VIII

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Peter se sentía muy triste, ninguno de sus pequeños e inocentes planes habían funcionado aún. Intentaba hacer que sonrieran, intentaba convencerlos para que fueran juntos al parque pero siempre habían pretextos de por medio. Pero esa tarde de jueves al fin había logrado hacer que lo llevaran por hamburguesas, todo había marchado bien. Hasta que llegaron a casa. Peter estaba a punto de bajar las escaleras cuando escuchó un quejido, alcanzó a ver como su papá Steve se sobaba la mejilla derecha. Tony estaba con la mirada llena de arrepentimiento y aún tenía el brazo al aire. Le pegó a mi papá.

—No me importa Tony, puedes hacerme lo que sea —Steve toma de la barbilla a Tony y con una voz ronca y fría habla, Peter baja las escaleras con sumo cuidado y se asoma al marco de la sala, alcanza a ver una sonrisa en el rostro de su papá que le da miedo—, pero es mejor que desistas con lo de querer divorciarte. Nunca te vas a librar de mí.
—No te tengo miedo.
—El tono de tu voz dice lo contrario. Ya ríndete Tony.
—¡No puedes obligarme a seguir casado contigo!
—¡Sabes muy bien que yo puedo hacer lo que quiera contigo!

Con el corazoncito palpitando producto del nerviosismo y la adrenalina, el pequeño violó la seguridad de la casa y salió a las concurridas y peligrosas calles de Manhattan. Ya no quería escuchar a sus padres pelear.

Tony y Steve ni siquiera se dieron cuenta de cuando su único y pequeño hijo había pasado casi frente a ellos y se había escapado.

—¡Ya te dije que necesito que firmes! ¡No he querido armar un pleito más grande por nuestro hijo y por lo medios de comunicación! —Tony se dejó caer en el sofá completamente agotado, Steve le lanzó una rápido mirada, escaneando su cuerpo— ¿Qué? ¿Qué tanto me miras?
—Te extraño.
—Iré por Peter —Tony se levantó y le dio un apretón en el hombro a Steve como si hace rato no le hubiera soltado una bofetada—, despídete de él y vete de una vez.

Steve cansado de tantos pleitos se permitió relajarse un poco en la sala. Observó con detalle la sala de estar, extrañaba vivir allí. Extrañaba su antigua vida, extrañaba despertarse con los besos de Tony y sus brazos rodeando su estrecha cintura, extrañaba jugar al escondite con su hijo, extrañaba todos sus momentos en familia.

—¡Steven! —El grito de Tony le hizo incorporarse de un salto, corrió escaleras arriba pero se topó con su esposo a la mitad de éstas— ¡Peter no está!
—¿Qué dices?
—¡Nuestro hijo no está!

Revisaron las cámaras de seguridad y ahí vieron todo, ellos peleando y gritándose mientras Peter estaba paradito en el umbral observando y escuchando. Peter arrugando la carita y soltándose a llorar para correr tras el sofá, pasando frente a ellos y saliendo de la casa.

—Estamos dañando a nuestro hijo —Fue la escueta respuesta de Tony—, hemos estado dañándolo todo este tiempo y a nosotros...
—...No nos importó.

En sus mentes, le rogaron a toda deidad existente porque Peter estuviera a salvo. Ojalá se dejaran de repetir que ya no dañarían al niño y simplemente lo llevaran a cabo. Ojalá no fuera demasiado tarde.

Sólo un mes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora