historia propia llamada: El Dilema De Una Muerte, la cual contiene una trama bastante intrigante, y me encantaría que se pasaran por ella y le dieran una oportunidad, se los agradecería mucho.

Siendo todo por hoy, gracias.

La Escalera ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora