La Playa De Mahim

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Salí del coche de un brinco y eche una carrera con Kitta escaleras arriba. Kitta llego antes que yo, como siempre. Raja vino saltando a nosotros, dio un bote y me lamió la cara.

- quita raja quita- le dije con poca firmeza.

Antes de entrar en casa me quite los zapatos y los deje en el estante que había afuera,junto a la puerta principal. Appa apartó la vista del periódico cuando entre. Me sorprendió agradablemente verlo en casa tan pronto.

-¿que tal te ha huido en el colegio hoy?- me pregunto.

-genial- le conteste

- bien- dijo, volviendo a su lectura del periódico.

Me dirigí a mi habitación y me cambie el uniforme del colegio. Saque mi cuaderno de tareas y fui hacia la mesa del comedor.

-¿necesitas ayuda?- me pregunto appa brevemente.

-gracias, pero no- le comente- la señora Batlivala no nos ha puesto muchos deberes. ¿Podremos dar un paseo hoy, cuando haya acabado?

-por supuesto-dijo el volviendo su mirada al diario.

Cuando termine, amma y Kitta estaban listos para el paseo. Ponni ya se había ido de fin de semana. Amma y appa siempre hacían marchar a los criados cuando venia periappa.

A mis padres les incomodaba la manera que tenia de tratarlos. En la casa familiar donde vivía periappa, había 4 criados- una cocinera, 2 sirvientas y un viejo jardinero-, pero recibían un trato muy diferente al de nuestro servicio domestico. La única criada que tenia permiso de entrar a la cocina y al comedor era la vieja viuda brahman que ayudan en la cocina, aunque no podía manipular las cuajadas o la leche. Loa otros 3 sirvientes no eran brahmanes y, por pertenecer a una casta inferior, no tenían permiso ni para entrar ni en el comedor ni en la cocina.

-¿en que estas pensando?- pregunto appa mientras salíamos de casa un rato todos juntos.

-en nada- dije. Ate a raja con la correa y nos fuimos paseando junto al mar.

La brisa tibia del amanecer me alborotaba el cabello. Las olas avanzaban perezosamente playa adentro. Un aroma a cacahuetes tostados ceñía a nuestra dirección procedente de un puesto a escasa distancia de donde eatabamos.

-¿appa, puedo tomar unos cacahuetes tostados?- pregunte.

-claro- respondió con indulgencia-es decir, si tu madre no tiene nada que objetar-añadio.

- la comida de la calle puede producirles ictericia o fiebre tifoidea-dijo amma.

- estoy seguro de que no hay peligro- dijo appa- los niños han comido otras veces aquí. De todos modos, los cacahuetes estb tostados con la cascara.

Kitta me sonrió abiertamente. Appa y amma siempre decían lo mismo.

no cojas muchos- contesto amma, mientras appa se dirigía al puesto de cacahuetes- si no, no tendrán hambre a la hora de cenar.

- amma siempre dejamos un hueco para tu comida- la tranquilice.

Ella sonrió. El hombre formo un cucurucho con una hoja de periódico y atiborro el interior con cacahuetes. Appa me lo ofreció a mi primero y después a Kitta. El cucurucho estaba caliente, y levante la parte superior con cuidado.

La acera se acabo y seguimos y seguimos caminando por la arena de la playa. Estaba repleta de gente, pero conseguimos encontrar un lugar bastante retirado para sentarnos todos juntos.

Examine a Kitta y lo compare con appa. El parecido del perfil de kitta con el de appa era asombroso. Todavía era delgaducho, pero sus hombros empezaban a adquirir volumen. Un día seria tan musculoso y bien parecido como appa.

Me pregunte como seria yo de mayor. Mi cuerpo ya había adquirido las formas propias de mujer, pero yo ya le pasaba una cabeza a amma, así que no seria tan menuda y discreta como ella.

Me acabe los cacahuetes y doble el cucurucho vacío formando un cuadro pequeño y perfecto. El sol, rojo y cansado se deslisaba hacia el interior del lecho azul del mar arábigo.

Cuando regresábamos a casa, el sol se había puesto tras el horizonte y las primeras estrellas brillaban en lo alto. Me encantaban las noches de los viernes. Cada viernes, amma hacia una bendición especial de la mesa antes de cenar y, cuando acabábamos, nos sentábamos juntos a leer en lugar se escuchar las noticias en la radio.

Ponni se había marchado, así que todos ayudamos a recoger los platos de la cena y a fregarlos. Amma retiraba los restos de comida, yo los frotaba con fibra de coco hasta que relucían y appa y Kitta los colocaban en el escurridor para que se secaran.

Cuando llego la hora de la lectura, me sumergido en el regreso de Sherlock Holmes, que Rifka me había prestado. Amma hojeo el ultimo numero de la revista Anandaviketan. Durante un rato, lo único que rompía el silencio era el crujido que hacíamos al pasar la pagina. Cerré de golpe el libro y al levantar la vista, me di cuenta con cierta sorpresa de que en la tapa del libro de Kitta había un dibujo de un soldado. ¿Que tenían que ver los chicos con las guerras?.

Una carcajada de appa retumbo en mi cabeza.

-¿pasa algo?- dijo, mientras mientras me daba unos golpecitos por debajo de la barbilla- tienes la cara enfurruñada.

-¿porque dejas que Kitta lea libros bélicos?- pregunte- hablas de no violencia y ahí esta Kitta, inmerso en cosas que tratan de la gloria de la guerra.

Aquello parecía divertir a appa.

-¿y que crees que debería hacer?¿censurar su derecho a leer?

Kitta levantó la vista. Ambos intercambiaron sonrisas de complicidad.

por supuesto que no-dije- ¿pero como puede no importarte que le guste tanto la guerra? Eso es lo que quiero saber.

-todo es bastante completo Vidya- comento- no se su la guerra es siempre mala.

-¿crees que algunas veces la guerra esta bien?- pregunte sorprendida.

Se tomo un tiempo para contestar.

- creo en la ahimsa- contesto- pero no me gusta decir que la no violencia siempre sea buena y que la guerra siempre sea mala. Después de todo yo soy hindú.

Yo estaba atónita.

-los hindúes creen en el bien y el mal no?- pregunte.

El sonrio. Le gustaba discutir acerca de la filosofía hindú.

algunos de nuestros libros tratan del yuga dharma la idea de que lo que esta bien depende del tiempo, del lugar y de la circunstancia.

- pero en la guerra se trata de matar a gente- proteste- matar nunca esta bien no?.

-no supongo que no- dijo lentamente- pero tampoco tengo derecho a decirle a nadie lo que tiene que pensar. Ni siquiera a mis propios hijos.

Kitta interrumpió.

-ademas en el hinduismo no hay un conjunto de reglas que establezcan lo que esta bien y lo que esta mal como los cristianos, tienen los 10 mandamientos y los musulmanes el Corán ¿verdad?

Appa sonrió.

-¿como podríamos tener un solo libro de reglas si para nosotros cada espíritu compasivo es un avatar, una encarnación de ese mismo dios?

Yo no había pensado mucho en las implicaciones de no tener un libro y de aceptar que nuestro único dios pudiera adoptar millones de formas. El hinduismo no afirmaba categóricamente lo que estaba bien y mal no había reglas dogmáticas; en su lugar la religión daba sugerencias respecto a como actuar con compasión.

Aquella noche, cuando amma vino a mi habitación, leyó una cita del Bhagavad Gira:«cualquiera que sea la manera que tenga la gente de acercarse a mi, yo la Bendigo y la amo ya que son muchos los caminos de la adoración y todos acaban en mi».

Le Sonreí. Era mi oración hindú favorita porque me decía que aunque Rifka y yo nombráramos a dios con nombres diferentes, rezábamos al mismo ser. Repetí para mi la oración, mirando tras la ventana la oscura silueta del árbol del neem hasta que me quede dormida.

La Escalera ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora